Las memorias de Joaquín Navarro-Valls incluirán «muchos hechos inéditos», afirma su hermano Rafael
En próximas fechas se publicarán las memorias de Joaquín Navarro-Valls, quien fuera portavoz de la Santa Sede y en 2010 escribió sus Recuerdos y reflexiones (Plaza & Janés).
Nacido en Cartagena en 1936 y fallecido en Roma en 2017, inició sus estudios en el colegio alemán de su ciudad natal y estudió y ejerció la carrera de Medicina en Barcelona, doctorándose en Psiquiatría. Además, se graduó como licenciado en Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Navarra.
Miembro del Opus Dei, a comienzos de los años 70 se trasladó a Roma, y colaboró con San Josemaría Escrivá en las tareas de comunicación de la Obra. Trabajó como corresponsal del diario ABC. En 1983, fue elegido presidente de la asociación de corresponsales extranjeros en la Ciudad Eterna.
En 1984, San Juan Pablo II le nombró director de la Oficina de Prensa del Vaticano. Desde entonces, su figura ha estado asociada a la del Papa Wojtyla hasta su muerte en 2005, y después a la de Benedicto XVI, con quien siguió desempeñando el mismo cargo durante los quince primeros meses de su pontificado. En los últimos años de su vida fue presidente del Consejo Asesor de la Universidad Campus Bio-Médico de Roma y presidente de la Fundación Telekom Italia.
Su relación con San Juan Pablo II fue muy estrecha. "Soy consciente de que tendré que rendir cuentas a Dios", decía en 1993, "por la inmensa suerte de haber podido trabajar cerca de un hombre en cuyo entorno se palpa la existencia de la gracia". Les unía una gran amistad, pues lo mismo jugaban al tenis que pasaban algunos periodos veraniegos de reposo junto con otras pocas personas.
Su hermano Rafael Navarro-Valls, catedrático emérito de la Universidad Complutense, jurista y vicepresidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España, coordinó hace algunos meses el libro Navarro-Valls. El portavoz (Rialp), que recoge veinte testimonios sobre la época en la que estuvo al frente de la Oficina de Prensa vaticana.
Hemos hablado con él sobre las inminentes memorias de su hermano.
-¿Cuál es el recuerdo más imborrable, la vivencia más entrañable, que tiene usted de su hermano Joaquín?
-Joaquín era una persona audaz y valiente. Ambos éramos aficionados a la pesca submarina. En una ocasión íbamos ambos en zonas de profundidades entre 10/15 metros. Yo atisbé un gran pulpo (pesó 11 kilos) y me lancé tras él. Lo atravesé con el arpón, pero se introdujo bajo una piedra. Yo lo seguí, pero con tan mala fortuna que me atrapó el brazo, dejándome inmovilizado a unos 12 metros. Joaquín se percató y bajó rápidamente con el cuchillo que solemos llevar atado a la pierna y cortó de un tajo el tentáculo que me mantenía atrapado. Puede decirse que me salvó la vida. No sé si es un recuerdo “entrañable”, pero desde luego es imborrable.
-¿Cuándo se publicarán las memorias de su hermano y qué aportarán?
-Joaquín al morir dejó unos 500 folios de recuerdos personales que abarcan el casi cuarto de siglo que pasó con San Juan Pablo II y Benedicto XVI. De los textos, había seleccionado y reelaborado más de 300 páginas. Se está haciendo un trabajo de aclaración con notas de nombres, situaciones, etc. Terminado este trabajo, pienso que una buena fecha de publicación podría ser en torno al 15 de mayo de este año, en el que se cumple el centenario del nacimiento de Juan Pablo II. Desde luego, serán unas memorias muy interesantes en las que vuelca sus vivencias en torno a los importantes acontecimientos de los que fue testigo privilegiado durante los pontificados de San Juan Pablo II y Benedicto XVI. Describe muchos hechos inéditos que interesarán a todos, creyentes o no.
-¿En qué sentido su hermano revolucionó la comunicación de la Iglesia en sus 22 años de portavoz de la Santa Sede?
-Hace unos meses, el libro coordinado por mí (El portavoz) fue presentado en el Vaticano. Los muchos periodistas asistentes de todo el mundo y los distintos portavoces que continuaron su labor coincidieron en su mención como “revolucionario de la comunicación”. Y, ahora, la sala de corresponsales acreditados en el Vaticano ha pasado a denominarse Sala de Joaquín Navarro-Valls, director de Prensa de la Santa Sede. Estoy persuadido de que la “revolución de la comunicación” que le pidió Juan Pablo II no se quedó en él, sino que ha creado escuela en el Vaticano y en la Iglesia. El verdadero legado de Joaquín pienso que es haber contribuido a que un portador de la Verdad (el Papa) comunicara mejor y llegara con mayor eficacia a más personas.
-¿Cuáles fueron los momentos más gratificantes y los más duros, de su hermano, a nivel profesional?
-De su época de presidente de la Sala de Prensa Extranjera en Roma, recuerdo su reacción cuando dos de sus colegas fueron detenidos en una base militar italiana, al intentar hacer un reportaje. El gobierno italiano reaccionó con la amenaza de un juicio por espionaje. Joaquín se plantó en el Ministerio competente haciendo notar lo desmesurado de la medida. El tema se diluyó cuando Joaquín amenazó con movilizar a la prensa mundial contra la reacción anómala con relación a dos excelentes profesionales, si no los liberaban. Al día siguiente los periodistas estaban en la calle.
»Con relación a su tarea como portavoz de la Santa Sede pienso que el momento más amargo fue cuando tuvo que anunciar -con lágrimas en los ojos- la muerte de San Juan Pablo II.
»Otro momento duro fue levantar los cadáveres de dos guardias suizos, uno asesinado, junto con su mujer, y el asesino suicidado. Un hecho inédito en los pasillos vaticanos. En otro orden de cosas, un momento duro fue también su directo enfrentamiento con el vicepresidente norteamericano Al Gore en la Conferencia de El Cairo. Joaquín directamente le acusó de manipular el debate y promover decisiones equivocadas en materia de población de manera turbia. Por si hubieran quedado dudas, cuando un periodista norteamericano le preguntó después de su intervención "¿Afirma usted que el vicepresidente de Estados Unidos miente?“, Joaquín contestó, sin inmutarse: “Sí, eso es lo que digo”.
-¿Qué ejemplo ofreció su hermano que deban tener presente periodistas y comunicadores, sobre todo en el ámbito católico?
-Su independencia y estrecho contacto, primero con San Juan Pablo II, después con Benedicto XVI se vieron facilitados por su nulo deseo de hacer carrera en la curia. Algo que suele ser raro en los medios vaticanos y que fue una lección de libertad profesional. De hecho, cuando dejó el cargo, eludió cualquier cargo en la Santa Sede, para dedicarse a la promoción de la Medicina en una universidad romana especializada en ciencias de la salud.
»Unía una probada capacidad de conversador profundo y brillante, con el dominio de idiomas y una lealtad a prueba de bomba a los Papas que sirvió. Tal vez esto le llevó a tener una profunda amistad y confianza con San Juan Pablo II. Este le contaba todo: coloquios con jefes de estado como Reagan, Gorbachov o Fidel Castro. El Papa polaco le dejaba total libertad para transmitir sus mensajes. No recordaba ninguna ocasión en que le hubiera dado indicaciones precisas sobre qué decir y cómo hacerlo. Eso era tarea de Joaquín, en el que tenía una gran confianza.