Interesante meditación de la fundadora de Iesu Communio sobre la verdadera libertad
Madre Verónica: «¿Qué sucede para que el joven de hoy tan preocupado por la libertad no sea libre?»
“Si tengo libertad, ¿por qué me siento prisionero?”. A esta pregunta que tanta gente, tanto creyente como no creyente, se ha hecho a lo largo de su vida, dio respuesta con gran discernimiento y profunda espiritualidad la Madre Verónica, fundadora de Iesu Communio, en un encuentro de jóvenes en Jaén en el marco del Simposio Internacional San Josemaría.
Esta religiosa reflexionó afirmando que “sólo quien dirige la mirada a Jesús crucificado puede contemplar el precio de su vida y el valor de su libertad: ‘me amó y se entregó por mí’”, pues “quien se deja herir por aquel que fue traspasado encuentra la orientación de su libertad, el sentido de su existencia: libres para amar”.
Una cuestión derivada de la primera pregunta es: ¿qué tengo que hacer para ser libre? Una vez más en la sencillez está la respuesta: “no se nos pide hacer nada, sino dejarnos hacer por Él, dejar a Dios ser Dios”. Y una vez más puede surgir la duda: dejarse hacer, ¿no es algo demasiado pasivo?
Madre Verónica lo tiene claro: “el amor es lo más activo y vivo que existe. En el amor nunca hay pasividad; dejarse hacer es la respuesta más apasionada, más amorosa de la criatura a su Creador; es permanecer en una libre entrega; es vivir flexible a su querer: es permitirle hacer lo que solo Él, mi Creador y Hacedor, puede hacer en mí”.
Sin embargo, la fundadora de Iesu Communio recordó a los jóvenes a los que se dirigía algo muy importante para entender la libertad: “Cristo no vence al que no se quiere dejar vencer. Él vence sólo por el amor. ‘¿Me amas?’, preguntó el Resucitado a Pedro. Hoy te pregunta a ti: ‘¿me amas?’”.
De este modo, Verónica Berzosa recalcaba que “no hay amor sin libertad. ¿A quién le gustaría que le dijeran: ‘te quiero porque debo quererte, te quiero porque es mi obligación y no me queda otro remedio…”? ¿Te gustaría? A Dios tampoco”.
"El amor ni puede ser impuesto"
“La omnipotencia del amor de Dios se detiene ante el umbral de la libertad de nuestro corazón, y el amor no fuerza jamás, no puede ser impuesto”, añadió para luego que “el que hizo nuestro corazón sabe bien que nuestra vida no progresa por órdenes o prohibiciones sino por una seducción de amor, por una atracción, por un pasión de amor”.
Esta religiosa de 56 años incidía ante los jóvenes que “la libertad es un misterio suspendido entre dos libertades, la del hombre y la de Dios: pero, si el amor le da la espalda, nada le impide a la libertad de Dios amarle, sacrificándose a sí mismo”. Es más, afirmó que “Dios respeta y defiende nuestra libertad más que nosotros mismos”.
“¿Qué sucede para que el joven de hoy tan preocupado por la libertad sea tan poco libre?”, preguntó nuevamente Madre Verónica. Su respuesta fue de nuevo bastante clara: “al querer vivir ‘libre de Dios’ se hace esclavo de sí mismo y de sus pasiones sin saber cuál es el camino de la verdadera libertad, sin plantearse con gravedad la vida ni ponderar las elecciones que hace”.
La responsable de Iesu Communio aclaró que la palabra libertad se conjuga con dos preposiciones: ‘de’ y ‘para’. “Quiero ser libre de… todo vínculo, desligado de… cualquier compromiso de entrega y fidelidad. Libre de esto, pero… ¿para qué? Eso no es ser libre, es ‘ser liberado de’… todo y de todos para el disfrute máximo, el narcisismo, el hedonismo”.
De hecho, explicó que “la esclavitud es creer que uno es libre cuando, en realidad, es esclavo de sí mismo y no se da cuenta de que carece de libertad. La peor amenaza para la libertad no es que se pueda perder, sino que se pierda el gusto por ella, que se deje de desear la verdadera libertad”.
El amor debe ir unido a la libertad
Sólo el amor puede salvar, pero Madre Verónica cree que si no se entiende la libertad tampoco se entiende el amor. “Una libertad que no ama es una libertad fracasada”, sentenció esta religiosa.
Madre Verónica preguntó un día a su Esposo, a Cristo: “si deseo tanto el amor, por qué es tan largo el camino?”. ¿Qué respuesta recibió? Así lo relató ella en su meditación: “¿quién te ha dicho que es largo? No es largo el camino del amor, es lo largo que tú quieres que sea. Si planteas el camino como una conquista de años, un comprar el amor, no llegarás nunca. El amor es un don y es infinita gratuidad, es incondicional y para siempre, pero el amor es ofrecido a tu libertad. La libertad juega a favor del amor. No es largo el camino del amor si tu libertad quiere abrazarlo. ‘Tu sed de amor coincide con tu profunda sed de libertad…’. Me pareció la respuesta más fascinante, como una declaración de amor silenciosa… Se me hacía evidente y estremecedor que el Espíritu Santo era un ‘mendigo’ que en mi interior tocaba a la puerta de mi corazón y quería liberar mi libertad para amar sin límites”.
Por ello, ante un gran número de jóvenes que la escuchaban, la fundadora de Iesu Communio pidió no tener miedo “de tomar decisiones definitivas” ni dejarse “influir por las voces del mundo que nos pueden hacer tambalear con la idea de que en la vida hay muchas otras posibilidades”.
“Puedo asegurarte que tomar decisiones definitivas es la única forma de no destruir la libertad y avanzar en una vida grande. Quien no se decide por nada seguirá siendo eternamente un adolescente movido como una veleta”, dijo Verónica Berzosa.
La verdad, otro elemento esencial para ser libre
Pero si para poder ser libre el amor es algo fundamental, también lo es la verdad. “El hombre tiene sed de verdad, busca la verdad. Quien la encuentra se apasiona por vivir la verdad. La pasión por la libertad va a la par con la pasión por la verdad. Si la libertad no se abre a la verdad pierde su rumbo”, aclaró la fundadora de este instituto religioso.
Mirando al mundo en el que vivimos, Madre Verónica recordó cómo el hombre ha levantado “una estatua a la libertad como si fuese una diosa, un fin en sí mismo; se exalta la libertad por la libertad, pero ¿haríamos una estatua a la verdad?”.
Reflexionando sobre este aspecto exclamó: “¡Cuánto se sufre tratando de defender la mentira!, ¿a qué sí? Pienso que muchas de nuestras mentiras esconden la intención de conquistar mayor libertad, sin embargo, nos conducen en dirección opuesta, a malograr la libertad”.
En este sentido, la religiosa indicó que Jesús le desvela a cada uno con misericordia “aquello que necesita para ser libre, para vivir una vida feliz y fecunda. Pero, en su opinión, “no basta con discernir, sino que “es necesario decisión y valentía para arriesgar por la verdad; sin ‘noes’ firmes a ciertas situaciones, personas, adicciones… no florece el gran ‘sí’ a la verdadera vida”.
Recordando su propia vida antes de conocer en profundidad a Cristo, Verónica Berzosa contaba: “buscamos la felicidad, la libertad, sin saber dónde, como quien busca su tesoro a ciegas, pero sabe, ciertamente, que tiene un tesoro. Yo me decía: ‘seré feliz cuando…, seré libre cuando…, seré por fin yo cuando…’, y vivía esta vida como si llevara otra vida en la maleta, para mañana”.
Sólo existe el hoy, el aquí y el ahora
De esta manera, agregaba, “siempre conseguía ‘chafarme’ el momento presente, lo empequeñecía, como si sólo fuera una estación de paso, y mientras, me subía como en una cinta transportadora del aeropuerto, ¡pasajera en movimiento! ¿Hacia dónde va? Pues no lo sé..., pero seré feliz cuando llegue al destino, todo menos quedarme en esta estación. Pues bien, la mala noticia es que así jamás se llega a ninguna parte. Cómo me costaba abrazar que sólo existe el hoy, el aquí y el ahora”.
Por ello, declaró convencida que el hombre libre no es aquel que está “desapegado” o “desvinculado de todo” sino aquel “que se aferra al único Tesoro, a Cristo”.
Para acabar, Madre Verónica dijo con ímpetu a los jóvenes que a los cristianos se les ha confiado “irradiar la esperanza que viene de la fe, la revolución del amor, gracias al Espíritu Santo”.
“Queridos jóvenes, pasare lo que pasare, nunca abandonéis la Iglesia, no le deis la espalda jamás”, les animó, para recordarles que “si un día o sólo una hora, un instante, vislumbraste una lucecita que te invitaba a dejarlo todo por el amor de Cristo, ¡no cierres los ojos a esa luz!”.
Puedes leer aquí la meditación íntegra de la Madre Verónica sobre la libertad.
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