ReL reproduce cada día algunos pensamientos de «Él y yo»
Gabriela Bossis: enfermera y autora teatral, y la mística de los coloquios habituales con Jesús
Los lectores de ReL pueden asomarse todos los días, a través de la sección Estoy a la puerta y llamo, a los coloquios que Gabriela Bossis mantuvo con Jesús, basados en el ofrecimiento de sus dolores, en el amor y en el cumplimiento de la voluntad de Dios.
Gabriela Bossis (1874-1950) fue la menor de cuatro hijos en una familia católica francesa que la educó cristianamente. Se diplomó en enfermería y sirvió como tal en las misiones de Camerún, por lo que fue condecorada. Fue una persona abierta y comunicativa muy entregada a Cristo, pero que no sintió la vocación religiosa.
En 1923 escribió su primera comedia, alcanzó celebridad por obras entretenidas y edificantes que se estrenaron en numerosos países, incluso interpretando ella algún papel. En 1936 comenzó a transcribir sus diálogos con el Señor, una experiencia mística que vivió durante años. Fue dirigida espiritualmente por varios sacerdotes, que dieron luego testimonio de su paz interior. Todos esos escritos se agruparon en volúmenes agrupados bajo el título Él y yo. Murió después de experimentar durante varios meses dolencias respiratorias y pérdida de visión, que sobrellevó con el mismo espíritu de conformidad con la voluntad de Dios que guió toda su vida.
Él y yo acaba de editarse de nuevo en Italia, y con ese motivo Fabio Piemonte presenta a la mística francesa en La Nuova Bussola Quotidiana:
Gabriela Bossis, la mística que hablaba con Jesús
"Mi Amor secreto y dulce es, en realidad, para cada alma que vive en este mundo", le confió Jesús a Gabriela Bossis (1874-1950), una de las grandes místicas del siglo pasado. Es este el significado más íntimo y profundo de la transcripción de sus coloquios en un diario, Lui & io [Él y yo], publicado recientemente de manera íntegra en Italia, en el que cada diálogo de Gabriele con el Divino Maestro es puntualmente fechado y brevemente contextualizado.
Nacida en 1874, un año después de Santa Teresa de Lisieux, "Gabriela no fue una monja de clausura, sino que vivió durante tiempo en el mundo. Le interesaba la música, la danza y la literatura; escribía también obras de teatro, que representó en diversos lugares del mundo, incluidos Palestina y Marruecos", subraya el padre Antonio Maria Sicari en la introducción del libro.
Gabriela, en Nantes en el día de su Primera Comunión, cuando tenía diez años.
Jesús desea que Gabriela escriba también sus oraciones y la intima a dirigirse a Él con palabras de amor: "Repite: «Que a cada nuevo instante Tú seas el amor más grande de mi vida. Así, crecerás en Mí»". Y le susurra: "No te detengas en los detalles. Camina con la mirada fija en Mi Amor. ¿Caes? Vuelve a levantarte y a mirarMe de nuevo". La invita a ser "Mi sonrisa para todos, Mi voz amable". Asimismo, el Señor la exhorta a rezar, mientras le confía: "Cambio tus oraciones en oraciones mías, pero si tú no rezas... ¿Puedo hacer florecer una planta si tú no la siembras?". Y luego le aclara: "Cuando no te hablo, quiere decir que ha llegado para ti el momento de la acción. Habla con los otros como crees que Yo hablaría contigo. Te ayudaré".
En un llamamiento lleno de tristeza la exhorta a nutrir su amor hacia Él: "Veme en cada cosas; considera cada cosa en vista de la eternidad; sal de tu zona de confort, ámaMe más". En otra circunstancia la exhorta a vivir arraigada en su divina voluntad: "Desarráigate de ti misma, plántate en Mí" para que "tu vida sea un recogimiento constante, una incesante conversación con tu Señor". La invitación a la caridad hacia el prójimo está resumida en las expresiones: "Haz que Yo crezca en los otros" dado que "lo que haces a los otros, es a Mí a quien lo haces". Jesús la invita a recorrer la vía del amor siguiendo el ejemplo de María: "Mi Madre sólo vivía para Dios. No tenía ningún egoísmo, ni su vida estaba centrada en sí misma. Respondía exactamente a lo que quería el Creador, mientras La creaba. Imítala".
Por consiguiente, Gabriela pone a Cristo en el centro de su existencia. Y esto, como le explica Jesús, "quiere decir pensar en Mí. Hablar conmigo como el mejor amigo, el más dulce. Perseguir mis intereses. Sufrir por Mi causa. Cuidar de Mi Reino. Recordar Mis sufrimientos. Dejar fluir el propio amor en Mi amor en cada momento de la vida, y todo lo que se desprende de esto". La unión mística de su alma con Cristo es evocada también a través de esta bella imagen: "Yo soy la Hostia. Tú eres el ostensorio. Los rayos de sol son Mis Gracias a través de ti".
Un amor total requiere un amor total. Y entonces, "dado que Me entrego por entero, entrégate por entero, sin pensar ni siquiera en reservar algo para ti". Esta es la razón por la que el Maestro le susurra con amor: "En Mi Corazón estás en tu casa, hija Mía; también en la tierra, Esa es tu verdadera casa" y "haz sitio para Mí en tu corazón: entraré en él con todas Mis Gracias".
Una de las diversas ediciones en español que han tenido los coloquios de Gabriela Bossis.
Jesús la invita a menudo a una consideración adecuada de cada realidad, incluida la más pequeña, y de cada uno de sus actos: "No te sorprendas nunca de Mis Bondades. Las que quieres ver son menores de las que te rodean". Y más: "¿No te he dicho que nada es pequeño a Mis ojos? ¿Que todo está en el modo de amar con el que se realiza?". De aquí la sugerencia: "Que tu felicidad sea servirMe en los más pequeños detalles. Nada es pequeño cuando se trata de amor", dado que "cualquier pequeño esfuerzo, el más mínimo gesto, Me encanta, igual que una madre, que es feliz cuando su pequeño asume una nueva expresión".
En relación a la participación de Gabriela en los sufrimientos de Cristo, Él le repite: "Soporta las espinas de cada día por amor Mío. Esto preparará tu alma a la virtud heroica. Debes comprender que la unión con Dios es hacer la voluntad de Dios". El Señor no es un juez severo, sino un Padre misericordioso que se identifica metafóricamente con el personaje bíblico de Sansón cuando le revela: "Pierdo Mi fuerza de juez cuando un alma Me expresa la fidelidad de su amor. No es que este amor sea un gran amor, sino que es el más grande que es capaz de ofrecerme, por lo que Me llega a lo más hondo y me siento incline a plegarMe a su voluntad, que adopto como Mía".
Así hace el Maestro Divino también en el momento en el que llama a Sí a su esposa fiel, Gabriela. La cual, durante su última misa, invoca a Su Esposo con confiada esperanza: "¿Dónde estás amorosa Presencia?... Y después, ¿qué será?". Y Jesús le responde: "Seré Yo, siempre seré Yo".
Traducción de Elena Faccia Serrano para Religión en Libertad.