Guiadas por la Virgen y la Providencia siempre les ofrecieron cobijo y no durmieron en la calle
La experiencia de dos jóvenes «tradismáticas» haciendo misión a pie 1.600 kilómetros y sin dinero
Sin importarles qué les dirán y yendo a la contra del pensamiento dominante dos jóvenes francesas, Estelle Casanova (23 años) y Jeanne-Elisabeth Serot (25 años) decidieron embarcarse hace unos meses en una gran aventura, pero donde el centro ha sido únicamente la fe.
A través del conocido sendero de los aduaneros que recorre toda la Bretaña francesa estas dos católicas han realizado un viaje a pie, marcadamente evangelizador y testimonial, de más de 1.600 kilómetros entre la conocida abadía de Mont-Saint Michel y el santuario mariano de Pontmain pasando por la basílica de Sainte-Anne d´Auray, principal lugar de peregrinación de la región y el tercero de Francia tras Lourdes y Lisieux.
Partieron a esta misión abandonadas completamente a la providencia. Llevaban únicamente su mochila a la espalda y dos mudas de ropa. Sus bolsillos iban sin dinero pero sí repletos de cientos de medallas milagrosas que han distribuido en sus numerosos encuentros a lo largo de este camino de tres meses de duración. Y además junto a ellas ha ido siempre una talla de la Virgen de tamaño considerable, que ha abierto puertas y corazones en este tiempo.
Las dos jóvenes llevaban únicamente sus mochilas, el bastón que sujetaba a la Virgen y medallas milagrosas para repartir a los que salieran a su encuentro.
Más mérito cabe habiéndolo hecho en plena pandemia de Covid-19, con las muchas medidas de restricción y de distanciamiento social. Pese a ello, Estelle y Jeanne-Elisabeth han llamado a las puertas durante los 100 días que han peregrinado pidiendo refugio. Ni una sola noche durmieron en la calle.
En el interior de los hogares las dos jóvenes consiguieron introducir a la Virgen y los santos y dar testimonio de su fe a unas familias que querían conocer sus motivaciones o saber más sobre Dios.
Tanto Estelle como Jeanne-Elisabeth se reconocen como “tradismáticas”, un curioso fenómeno religioso que se está produciendo en Francia y que está generando una nueva generación de jóvenes católicos muy comprometidos.
Se trata de personas que viven la forma tradicional de la liturgia, pero que siguen las técnicas de evangelización carismáticas, donde la calle es un lugar fundamental de la misión.
Ambas han visto florecer esta llamada a realizar esta misión por los caminos de Bretaña en comunidades como los Misioneros de la Divina Misericordia, que viven totalmente esta fusión de realidades aparentemente opuestas. También en la comunidad de San Martín o en los Canónigos Regulares de Lagrasse. Y especialmente quedaron marcadas en su experiencia en la M de María, una gran peregrinación que forma una M en el mapa de Francia y que une los cinco grandes santuarios ubicados donde la Virgen se ha aparecido.
Por ello, las dos jóvenes han elegido caminar en todo momento junto a la Madre de Dios. De manera literal, junto a la imagen que viaja con ellas, y mediante a la oración a través del rezo diario del Rosario ofrecido por todas aquellas personas con las que se han encontrado.
“Creemos que llevamos nosotras a María, pero, de hecho, es ella quien nos guía y provoca encuentros”, comentan ambas a Famille Chretienne. Las pruebas de lo que dicen están, según ellas, en los numerosos encuentros que han sido provocados por la visión de la talla de la Virgen.
“Os he abierto porque vi la estatua de María”, les dijo una persona. Otra les dijo igualmente: “viéndola a través de mi ventana supe que venía a visitarme”. “¿María? ¡No puedo negarla nada!”, les dijo otra persona. Estos son únicamente algunos de los muchos ejemplos de este tiempo de intensa misión.
Evidentemente, muchas otras puertas nunca se les abrieron o bien tuvieron que sufrir las burlas o incluso insultos de aquellos que guardan grandes prejuicios contra los católicos. Pero nada que no valga la pena por anunciar a Cristo, aseguran.
Ahora, una vez terminada esta peregrinación/misión de 1600 kilómetros las dos jóvenes católicas se preguntan cómo mantener la evangelización en un lugar protagonistas en sus vidas ya de nuevos fijadas en sus hogares y rutinas. “En nuestras apretadas agendas la misión puede reducirse rápidamente a un goteo. Pero, ahora bien, no somos católicos sin ser misioneros”, agregan ambas.