Ana María Domínguez pensaba que era «el buen camino», pero descubrió que «abría puertas al mal»
Descubrió «la única Verdad» tras una vida en el Rotary Club y la Nueva Era: «Solo Cristo sana»
Durante 35 años, Ana María Delgado Domínguez vivió por y para la Nueva Era. Empezó pronto, cuando a los 14 años abandonó la Iglesia y la sustituyó por la búsqueda de la paz, la relajación y una comunidad en el yoga, convencida de que estaba "en el buen camino".
Entonces el yoga era una terapia alternativa incipiente en España. Llegada a finales de los años 70, Internet no podía ofrecer testimonios como el suyo, en este caso relatado al canal El rosario de las 11 pm. Tampoco se podía buscar información en la web, y los que sabían del tema no eran muchos.
La confusión de Aina, como la llaman, se acrecentaba cuando en las sesiones de meditación se nombraba a Jesús.
Aunque había dejado de practicar la fe, a lo largo de su vida trataba de mantenerse al menos cerca, bautizó a sus hijos y les enseñó a rezar. Pero cuando rondaba los veinte años, estaba decidida a dedicarse a la nueva era: quería ser profesora de yoga, tenía un local pensado y un maestro de la variante kundalini.
"En las clases teníamos discusiones con el grupo porque mirábamos un libro con el que hablábamos de Dios. Pero se le presentaba a un dios que era como una energía cósmica, en la que Dios y tú erais lo mismo, sin diálogo ni salvación. Solo energía", relata.
Nueva Era, reiki y yoga: "Se invocan demonios, no a Dios"
Su "despertar" respecto al yoga llegó en su primer viaje de los cuatro que hizo a Medjugorje. Allí conoció a un sacerdote que le desveló algo que nunca había escuchado sobre el yoga: "Me dijo que abría puertas al demonio, que cada postura era una adoración a otro `dios´ y que los chakras abrían unas energías desconocidas. Por eso los exorcistas dicen que es una puerta de entrada".
No le hizo falta más para poner punto y final al yoga. Pero en la Nueva Era, fue solo un punto y aparte.
"Después conocí el reiki, que mezcla la angeología, las piedras, la sanación… conocí a una chica que decía que este don (la sanación) se lo había dado Dios", relata.
Por entonces, aún no conocía el documento vaticano que hoy es una de sus lecturas principales, Jesucristo, portador de agua viva. Pasados los años, llegaría a la misma conclusión respecto al reiki. Entendió que las manos que se imponen en esta terapia "no sanan" ni son "sobernaturales".
"Las invocaciones son a otros seres, no al Espíritu Santo ni a los ángeles, sino a los demonios. Todo eso son puertas que se abren. Al principio parece que funciona y te encuentras mejor… yo me encontraba mejor. Pero el demonio actúa así, te pone todo en un bonito envoltorio y luego te tira al pozo", advierte.
Un vacío por el que "quería morir"
Pasados los años, Aina se vio "esclavizada" por completo, sumida en "un vacío" al que llegó sin apenas darse cuenta, buscando algo superior" a ella misma a través de un sinfín de terapias alternativas.
El punto de inflexión tuvo lugar hace unos cuatro años. Recuerda que "en todo lo que buscaba había una tristeza enorme", que le llevó al punto de "querer morir del vacío que sentía".
Un aspecto interesante que menciona es que, si no fue su principal responsable, la masonería tuvo mucho que ver con la llegada de la nueva era a España. Podría considerarse "un brindis al sol" de no ser porque sabe de lo que habla: durante años, Aina también perteneció al Rotary Club, con reseñables conexiones y miembros pertenecientes a la masonería, aunque no masónico en sentido estricto.
Carrera al alza en el Rotary Club: "No trabajaban para Cristo"
Las opiniones al respecto difieren: mientras que el sacerdote sacerdote de de RIES Vega-Hazas opina que "aunuque en su nacimiento había masones no es ni ha sido nunca masón", el estudioso Alberto Barcena afirma disponer de documentación histórica en la que "se ven como los masones les dictan las estrategias como en cualquier otra logia" y que "la vinculación histórica es evidente".
De hecho, se encontraba en un punto dentro de la organización que le iba a llevar a la presidencia del club y la fundación rotaria cuando consultó nuevamente a un sacerdote.
"Me dijo que saliera de inmediato, que era la "cara buena" de la masonería. Así que fui obediente, y renuncie", afirma.
Respecto al club rotario, hoy considera que "aunque hagan cosas buenas, no trabajan para Cristo, y todo lo bueno que hiciese, quería que fuese de mano de Jesús".
Tanto durante su presencia en la Nueva Era como en el Club Rotario, a Aina le perseguía una reflexión.
Los inicios del Rotary Club se remontan al 23 de febrero de 1905, cuando fue fundado por el abogado Paul Harris en Chicago. En la imagen, su sede central en Illinois.
"En la única Verdad" y sanada por Cristo
"No me encontraba con él, y una vez lo hice, lo tuve todo. A los católicos no es que nos vaya bien, pero tenemos la gracia y convicción de que estamos en el sitio correcto, en la única verdad que es Jesucristo, que es camino verdad y vida", afirma.
El encuentro tendría lugar hace unos cuatro años. Afirma que, con su vuelta a la Iglesia tras décadas al margen, no solo le debería a la fe posiblemente su vida, sino encontrarle un sentido.
Por ejemplo, en sus "cruces particulares" como algunos problemas de ansiedad y la medicación, recuerda que la sanación que no encontró en ninguna terapia alternativa, la halló en la fe y la oración.
Entonces, "no veía la forma" de dejar la prescripción médica y decidió dejarlo "en las manos de Dios. Le pedí mi sanación total y hoy estoy feliz de poder decir que es Cristo quien ha obrado esa sanación en mi vida".
"Hoy, por mucho que me pasen cosas que no son de mi agrado, sé que son parte de mi cruz y las acojo con la mayor alegría con Dios y la Virgen. Cuando entendí los diez mandamientos, fui feliz. Y en ese camino hacia Dios, le dije a la Virgen que si quería, que me encontrase a una persona. Me enviaron a un hombre que es mi esposo desde abril de 2021. [Con él] tengo un amor basado en Dios y la Eucaristía es mi alimento diario", concluye.