Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

En sus comunidades conviven cristianos y catecúmenos hasta que se bautizan

Un joven europeo como seminarista y luego sacerdote en Taiwán: los frutos tangibles de la misión

Giovanni Bergamo, sacerdote en Taiwán
Giovanni Bergamo es sacerdote misionero en Taiwán, donde sólo el 1% de la población es cristiana

ReL

Giovanni Battista Bergamo es un sacerdote italiano de tan sólo 36 años pero su labor pastoral está muy lejos de los canales de su Venecia natal, pues su misión está en la isla de Taiwán, donde menos del 1% de la población profesa la fe católica.

Perteneciente al Camino Neocatecumenal y criado en un ambiente muy ligado a la evangelización este joven llegó al seminario de Kaohsiung por un sorteo, tal y como se hace con los candidatos al sacerdocio en esta realidad eclesial. Hay 125 seminarios Redemptoris Mater repartidos por el mundo y los seminaristas llegan tras la extracción de su nombre en una bolsa. Una vez ordenados son sacerdotes diocesanos de aquellas diócesis.

En una entrevista con Gerardo Ferrara para CARF (Centro Académico Romano Fundación), el padre Bergamo habla de cómo llegó a ser sacerdote y de su experiencia misionera en un país en el que en su comunidad conviven católicos con catecúmenos que provienen del ateísmo u otras religiones mientras se preparan para el bautismo:

-¿Cuántos sois en vuestra familia?

-Mis padres tuvieron 5 hijos (yo soy el pequeño). Mis hermanos están casados, ¡y tengo 15 sobrinos! Mi hermano Pietro con su esposa y sus 5 hijas son misioneros en Bélgica. Mi padre siempre ha continuado su vida profesional y académica en Venecia, pero al mismo tiempo, realizaba actividades de catequesis y evangelización en otras ciudades del Véneto. Además, brindó voluntariamente ayuda profesional para el diseño de iglesias y seminarios en territorios de misión (Kazajstán, Georgia, Taiwán, Croacia, Canadá, etc.).

-¿Qué es lo que les atrajo más de esta nueva realidad eclesiástica?

-Pues, sobre todo el hecho de encontrar en el Camino una respuesta seria y profunda a sus más genuinas aspiraciones, en el contacto personal y comunitario con la Palabra de Dios, en una Liturgia participativa y en una vida de celebración comunitaria. Tuvieron un encuentro profundo con el Señor y sus vidas empezaron a cambiar: nacieron familias muy numerosas con 8, 9, 10 hijos; algunos se fueron a evangelizar, algunos incluso al extranjero, a Alemania, Croacia, etc.

Giovanni Bergamo en la JMJ de Colonia

Giovanni, en el extremo derecho de la imagen, en la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia de 2005

-Una familia totalmente dedicada a la Iglesia y a su misión. Y una familia que reza es un instrumento de evangelización para los demás.

- Sí, de verdad… Crecí en este ambiente eclesial y tengo recuerdos maravillosos de cuando era niño y nos reuníamos para celebrar la Eucaristía con la comunidad de mis padres.  Además, el Camino inicia a las familias en algunas formas muy hermosas de oración doméstica que yo he experimentado, como la celebración familiar de las Laudes dominicales, a través de las cuales los padres les transmiten la fe a sus hijos.

La belleza de la vida cristiana y los signos de fe que el Espíritu Santo suscitó en el Camino Neocatecumenal han creado un deseo de emulación en nuestra generación. Tanto es así que, a pesar de las dificultades que conocemos de la sociedad cada vez más descristianizada y secularizada de hoy, y a pesar de que la población de Venecia está envejeciendo y es menos numerosa, ahora solo en mi parroquia hay 10 comunidades neocatecumenales, la mayoría de ellas formada por los hijos y nietos, que a su vez se casan, tienen familias numerosas y transmiten la fe a sus hijos.

En mi antigua comunidad veneciana, la quinta comunidad neocatecumenal de la parroquia de Santa María Formosa, actualmente hay unos 30 miembros, muchos matrimonios jóvenes con más de 30 hijos en total y 3 sacerdotes misioneros.

-Pero, como todos los jóvenes, llegó el momento de encontrar tu propia dimensión de desarrollo espiritual y vocacional.

-La fe es una experiencia personal y yo nunca hubiera pensado en encontrarme a los 36 años como sacerdote en el otro lado del mundo. Después de la Confirmación, en el período de la adolescencia inicié el Camino con mi pequeña comunidad, formada principalmente por los hijos de las familias de la primera comunidad. Desde ese momento siempre he participado en las celebraciones, seguido por un grupo de catequistas laicos y el sacerdote responsable. Juntos participamos en las Jornadas Mundiales de la Juventud con el Papa, desde Roma en 2000 hasta la última en Polonia y otras experiencias de evangelización.

Tenía una vida muy activa, en la adolescencia: frecuentaba una escuela pública y sobresalía en muchas materias; jugaba al fútbol y al baloncesto;  me gustaba la música, tocaba la trompeta… Mi vida era básicamente la vida normal de un chico veneciano de clase media. Mi proyecto era tener éxito con mis habilidades, tener una buena familia, ser profesor, un poco como mi padre. Estudié filosofía en Venecia, en un ambiente totalmente ateo, dedicado a la búsqueda autónoma, a través de la razón humana, de una verdad en la que Dios no tiene lugar.

En cierto momento tuve todo lo que pensé que me daría felicidad: tenía una guapa novia y nos preparábamos para el matrimonio, tenía muchos amigos, en la universidad era brillante y entre los mejores, quien me conocía veía a una persona exitosa. Pero por dentro me sentía vacío, solo, lleno de complejos y sustancialmente insatisfecho.

-Pasaste por un momento de desesperación, ¿cómo volviste a casa?

-En ese momento Dios permitió que mi padre tuviera una enfermedad grave, luego unos amigos míos tuvieron algún momento de sufrimiento muy grave: me encontré sin una respuesta concreta ante la muerte y el dolor, a pesar de todos mis éxitos y de mis estudios filosóficos. Entré en un período triste y desesperado, en el que la vida me pareció básicamente una estafa. Me refugiaba cada vez más en mis estudios, en mis proyectos, pero me parecía que ya nada tenía sentido. Mi relación emocional también colapsó y durante un tiempo me encontré sin la fuerza para hacer absolutamente nada.

Gracias a Dios nunca salí de mi comunidad, donde me sentí aún más amado en un período tan oscuro. Aunque había estado en la Iglesia desde que nací, quizás solamente en aquel momento he podido escuchar verdaderamente el anuncio del amor gratuito de Dios por mí, no por mis méritos sino por su bondad. La Palabra de Dios me habló profundamente y en mí renació una nueva vida y la posibilidad de amar y perdonar. Luego reanudé mis estudios, me gradué; pude reconciliarme con mis padres y servir a mi padre en la última parte de su vida: esto me llena de alegría.

Giovanni, sacerdote en Taiwán

-…y decidiste entregarte a Dios.

-Sí, sentí que estaba dispuesto a darle a Dios la disponibilidad para hacer lo que fuera su voluntad, incluso para ingresar al seminario y ser sacerdote. En 2011, tras un tiempo de discernimiento, entré en un Seminario Redemptoris Mater para la nueva evangelización.

En el Camino Neocatecumenal, los candidatos al sacerdocio no ingresan al seminario más cercano a su diócesis. El seminario de destino, pues, se sortea en un momento de oración en el cual hay un tiempo donde, por extracción, se llama a un seminarista a ir a una determinada ciudad trazada en un mapa, cualquiera ciudad en el mundo donde haya un seminario Redemptoris Mater para ayudar a la diócesis local en la nueva evangelización.

Y yo fui enviado por extracción al Seminario Redemptoris Mater en Kaohsiung, Taiwán. Nuestro seminario, por voluntad de S.E. el cardenal Peter Shan, entonces obispo de Kaohsiung, quien firmó el decreto de erección, está destinado al servicio del pueblo chino en cualquier parte del mundo.

-Me imagino que no debe haber sido fácil…

-En absoluto, tan pronto como llegué a Taiwán tuve que aprender el chino. En medio de mil dificultades, la experiencia fue hermosa porque en esta debilidad sientes al Señor ayudándote; ves a los chinos que, aunque no conocen el evangelio, se acercan a ti, te ayudan y al final se conmueven al ver a personas que dan la vida por ellos.

La base de nuestra formación es precisamente el Camino Neocatecumenal como itinerario de formación católica para una fe adulta. Por lo tanto, incluso en el seminario pude continuar el Camino en una comunidad neocatecumenal local. Ahora mis hermanos de la comunidad ya no son mis compañeros de infancia, sino jóvenes, mayores y matrimonios chinos. Pude conocer sus sufrimientos, entrar en sus hogares, preparar la Palabra junto con ellos, celebrar con ellos y conocer a sus familias. Ahora los siento como hermanos: es realmente conmovedor experimentar la comunión y la unidad que el Espíritu Santo da incluso a personas tan distantes cultural y lingüísticamente.

-También hace falta una formación teológica y pastoral muy buena para una misión tan grande y difícil…

-Además del estudio de chino y teología, nuestros seminarios incluyen un tiempo de experiencia misionera itinerante fuera del seminario, acompañando a sacerdotes, catequistas y familias en misiones en todo el mundo. He estado en Hong Kong y China durante aproximadamente un año. Fue un tiempo hermoso en el que pude ver la pobreza pero también el amor de Dios y el poder del anuncio de su Palabra y de los sacramentos.

 El 6 de julio de 2019 fui ordenado sacerdote por S.E. Peter Liu, obispo de Kaohsiung. Serví durante un año en una parroquia aborigen, primero como diácono y luego como presbítero. Finalmente, fui enviado al seminario donde estoy ahora, como prefecto de estudios.

-Y el año pasado te matriculaste en la licenciatura de Teología en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, donde se están formando varios compañeros del Camino Neocatecumenal pero también decenas de sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas de todo el mundo de distintas órdenes religiosas o realidades de la Iglesia Católica.

-Una maravilla. Por eso en nuestro seminario, junto con los demás formadores y líderes y en comunión con el obispo Liu, sentimos que es importante proporcionar a los sacerdotes una formación seria lo más cercana posible a Roma y por eso continúo mi formación teológica en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, donde muchos de nosotros están teniendo la posibilidad de una enseñanza excelente y con un seguimiento personalizado y familiar.

Yo, en particular, junto con el obispo y mis compañeros del seminario Redemptoris Mater, estamos inmensamente agradecidos por la ayuda que el CARF, con sus benefactores, brinda a nuestra misión particular en una tierra tan lejana, por amor al Señor y al pueblo chino. ¡Cada día recuerdo a mis benefactores en nuestras oraciones y en nuestras celebraciones eucarísticas!

-La ayuda proporcionada por los benefactores del CARF para la formación de los sacerdotes no es tanto al estudiante sino sobre todo a la diócesis y al pueblo de Dios al que el servicio de aquel sacerdote va a beneficiar…

-…¡Y con mucho trabajo por hacer! Taiwán es una isla con una población de alrededor de 23 millones de personas. Los cristianos son menos del 1%. La religión más común es un sincretismo de base taoísta y budista, que también incluye el culto a varias deidades locales y el culto a los antepasados ​​típico de la cultura china.

Estamos aquí sirviendo a la Diócesis de Kaohsiung, anunciando el Evangelio y formando pequeñas comunidades cristianas que emprenden este itinerario de formación cristiana adulta que es el Camino Neocatecumenal. Las comunidades aquí en Taiwán tienen la particularidad de estar compuestas también por muchos catecúmenos no bautizados, provenientes de familias paganas, budistas o taoístas. Este tiempo de iniciación les ayuda a tener una experiencia concreta de Jesucristo: el contacto con la Palabra, el amor cristiano que se vive en la comunidad, cambia poco a poco sus vidas y les da un testimonio profundo del poder de la resurrección.

Cuando llegan al bautismo, que se administra por inmersión durante la vigilia pascual, el sello sacramental del bautismo encuentra una tierra ya roturada, arada y lista para dar hermosos frutos de vida cristiana, hermosos y duraderos. Hoy en nuestras comunidades vemos jóvenes chinos que tienen matrimonios cristianos con muchos hijos, diferentes testimonios de fe ante la enfermedad y la muerte: una luz que brilla en una sociedad todavía en tinieblas.

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