Martín Echavarría, decano de Psicología en el Abat Oliba CEU, distingue conceptos
«El juicio sobre la aptitud del seminarista corresponde a sacerdotes y formadores, no al psicólogo»
Martín Echavarría es decano de la Facultad de Psicología de la Universitat Abat Oliba CEU, en Barcelona. Va a participar en unas Jornadas de Espiritualidad y Psicología organizadas para el 2 y 3 de septiembre por el Instituto del Corazón de Cristo, en colaboración con el Instituto Teológico San Ildefonso de Toledo y su Aula de Teología Cardenal González Martín. (Pincha aquí para conocer el programa y aquí para la inscripción.) Su intervención llevará por título ¿Qué es la Psicología? Alcances y límites para su uso en la Iglesia.
-¿Es fácil determinar los límites y competencias de la psicología y la espiritualidad?
-La delimitación no es fácil por las ambigüedades de la psicología contemporánea. A veces se tiene una concepción muy simplista de lo que es la psicología, y se la trata como una ciencia más, en el sentido contemporáneo de la palabra. Se piensa en la psicología como una ciencia experimental de laboratorio, según el modelo de Wilhelm Wundt, del siglo XIX, cuando en realidad muy pocos psicólogos tienen experiencia en la investigación experimental.
»Por otro lado, se confunde la figura del psicólogo con la del psiquiatra, y no se sabe muy bien qué esperar de él. Hoy, la investigación en psicología es fundamentalmente una investigación estadística, y la práctica de la psicología se ha ido diversificando y especializando bastante. Sin embargo, la praxis de la psicología no es la mera aplicación de esa investigación estadística, sino que implica, explícita o implícitamente, una antropología.
»La investigación estadística puede ser muy útil para conocer determinados hechos, pero no puede darnos una visión completa del ser humano y, por eso, sabiéndolo o no, los psicólogos suelen recurrir a modelos antropológicos tomados de la filosofía o de la moda. Aunque la antropología es muy importante para el médico, por supuesto, es mucho más importante para el psicólogo. De hecho, el nombre de “psicología” se aplicó, antes que nada, a lo que hoy llamamos “antropología filosófica”, antes del surgimiento de la psicología experimental.
»Si denominamos “psicología” sólo a la psicología “científica”, es decir a la investigación experimental y estadística, esta no puede darnos una visión completa del ser humano. Pero el psicólogo tiene esa visión completa, y la toma de otro lado. Muchas veces, el psicólogo se transforma en un verdadero gurú, del que se esperan las respuestas más profundas sobre el sentido de la vida, lo que demuestra que se lo considera mucho más que un mero científico o técnico.
»Cuando se recurre a la ayuda del psicólogo desde ámbitos eclesiásticos, se debería tener bien presente que lo que la ciencia psicológica puede aportar por sí misma es una visión muy parcial. La visión de conjunto, si el psicólogo la tiene, no la recibe de la ciencia, sino de la filosofía y, si es un buen psicólogo católico, de la teología.
Martín Echavarría es licenciado en Psicología y en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica Argentina y doctor en Filosofía por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum.
»En el caso del discernimiento vocacional, es muy importante que el psicólogo tenga esa visión de conjunto, aunque también los sacerdotes y formadores deben tener claro que el juicio último sobre la aptitud para el camino vocacional del seminarista o del religioso les corresponde a ellos, no al psicólogo.
Por otro lado, que el psicólogo al que se recurra tenga una vida moral y espiritual profunda es capital. Pío XII, que es el Papa que tiene un Magisterio más sistemático sobre la psicología, decía sobre el psicólogo (no sólo del que se ocupa del tema vocacional): “A éste se le exige no sólo un conocimiento teórico de las normas abstractas, sino un sentido moral profundo, meditado, largamente formado por una constante fidelidad a su conciencia. El psicólogo realmente deseoso de no buscar más que el bien de su paciente se mostrará tanto más celoso en respetar los límites fijados a su acción por la moral cuanto que tiene, por así decirlo, en sus manos las facultades psíquicas de un hombre, su capacidad de obrar libremente, de realizar los valores más altos incluidos en su destino personal y en su vocación social.“
-¿Vale cualquier escuela psicológica para ayudar en el discernimiento y aptitudes de los candidatos?
-Las escuelas de Psicología se distinguen, más que por sus distintos enfoques metodológicos, por las filosofías subyacentes. Hay muchas filosofías y, consiguientemente, muchas psicologías. Y, así como no todas las filosofías son compatibles con la fe y la sana razón, no todas las psicologías lo son.
»De hecho, es un terreno en el que se debe tener mucho cuidado, porque la formación de los psicólogos, en prácticamente todas las universidades del mundo, incluso las católicas, es materialista y positivista, y muchas veces llena de prejuicios sobre la fe.
»Hace pocos años, el Journal of Theoretical and Philosophical Psychology, una revista de una de las asociaciones de psicólogos más importantes del mundo, la American Psychological Association (APA), dedicó un número a estudiar la pregunta de si hay un sesgo antirreligioso en la psicología contemporánea. La respuesta fue afirmativa. Este sesgo viene desde el naturalismo de los fundadores de la psicología contemporánea, como Wundt y Freud, y sigue siendo hoy muy extendido, aunque en los últimos años haya retrocedido un poco.
»Con mucha lucidez, San Juan Pablo II decía a los miembros de la Rota romana, advirtiéndoles de tener cautela en el uso de peritos psicólogos, y no dejarse sugestionar en su juicio: “Ese peligro [que el juez eclesiástico se deje ‘sugestionar por conceptos antropológicos inaceptables’] no es solamente hipotético, si consideramos que la visión antropológica, a partir de la cual se mueven muchas corrientes en el campo de la ciencia psicológica en el mundo moderno, es decididamente, en su conjunto, irreconciliable con los elementos esenciales de la antropología cristiana... Parten de la idea pesimista según la cual el hombre no podría concebir otras aspiraciones que aquellas impuestas por sus impulsos, o por condicionamientos sociales; o, al contrario, de la idea exageradamente optimista según la cual el hombre tendría en sí y podría alcanzar por sí mismo su propia realización”.
»Estas afirmaciones siguen teniendo vigencia hoy en día, y se debe trabajar en la dirección del desarrollo de una psicología fundada en la antropología cristiana.
-¿Cuál es su propuesta?
-Pienso que se debe trabajar en varios frentes. En primer lugar, por el desarrollo de una psicología integral. Llamo así a una psicología que, además de la seriedad metodológica y técnica en el ámbito científico, se funde de una manera orgánica en una sana antropología filosófica y en una profunda antropología teológica. No se trata de confundir esos distintos niveles epistemológicos, por el contrario, pero sí de tenerlos integrados, en la teoría y en la práctica.
»En segundo lugar, hay que formar, a psicólogos y a sacerdotes y religiosos, para que comprendan la complejidad del ser humano a la luz de la fe y de la razón, para afrontar los retos de comprender al hombre de hoy, tan fragmentado y conflictuado interiormente.
»Finalmente, pienso que los superiores y formadores de sacerdotes y religiosos deberían tener bien presente que el centro y la forma del discernimiento vocacional es espiritual, y que el aporte de las ciencias humanas siempre será limitado y no puede dar el juicio último. Es importante no violentar las conciencias y que el discernimiento tenga como centro ese diálogo entre el Espíritu Santo y el alma del que discierne.
»La intervención del psicólogo debería ser consentida y comprendida por aquel a quien se supone que ayudará, y se debe cuidar muchísimo que esa intervención sea bien pensada en cuanto a su sentido, y no sea un mero procedimiento burocrático, en el que la persona se sienta tratada como una cosa. Por eso es tan importante, no sólo contar con psicólogos bien formados, sino con formadores santos, lúcidos y bien preparados intelectualmente.