Se teme que fuera asesinado
Hace un año que desapareció el vicenciano Alfonso Asencios en la selva peruana de Moyobamba
El padre Alfonso Asencios, misionero vicentino (padre paúl), salió de la sede parroquial de la parroquia Virgen de los Remedios, de la Banda de Shilcayo, una ciudad del noroeste peruano, el día 19 de noviembre del año pasado con destino Chazuta. Tenía que atender pastoralmente a esta población.
Tenía que oficiar bautizos, un matrimonio, misa.
Salió con la camioneta para la misión, llegando en hora y media a Chazuta.
Sin embargo, ese mismo día se desató una fuerte lluvia, que provocó deslizamientos de lodo y piedras, cerrando el camino de vuelta.
Este desastre natural provocó además la muerte de una persona, y el padre Asencios acudió para consolar a la familia y oficiar las exequias.
Teniendo prisa por volver a su parroquia para cumplir otros oficios sacerdotales, tomó la decisión de regresar caminando, cruzando los cerros, por los caminos peatonales que llevan al pueblo cercano de Santa Elena.
Algunas personas lo vieron cruzar el parque central del poblado, era todavía de noche y muy de mañana. Y desde entonces no se tienen noticias de él. Se da como desaparecido desde el 23 de noviembre del 2011.
Según cuenta el superior provincial en Perú de los vicentinos, el padre Rubén Pedro Borda, “mantenemos el lema: ‘buscando a un hermano, la esperanza no se agota’. Nuestra búsqueda se une al clamor de tanta gente que llora a sus hijos desaparecidos, que invocan la acción de los organismos judiciales y policiales, para no dejar impune estos acontecimientos. La sangre de alguien que ha sido asesinado clama justicia. Y más, en este caso, de un sacerdote, misionero en la selva peruana durante 18 años, en plena madurez de la vida con 65 años de edad y 33 años como sacerdote vicentino. Un hombre cabal, virtuoso y lleno de Dios, para el servicio a los pobres en esos lugares tan apartados de nuestra selva”.
El provincial añade que “el mejor testimonio, es el que da cuanta persona lo ha conocido, señalando sus virtudes y sus cualidades personales y profesionales, (ya que era maestro en educación escolar)."
"Siempre sabían que podían encontrar en el padre Alfonso, a un amigo, un guía espiritual, un consejero, alguien que vivía su sacerdocio y que entregaba a Dios como fuente de paz y amor. Su sencillez ganaba a todos, y todos se beneficiaban de su extraordinario don de servicio, ayuda, colaboración. Con gozo podía atravesar lodazales y llegar lleno de barro a los pueblos, para celebrar la misa. La gente le amaba. En sus eucaristías, y en la administración de los sacramentos, su sencillez y cercanía, hacían más palpable la presencia de Dios".
"Mucha gente, extraña las delicadezas personales que él tenía, cuando iba de camino saludaba a todos, se acercaba a platicar, daba su tiempo fraterno. Y si iba en camioneta, se detenía para invitar a los caminantes a subir al vehículo, para ahorrarles la fatiga del viaje, de la lluvia, del inclemente sol. Y si en el camino había algún desastre natural, o había que ayudar en mano de obra en una casa u obra comunal, no dudaba en ponerse en ropa de trabajo, para remover piedras, cortar troncos, cargar ladrillos".
"Y en este afán de servicio, como ingeniero no graduado, dirigió la construcción de Capillas para el culto religioso. Obras que hablan de él. Su caminar por la selva peruana no fue en vano, su vida es memoria viva en el corazón de mucha gente, su testimonio sacerdotal, sigue acercando los corazones a Dios. El padre Alfonso Asencios, ha marcado un camino de servicio apostólico martirial en la selva”.
Tenía que oficiar bautizos, un matrimonio, misa.
Salió con la camioneta para la misión, llegando en hora y media a Chazuta.
Sin embargo, ese mismo día se desató una fuerte lluvia, que provocó deslizamientos de lodo y piedras, cerrando el camino de vuelta.
Este desastre natural provocó además la muerte de una persona, y el padre Asencios acudió para consolar a la familia y oficiar las exequias.
Teniendo prisa por volver a su parroquia para cumplir otros oficios sacerdotales, tomó la decisión de regresar caminando, cruzando los cerros, por los caminos peatonales que llevan al pueblo cercano de Santa Elena.
Algunas personas lo vieron cruzar el parque central del poblado, era todavía de noche y muy de mañana. Y desde entonces no se tienen noticias de él. Se da como desaparecido desde el 23 de noviembre del 2011.
Según cuenta el superior provincial en Perú de los vicentinos, el padre Rubén Pedro Borda, “mantenemos el lema: ‘buscando a un hermano, la esperanza no se agota’. Nuestra búsqueda se une al clamor de tanta gente que llora a sus hijos desaparecidos, que invocan la acción de los organismos judiciales y policiales, para no dejar impune estos acontecimientos. La sangre de alguien que ha sido asesinado clama justicia. Y más, en este caso, de un sacerdote, misionero en la selva peruana durante 18 años, en plena madurez de la vida con 65 años de edad y 33 años como sacerdote vicentino. Un hombre cabal, virtuoso y lleno de Dios, para el servicio a los pobres en esos lugares tan apartados de nuestra selva”.
El provincial añade que “el mejor testimonio, es el que da cuanta persona lo ha conocido, señalando sus virtudes y sus cualidades personales y profesionales, (ya que era maestro en educación escolar)."
"Siempre sabían que podían encontrar en el padre Alfonso, a un amigo, un guía espiritual, un consejero, alguien que vivía su sacerdocio y que entregaba a Dios como fuente de paz y amor. Su sencillez ganaba a todos, y todos se beneficiaban de su extraordinario don de servicio, ayuda, colaboración. Con gozo podía atravesar lodazales y llegar lleno de barro a los pueblos, para celebrar la misa. La gente le amaba. En sus eucaristías, y en la administración de los sacramentos, su sencillez y cercanía, hacían más palpable la presencia de Dios".
"Mucha gente, extraña las delicadezas personales que él tenía, cuando iba de camino saludaba a todos, se acercaba a platicar, daba su tiempo fraterno. Y si iba en camioneta, se detenía para invitar a los caminantes a subir al vehículo, para ahorrarles la fatiga del viaje, de la lluvia, del inclemente sol. Y si en el camino había algún desastre natural, o había que ayudar en mano de obra en una casa u obra comunal, no dudaba en ponerse en ropa de trabajo, para remover piedras, cortar troncos, cargar ladrillos".
"Y en este afán de servicio, como ingeniero no graduado, dirigió la construcción de Capillas para el culto religioso. Obras que hablan de él. Su caminar por la selva peruana no fue en vano, su vida es memoria viva en el corazón de mucha gente, su testimonio sacerdotal, sigue acercando los corazones a Dios. El padre Alfonso Asencios, ha marcado un camino de servicio apostólico martirial en la selva”.
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