Clausura del XII Católicos y Vida Pública
Joaquín Navarro-Valls señala en el Congreso del CEU que «la fe no puede jugar hoy a la defensiva»
El anterior portavoz de la Santa Sede clausuró el XII Congreso de Católicos y Vida Pública que cada año organiza la fundación San Pablo-CEU y la Acdp.
“Después de decenios, siglos, en los que los cristianos han luchado contra la ‘descristianización’, y en el contexto de neopaganismo actual, la fe no puede permanecer a la defensiva”.
Así lo afirmó Joaquín Navarro-Valles, anterior portavoz de la Santa Sede, durante la ponencia de clausura del XII Congreso anual “Católicos y Vida Pública”, ayer en Madrid, y en el que, según los organizadores, hubo alredor de 1.300 participantes.
Este congreso, que organiza la Fundación San Pablo-CEU (Asociación Católica de Propagandistas - ACdP), reune cada año a importantes representantes del mundo católico europeo para debatir sobre cuestiones relacionadas con la presencia social del cristianismo.
Con el lema “Arraigados en Cristo: Firmes en la Fe y en la Misión”, el congreso de este año centró su atención especialmente en la cuestión de la laicidad en Europa, y en la necesidad de una nueva evangelización del tejido social europeo.
Este tema fue abordado por Joaquín Navarro-Valls en la conferencia de clausura, en la que pidió un amplio “cambio de perspectiva” de los cristianos “frente a los desafíos de nuestro tiempo”.
El cristianismo, explicó, “ya no debe ser visto como una tradición que salvaguardar, sino como la perspectiva de una vida futura que hay que recrear”. Es decir, que la pregunta que hoy ha de interpelar a los creyentes no es “si el cristianismo sabrá sobrevivir, sino si sabrá “expandirse de nuevo”.
En el actual contexto del relativismo, que Navarro-Valls definió como la “tendencia a construir la propia certeza al margen de la verdad”, la principal fuerza del cristiano debe ser”la irradiación a través de su pensamiento y de su actuar de su encuentro personal con Cristo”.
“Cuando el cristiano se comporta como cristiano convence siempre”, afirmó.
“La religión –añadió – es un valor absoluto, universal y humano”. Como tal, “la política ha de ocuparse de ella no desde un plano cultural sino antropológico”, considerando la religión “un derecho común indispensable para el bien de todos”.
Así se expresó también, durante la apertura del congreso, el nuncio en España, monseñor Renzo Frattini, al afirmar que los cristianos “no buscan la hegemonía política y cultural”, sino que lo único que les mueve es “la convicción de que Cristo es la piedra angular de toda construcción humana”.
Por su parte, el presidente de la ACdP y del CEU, Alfredo Dagnino, afirmó que la laicidad “no puede ser hostilidad para con el hecho religioso”, sino que debe partir del “reconocimiento del valor positivo del cristianismo para el bien común”.
También el presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, el sacerdote español Julián Carrón, insistió en la necesidad, por parte de los propios cristianos, de “superar el reduccionismo de contraer el alcance del cristianismo a una ética o a una doctrina”.
“El testimonio de cristianos que hacen presente a Cristo, hace de la fe algo ´contemporáneo´ y é sta es la gran baza del cristianismo en nuestros días – afirmó –. En este momento, en el que el deterioro del hombre avanza, la Iglesia tiene la oportunidad de mostrar la potencia de vida que corre por sus venas”.
Laicidad positiva
El tema de la laicidad fue también objeto de una mesa redonda, en la que intervinieron el redactor jefe adjunto del diario francés Le Figaro, Jean Sevillia, el diputado de la Cámara de Diputados de la Republica Italiana y presidente del grupo EPP/CD en el Consejo de Europa Luca Volonte, y la catedrática de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad de Zaragoza, Zoila Combalía Solís.
El político italiano Luca Volonte afirmó por su parte la necesidad de la regulación del nuevo fenómeno del pluralismo religioso, pero sin imposiciones ideológicas.
La Catedrática de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad de Zaragoza, Zoila Combalía Solís, explicó la diferencia entre el laicismo militante y la neutralidad de los poderes públicos hacia las diferentes religiones.
El primero se basa en el modelo laicista decimonónico francés. Por él, se pretende expulsar a las religiones del debate social y relegarlas al ámbito de lo privado, si bien esta propuesta tiene el peligro de que impida el desarrollo de la libertad personal.
En el segundo, que fue el modelo elogiado por el propio Papa Benedicto XVI durante su visita pastoral a Estado Unidos en 2008, parte del ejemplo de la Constitución Americana, donde la separación de la religión y del Estado se realiza para lograr una convivencia pacífica y la libertad de culto.
La catedrática alertó también contra el riesgo de que, “ante la falta de consenso en temas sociales tan sensibles com o el derecho a la vida y a la dignidad personal, la libertad religiosa, la educación de los hijos por parte de los padres según sus propias convicciones, se pueda dar la situación de que el Estado fuerce a alguien a actuar contra sus propias convicciones”.
Por su parte, Jean Sevillia afirmó que “si Europa no quiere reconocer sus raíces cristianas se va a suicidar”, pues el olvido de las raíces cristianas entronca y se agrava con el “individualismo”, junto un concepto pervertido de libertad.
Dentro de este ámbito, genera especial desorientación “la confusión de la libertad religiosa con la libertad de conciencia”, afirmó el periodista francés.
Esta idea de laicidad positiva fue también ilustrada en una ponencia-marco por Sergio Belardinelli, profesor de sociología de la Universidad de Bolonia, quien afirmó que se necesita “un Estado laico que sea capaz de organizar la convivencia pacífica entre las distintas confesiones”.
Belardinelli apostó también por una “versión de laicidad distinta de la dominante”. Se decanta, en este punto, por el modelo americano de laicidad, que se sustenta en la colaboración entre lo político y lo religioso, en lugar de la “recíproca deslegitimación” que caracteriza el modo europeo.
En esta línea, Belardinelli afirmó que a los católicos les “ha llegado la hora de pensar en que hay que participar en la generación del consenso. Hay que entrar donde se produce el consenso”, añadió. “No podemos correr el riesgo de esperar”, concluyó.
Así lo afirmó Joaquín Navarro-Valles, anterior portavoz de la Santa Sede, durante la ponencia de clausura del XII Congreso anual “Católicos y Vida Pública”, ayer en Madrid, y en el que, según los organizadores, hubo alredor de 1.300 participantes.
Este congreso, que organiza la Fundación San Pablo-CEU (Asociación Católica de Propagandistas - ACdP), reune cada año a importantes representantes del mundo católico europeo para debatir sobre cuestiones relacionadas con la presencia social del cristianismo.
Con el lema “Arraigados en Cristo: Firmes en la Fe y en la Misión”, el congreso de este año centró su atención especialmente en la cuestión de la laicidad en Europa, y en la necesidad de una nueva evangelización del tejido social europeo.
Este tema fue abordado por Joaquín Navarro-Valls en la conferencia de clausura, en la que pidió un amplio “cambio de perspectiva” de los cristianos “frente a los desafíos de nuestro tiempo”.
El cristianismo, explicó, “ya no debe ser visto como una tradición que salvaguardar, sino como la perspectiva de una vida futura que hay que recrear”. Es decir, que la pregunta que hoy ha de interpelar a los creyentes no es “si el cristianismo sabrá sobrevivir, sino si sabrá “expandirse de nuevo”.
En el actual contexto del relativismo, que Navarro-Valls definió como la “tendencia a construir la propia certeza al margen de la verdad”, la principal fuerza del cristiano debe ser”la irradiación a través de su pensamiento y de su actuar de su encuentro personal con Cristo”.
“Cuando el cristiano se comporta como cristiano convence siempre”, afirmó.
“La religión –añadió – es un valor absoluto, universal y humano”. Como tal, “la política ha de ocuparse de ella no desde un plano cultural sino antropológico”, considerando la religión “un derecho común indispensable para el bien de todos”.
Así se expresó también, durante la apertura del congreso, el nuncio en España, monseñor Renzo Frattini, al afirmar que los cristianos “no buscan la hegemonía política y cultural”, sino que lo único que les mueve es “la convicción de que Cristo es la piedra angular de toda construcción humana”.
Por su parte, el presidente de la ACdP y del CEU, Alfredo Dagnino, afirmó que la laicidad “no puede ser hostilidad para con el hecho religioso”, sino que debe partir del “reconocimiento del valor positivo del cristianismo para el bien común”.
También el presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, el sacerdote español Julián Carrón, insistió en la necesidad, por parte de los propios cristianos, de “superar el reduccionismo de contraer el alcance del cristianismo a una ética o a una doctrina”.
“El testimonio de cristianos que hacen presente a Cristo, hace de la fe algo ´contemporáneo´ y é sta es la gran baza del cristianismo en nuestros días – afirmó –. En este momento, en el que el deterioro del hombre avanza, la Iglesia tiene la oportunidad de mostrar la potencia de vida que corre por sus venas”.
Laicidad positiva
El tema de la laicidad fue también objeto de una mesa redonda, en la que intervinieron el redactor jefe adjunto del diario francés Le Figaro, Jean Sevillia, el diputado de la Cámara de Diputados de la Republica Italiana y presidente del grupo EPP/CD en el Consejo de Europa Luca Volonte, y la catedrática de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad de Zaragoza, Zoila Combalía Solís.
El político italiano Luca Volonte afirmó por su parte la necesidad de la regulación del nuevo fenómeno del pluralismo religioso, pero sin imposiciones ideológicas.
La Catedrática de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad de Zaragoza, Zoila Combalía Solís, explicó la diferencia entre el laicismo militante y la neutralidad de los poderes públicos hacia las diferentes religiones.
El primero se basa en el modelo laicista decimonónico francés. Por él, se pretende expulsar a las religiones del debate social y relegarlas al ámbito de lo privado, si bien esta propuesta tiene el peligro de que impida el desarrollo de la libertad personal.
En el segundo, que fue el modelo elogiado por el propio Papa Benedicto XVI durante su visita pastoral a Estado Unidos en 2008, parte del ejemplo de la Constitución Americana, donde la separación de la religión y del Estado se realiza para lograr una convivencia pacífica y la libertad de culto.
La catedrática alertó también contra el riesgo de que, “ante la falta de consenso en temas sociales tan sensibles com o el derecho a la vida y a la dignidad personal, la libertad religiosa, la educación de los hijos por parte de los padres según sus propias convicciones, se pueda dar la situación de que el Estado fuerce a alguien a actuar contra sus propias convicciones”.
Por su parte, Jean Sevillia afirmó que “si Europa no quiere reconocer sus raíces cristianas se va a suicidar”, pues el olvido de las raíces cristianas entronca y se agrava con el “individualismo”, junto un concepto pervertido de libertad.
Dentro de este ámbito, genera especial desorientación “la confusión de la libertad religiosa con la libertad de conciencia”, afirmó el periodista francés.
Esta idea de laicidad positiva fue también ilustrada en una ponencia-marco por Sergio Belardinelli, profesor de sociología de la Universidad de Bolonia, quien afirmó que se necesita “un Estado laico que sea capaz de organizar la convivencia pacífica entre las distintas confesiones”.
Belardinelli apostó también por una “versión de laicidad distinta de la dominante”. Se decanta, en este punto, por el modelo americano de laicidad, que se sustenta en la colaboración entre lo político y lo religioso, en lugar de la “recíproca deslegitimación” que caracteriza el modo europeo.
En esta línea, Belardinelli afirmó que a los católicos les “ha llegado la hora de pensar en que hay que participar en la generación del consenso. Hay que entrar donde se produce el consenso”, añadió. “No podemos correr el riesgo de esperar”, concluyó.
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