El Cristo de los sentidos
Para entender este testimonio, hay que hacer unas pinceladas de la persona que lo ha vivido.
Soy persona con una retinosis pigmentaria diagnosticada desde los 13 años. Gracias a Dios he podido ver lo hermoso de este mundo, aunque haya perdido poco a poco mi visión, hasta hoy que soy una persona ciega. Por ello este testimonio de los sentidos incluye el sentido de la vista, que, aunque un recuerdo en mi mente, es un recuerdo vivo que hoy se complementa con los otros cuatro sentidos.
Este año he podido conocer a la junta de gobierno de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (El Abuelo), personas con una gran generosidad y sensibilidad, que trasmiten tanto en sus actos como en sus palabras. He trabajado con ellos para hacer accesible el camarín a personas con discapacidad visual y he encontrado en todo momento respeto, comprensión, cariño…
El Domingo de Resurrección del año pasado se me invitó al cambio de túnica en el camarín y, sinceramente, fue un regalo para los sentidos y para el alma. Quiero expresar con este testimonio lo que viví aquella tarde ante la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
El besapié a Nuestro Padre Jesús 'El Abuelo' de Jaén, en la Semana Santa de 2024.
Al entrar en el camarín, estuve muy cerca de la imagen, la percibí por un olor a madera seca que la impregnaba y el olor a las flores que la habían acompañado en su procesionar por las calles de Jaén. Comenzó el cambio de túnica y, en un silencio que solo rompía la oración, se escuchaba el retirar del velcro y el roce de la túnica con la madera… Durante ese tiempo, comencé a vivir escenas en las que veía la imagen en la catedral y en el trono procesional… una imagen de un Nazareno, con su Cireneo (¡hay tantas en España!). Pero esta imagen no es para ver en conjunto, es una imagen cuya cara sobrecoge en muchos aspectos. Recuerdo, de pequeño, acudir con mi madre a la catedral e ir acercándonos desde la entrada de la misma hacia la capilla de San Fernando, donde estaba ubicada la imagen para su veneración.
Te ibas acercando poco a poco y eras recibido por una cara rebosante de dulzura y paz, que parecía que te invitaba a compartir con Él esa cruz... ¡Esos ojos humildes que, los mires por donde los mires, te incrustan una mirada de ternura y amor de valor incalculable! ¡Esa boca abierta como para decir “te quiero”!
Todo ello iba pasando por mi cabeza mientras seguía escuchando poco a poco cómo se iba desnudando la imagen. Pero lo mejor estaba por llegar. Hasta ahora todo eran imágenes de archivo, a la par que las personas veneraban la imagen pasando por la misma. Se me dejó tocarla. ¡Ahora sí que la estaba viendo! Mis manos recorrieron una talla perfecta de un hombre anatómicamente perfecto, pero ese hombre tenía por nombre Jesús: tocar sus manos crispadas por el peso de la cruz, su espalda encorvada también por el peso... fue algo impresionante en lo material y lo espiritual. Pero tocar esa cara antes descrita... fue un momento de paz interior imposible de describir.
Durante la colocación de la túnica nueva, experimenté un momento de recogimiento de los sentidos, un momento culmen dentro de mí.
Y ahora, la guinda del pastel: para concluir este acto tan emotivo y lleno de fe, tocan la marcha de Nuestro Padre Jesús, una marcha que, para los de Jaén, no es solo música, sino una identidad propia de nuestra tierra que llevamos dentro de nuestras entrañas.
Y ahí comenzaron los sentidos a ponerse en ebullición. Mientras sonaba la marcha, todo mi cuerpo experimentó un retroceso en el tiempo, llevándome a aquellos encuentros de Jesús con su Madre…
Entre el sonido de la marcha, escuchaba los grajos de la catedral elevando sus alas al viento, notaba en mi cara el calor de los rayos vespertinos. Mientras el trono del Nazareno se iba acercando lentamente, olía el incienso, las velas de la Virgen y el olor de los claveles de los tronos, desfilaban ante mí cientos de penitentes que rozaban sus túnicas en mis manos, dándome una sensación de cercanía hacia ellos. Muchos de esos olores eran degustados por mi paladar realizándose una maceración en el mismo que avivaba mis sentidos. Y por último, el momento cumbre, Jesús ante su Madre, siendo mecido como cuando era niño era acunado por ella... Todo ello realizaba en sí un conjunto insuperable enmarcado por nuestra catedral de Jaén.
Quiero agradecer a la junta de gobierno de la cofradía de Nuestro Padre Jesús este regalo de Pascua, que hizo activar en mí los cinco sentidos físicos y el mayor de los sentidos: la fe.
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