Picanyol, el hombre que dibujó a Dios
por Toni Matas
Dibujo de Picanyol, quien se representa a sí mismo sentado mientras el autor de este artículo, Toni Matas, contempla la obra.
Hace unos años, Paula, hija del filósofo José Cobo, me vio por la calle y exclamó: “¡Mira, padre, el hombre que escribió la Biblia!” Todavía nos reímos. Paula se refería al cómic La Biblia de los Niños que yo guioné y Picanyol dibujó.
Todos los textos de La Biblia de los Niños son citas directas de la Biblia, así que mi trabajo fue poco más que una concordancia. Pero si Paula hubiese visto a Picanyol y hubiera dicho: “¡Mira, padre, el hombre que dibujó la Biblia!”, no nos habríamos reído de sus palabras, porque dibujar las escenas de la Biblia ha sido un reto muy serio para los artistas cristianos de todos los tiempos. Y también lo fue para Picanyol.
Dibujar para niños supone formarles un imaginario. Picanyol sabía que muchos de los adultos nos hemos formado una imagen de la Virgen o de Jesús a partir de la imagen que vimos en un templo. Por eso era consciente que los niños que leerían La Biblia de los Niños podrían formarse la imagen de la persona a partir de sus dibujos.
Bajo esta tensión espiritual dibujó Picanyol durante diez años las historias de la Biblia y las vidas de San Francisco de Asís y de San Ignacio de Loyola, además de los libros sobre la Misa, el Credo, el Padrenuestro y las Bienaventuranzas. Si un dibujante pudiera dibujar arrodillado, Picanyol lo habría hecho. Pero allí donde el cuerpo no llegaba, el espíritu sí alcanzó. Todas las imágenes que dibujó nacieron de la mayor humildad, de la oración continua y del deseo de no sofocar al Espíritu Santo.
Decía Picanyol que dibujar la Biblia era como unos ejercicios espirituales de San Ignacio para dibujantes; intentaba situarse siempre “como si presente me hallase”. Por eso necesitó adaptar su estilo humorístico a un estilo más realista.
Pero dedicar tantas palabras a hablar de un dibujante no le hacen justicia, dejadme que continúe con sus dibujos.
“¡Dibujando el Antiguo Testamento disfruté mucho!”
A Picanyol le gustaba mucho dibujar animales y poder dibujar la Creación fue un placer para él. Fijaos en este dibujo:
Podéis apreciar el realismo en los animales, la compleja composición y la espiritualidad de la imagen.
Picanyol dibujó La Biblia de los Niños dos veces. La primera para los DVD con las películas de dibujos animados y la segunda para el cómic. Entre las dos versiones pasaron años, así que tuvo mucho tiempo para analizar los dibujos que había hecho para las películas y, cuando dibujó el cómic, el resultado fue muy superior.
También se lo pasó en grande dibujando Egipto, especialmente la historia de José y, si no lo hubiéramos parado a tiempo, se habría liado con la historia de Daniel para hacer un libro entero. Aquí tenéis un dibujo del Éxodo:
Decía que dibujar a los profetas no le había costado demasiado: una barba imponente, una vara recia y… ¡adelante! Los problemas con los personajes se los encontraría en el Nuevo Testamento.
Como podéis ver, los dibujos de la Biblia son muy diferentes de los de Ot, el brujo. Sin embargo el humorista estaba todavía allí y en una sola viñeta, de las más de mil que dibujó, nos dejó su marca de humorista, ¡a ver si la encontráis!
“¡No quiero dibujar la Biblia, quiero dibujar a San Francisco!”
Cuando propuse a Picanyol dibujar la Biblia me dijo que no. ¡Él quería dibujar la vida de San Francisco! Y eso que ya la había dibujado dos de veces antes, una con su propio guión y la otra con textos de Francesc Gamissans.
En aquellos tiempos Barcelona Multimedia estaba prácticamente arruinada y yo deseaba reventarme los pocos cuartos que nos quedaban publicando el Nuevo Testamento para poder acabar la historia de la editorial con una cierta dignidad. Picanyol, que siempre había dicho que “los dibujantes debemos evitar arruinar a nuestros editores” cedió bajo la promesa que, si sobrevivíamos al Nuevo Testamento, haríamos la vida de Francisco. Con un poco más de presión aceptó también el Antiguo Testamento antes del poverello de Asís y así empezó todo. El caso es que la Biblia hizo renacer a la editorial y tuve que cumplir el refrán catalán de “a los santos y a los niños no les prometas nada que no vayas a darles”. Y Picanyol era un santo y un niño al mismo tiempo.
Si tratamos de entender a Picanyol a través de sus personajes, con Ot, el brujo, encontramos la ingenuidad, la mirada inocente y el deseo de cambiar las injusticias del mundo. En Francisco de Asís, en cambio, Picanyol veía al caballero medieval y al santo que él hubiera deseado ser. Por eso los dibujos de la juventud de Francisco son los que más le hicieron disfrutar.
Las dos primeras biografías que Picanyol dibujó terminaban con la peregrinación a Roma para pedir la orden al Papa. En la tercera biografía, mi guión completaba la vida del santo y Picanyol tuvo que enfrentarse con las partes más difíciles de la vida de Francisco. Se bloqueó, no podía continuar dibujando. Las palabras de la Madre Milagrosa Bazán, de las Servidoras de Jesús del Cottolengo del Padre Alegre, le ayudaron: “San Francisco hizo lo más conveniente para él y para su tiempo, para él y para su tiempo”, las repetía como una letanía mientras dibujaba.
El álbum de Ignacio de Loyola fue el último que dibujó, con un nivel de calidad artística excepcional.
“¡No encuentro el rostro de la Virgen!”
Pero las dificultades más serias de Picanyol llegaron con el Nuevo Testamento. El primer problema lo tuvimos con el rostro de María. Nos entregaba todos los dibujos de los primeros capítulos con una María que no tenía cara, la dejaba en blanco. Decía que no la encontraba. Cuando llevaba 100 rostros diferentes dibujados me pidió si podíamos hacer que apareciera siempre de espaldas y le dije que basta, que el rostro número 100 sería el rostro definitivo de nuestra María. Y así fue.
“¡Si un discípulo hubiera sido dibujante!”
Cuando llegó la hora de dibujar a Jesús, la cosa se complicó todavía más. Picanyol decía que si alguno de los discípulos nos hubiera dejado unos bocetos, habría sido muy útil, porque el texto de la Biblia no describe las características físicas de las personas. Pero el verdadero problema lo tuvo con la representación de las escenas y las expresiones del rostro de Jesús. Veámoslo con dos ejemplos:
Fijaros en este dibujo, el evangelista Juan narra así: “Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirle.” Y eso es todo lo que Picanyol tenía para dibujar el encuentro entre Marta y Jesús. ¡Pero debía componer una escena! Pedro, el más cercano, los mira de pie, Juan, a su lado, sentado, y Jaime, el último a la derecha. Picanyol sabía que Jesús había tomado de la mano a la hija de Jairo, y quiso que en esta ocasión tomara las dos manos de su amiga.
En el relato de Emaús nos encallamos, también. Esto leemos en el evangelio de Lucas: “Jesús les dijo entonces…” Picanyol no sabía qué dibujar… “¿Con qué expresión en el rostro Jesús habló a los discípulos de Emaús? ¿Los reñía o les sonreía?” Tomó su decisión, juzgad vosotros el resultado.
“¿Cómo puedo dibujar a Dios Padre?”
Y llegó la hora de dibujar a Dios, a Dios Padre. Aquello era más difícil todavía. Debía dibujar a Dios creando al hombre con sus manos, el Génesis dice: “Entonces Dios el Señor formó al hombre, de la tierra misma.”
Y el hombre que había dibujado el rostro de Dios Jesús, escondió el rostro de Dios Padre. Algunas de las ediciones transformaron esta representación, como la que podéis ver a continuación de la edición eslovena:
Fue el único cambio que se hizo en sus dibujos en las más de 50 ediciones de La Biblia de los Niños que las editoriales laicas y religiosas, de todas las denominaciones del cristianismo, han publicado en el mundo.
Verán a Dios cara a cara
Ha llegado la hora para Picanyol de reunirse con su Padre celestial, así dibujó en el libro de los Salmos este momento.
En el libro del Credo también dibujó la llegada al Paraíso. Me dijo que la persona que llega es Jean Valjean, el protagonista de la novela de Víctor Hugo Los Miserables.
“El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad. Sus siervos le adorarán, le verán cara a cara” (Apocalipsis 22, 3-4).
A estas horas Picanyol ya habrá contemplado el rostro de Dios. No dudo que de entrada, como Job, delante de tanta belleza, se habrá tapado la boca con la mano. Pero estoy seguro que cuando sea el momento volverá a coger el lápiz y volverá a dibujar. Y podrá ser, finalmente, “el hombre que dibujó a Dios”.
Descansa en paz, hermano amado, hasta que yo llegue, porque en el mundo tu trabajo solo fue un prólogo pálido de tu obra en la eternidad. Si Jesús nos dijo que Él trabaja porque su Padre siempre trabaja, no dudo que Picanyol continuará trabajando, por eso su mejor obra empieza ahora. ¡En el cielo la encontremos!
Toni Matas es editor de Barcelona Multimedia.