Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Pero Dios sí lo ve: carta abierta a un joven carmelita

Pablo
"Oh santa vocación, esta, la de Pablo, que es 'breve', 'ineficaz', 'improductiva', que apenas da tiempo a cosechar…  y que revela un gran secreto: nuestra obra más eterna es haber podido amar".

por Juan Cadarso

Opinión

"En cierta ocasión uno de los colaboradores de Lutyens se encontraba pintando la fachada trasera de una casa, cuando el maestro, tras estudiarla con detenimiento, observó que una de las ventanas alteraba la composición geométrica general. El ayudante objetó: 'No es un problema, maestro, el muro está tan próximo a la ventana que el fallo pasará desapercibido'. El arquitecto, sin concesiones, respondió: 'Pero Dios sí lo ve'" (Óscar Tusquets).

Tarde calurosa en Madrid. Una ola dispara los termómetros a cotas insospechadas para esta época del año. Camino por la Plaza de España entre turistas de Wyoming, tiktokers "japonesas", mimos que "levitan"… y jóvenes en patinete a modo kamikaze. Enciendo mi teléfono móvil y algo obliga a detenerme. Acabo de escuchar un testimonio sobrecogedor. Levanto la mirada y, a lo lejos, allí está él, con su cúpula almenada: el convento carmelita de Santa Teresa y San José.

Un día antes. En la Iglesia de El Carmen de Abajo, en Salamanca, hace su profesión un joven llamado Pablo Alonso Hidalgo. Tiene apenas 21 años y ha tomado el nombre de Pablo María "de la Cruz" (qué familiar, difícil… y, a la vez, gloriosa coletilla, me digo). Lo verdaderamente singular es que lo hace in articulo mortis, con una dispensa especial. Tiene cáncer y, tras varios años de lucha, los médicos le han dicho que está próximo a encontrarse con Dios.

Con un nudo en la garganta, camino despacio… y decido volver a darle al play: "Lo que quería comunicaros es lo increíblemente bonita que es la muerte en Cristo, que es algo que no da miedo, que es alucinante, que es un tabú que hay que romper. A mí me han dicho que me quedan meses y me parece mucho tiempo, de las ganas que tengo de encontrarme con Él". Un escalofrío recorre mi cuerpo, ¡córcholis! que nos vamos a morir, y este chaval lo sabe bien.

Las palabras de Pablo me impresionan, son como proyectiles, como frutos maduros cayendo a plomo desde el árbol de la sabiduría. Y, entonces, me da por pensar: ¿qué utilidad tiene para este mundo hacerse fraile poco tiempo antes de marchar? ¿qué sentido tiene una vida tan joven que se está a punto de apagar? Vocación y vida, dulce binomio… eso sí, amargo "fracaso" de una misma moneda, aunque, en el fondo, esconde el tipo de belleza... que siempre queda.

Y, en ese momento, es cuando me viene a la cabeza Dios lo ve, del arquitecto Tusquets. Y comienzo a leer: "¿Para qué ojos fueron creadas las enormes líneas de Nazca? ¿por qué los grandes creadores se empeñan en resolver aspectos de sus obras que ningún ser humano puede llegar a valorar? En vista del sopor que el agnosticismo contemporáneo es capaz de producir... ¿no sería mejor hacer 'como si' Dios existiera?". 

Oh escándalo de la cruz... ante quien volvemos el rostro para no ver. Oh sagradas luces en la oscuridad que nos indican la fuente de la que hay que beber. Oh santa vocación, esta, la de Pablo, que es "breve", "ineficaz", "improductiva", que apenas da tiempo a cosechar…  y que revela un gran secreto: nuestra obra más eterna es haber podido amar. Oh vidas estas "sin sentido", tantas veces como las nuestras… no desfallezcan, reconózcanse elegidas... que, desde allá arriba, los ángulos ciegos... son, sin duda, los preferidos.

De Juan de la Cruz para Pablo María de la Cruz, con sincero afecto y agradecimiento, por haberme enseñado como pocos... lo que realmente significaba nuestro nombre.

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