Hace falta una pastoral mucho «más religiosa» y «menos sociologizada»
Lasarte, misionero salesiano: «"Viri probati", una propuesta ilusoria que no toca el problema real»
Martín Lasarte, sacerdote salesiano uruguayo y misionero en África, es miembro del équipe de animación misionera mundial de la Congregación Salesiana y tiene bajo su responsabilidad la animación misionera en África y América. Fue elegido directamente por el Papa Francisco como miembro del sínodo para la Amazonia que tiene lugar en el Vaticano hasta el 27 de octubre.
En dicho sínodo se está planteando, como ya anticipaba su Instrumentum Laboris, la cuestión de la ordenación de hombres casados, viri probati que se harían cargo de comunidades aisladas que no cuentan con sacerdotes regularmente. El padre Lasarte se ha pronunciado en el sínodo contra esa posibilidad por considerar que no aborda el problema de fondo de las misiones, que es su escaso dinamismo evangelizador y el lugar secundario concedido a la proclamación de la fe, en detrimento de iniciativas sociales.
En un artículo que remitió a Asia News (parte 1 y parte 2), el religioso aborda esta cuestión. Por su contenido iluminador para los debates sinodales, lo reproducimos en su integridad:
El padre Martín Lasarte, misionero uruguayo en África.
He escuchado, como argumento, que es necesaria la ordenación de sacerdotes entre los laicos de las comunidades lejanas, pues el ministro difícilmente puede llegar. A mi modo de ver, la impostación del problema en estos términos peca de un enorme clericalismo. Donde no está el padrecito o la madrecita no hay vida eclesial. El problema de fondo es mucho más profundo. Se ha creado una Iglesia con poco o ningún protagonismo y sentido de pertenencia de los laicos, una Iglesia que si no está el “sacerdote” no funciona. Esa es una aberración eclesiológica y pastoral. Nuestra fe, el ser cristiano está radicado en el bautismo, no en la ordenación sacerdotal.
Por veces tengo la impresión que se pretende clericalizar el laicado. Es preciso, ante todo, una Iglesia de bautizados protagonistas, discípulos y misioneros. En diversas partes de nuestra América se tiene la impresión de que se ha sacramentalizado, pero no evangelizado, de que se ha mezclado agua y aceite, pero no agua y vino. Una visión “funcional” del ministerio, que no revitalice toda la comunidad cristiana como protagonista de la evangelización, teniendo laicos ordenados no resolverá la cuestión, el problema del compromiso bautismal cristiano será el mismo.
Es bueno alargar el horizonte y ver la vida y la experiencia de la Iglesia. La Iglesia de Corea nace por la evangelización de los laicos. El laico Yi Seung-hun, bautizado en la China, difunde la Iglesia católica en el país, él mismo bautizando. Por 51 años (1784-1835) desde su fundación la Iglesia de Corea fue evangelizada por laicos, con la presencia apenas ocasional de algún sacerdote. Esta comunidad católica floreció y se expandió enormemente, pese a las terribles persecuciones, gracias al protagonismo de los bautizados.
La Iglesia del Japón, fundada por San Francisco Javier (1549), crece vertiginosamente y también vienen las persecuciones por tres siglos, siendo expulsados los misioneros, y es martirizado el último sacerdote en 1644. Solo luego de más de doscientos años volverán los sacerdotes (misioneros franceses) y encontrarán todavía una Iglesia viva formada por los kakure kirishitan (cristianos ocultos). En las comunidades cristianas había diversos ministerios: un responsable, catequistas, bautizadores, anunciadores. En interesante el consejo que guardaron los cristianos hasta la llegada de los nuevos sacerdotes en siglo XIX: "La Iglesia retornará al Japón, y ustedes lo sabrán por estos tres signos: «Los sacerdotes serán célibes, habrá una estatua de María, y ellos obedecerán al Papa-sama en Roma»".
Paso a algo más personal, a mi experiencia misionera de 25 años en África (Angola). Acabada la guerra civil en 2002, tuve la posibilidad de visitar comunidades cristianas, que desde hace treinta años no tenían la eucaristía, ni veían un sacerdote, pero eran firmes en la fe y eran comunidades dinámicas, guiadas por el “catequista”, fundamental ministerio en África, y por otros ministros: evangelizadores, animadores de la oración, pastoral con las mujeres, servicio a los más pobres. Una iglesia viva, laical con ausencia de sacerdotes.
En América Latina no faltan hermosos ejemplos, como entre los Quetchi del centro del Guatemala (Verapaz), donde pese la ausencia de sacerdotes en algunas comunidades, los ministros laicos tienen comunidades vivas, ricas de ministerios, liturgias, procesos de catequesis, misiones, donde los grupos evangélicos poco han podido penetrar. Pese a la escasez de sacerdotes para todas las comunidades, es una Iglesia local rica en vocaciones sacerdotales indígenas y en donde hasta han sido fundadas congregaciones religiosas femeninas y masculinas de origen totalmente indígena.
Por qué faltan vocaciones en la Amazonia
La falta de vocaciones al sacerdocio y religiosas en el Amazonía ¿es un desafío pastoral o más bien es la consecuencia de opciones teológico-pastorales que no dieron los resultados esperados o parciales? Según mi opinión, la propuesta de los viri probati como una solución a la evangelización es una propuesta ilusoria, casi mágica, que no toca el real problema de fondo.
Dice el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium, 107: “En muchos lugares escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Frecuentemente esto se debe a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico contagioso, lo cual no entusiasma ni suscita atractivo. Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas. Aun en parroquias donde los sacerdotes son poco entregados y alegres, es la vida fraterna y fervorosa de la comunidad la que despierta el deseo de consagrarse enteramente a Dios y a la evangelización, sobre todo si esa comunidad viva ora insistentemente por las vocaciones y se atreve a proponer a sus jóvenes un camino de especial consagración”.
El Santo Padre da en la clave del problema. No es la falta de vocaciones, sino la pobre propuesta, la falta de fervor apostólico, la falta de fraternidad y de oración; la falta de procesos serios y profundos de evangelización.
Propongo una comparación con otros dos “biomas” ricos de vida biológica, espiritual y eclesial: el bioma del río Brahmaputra y el bioma de la cuenca del Congo.
En el noreste de la India, la evangelización avanza con decisión a partir del 1923, con una pequeña comunidad católica que no llegaba a los 1000 cristianos. Según datos de 2018, esta región consta hoy con 1.647.765 católicos, con 3756 religiosas y 1621 sacerdotes (siendo la mitad pertenecientes de las minorías étnicas locales, y los demás misioneros de otras partes de India). Hay 15 diócesis enraizadas en las minorías étnicas de cerca de 220 lenguas locales (Naga, Khasi, Wancho, Nocte, Jaintia, Apatani, Goro, Ahom, War, Bodo...) Estos pueblos, similarmente de los amazónicos, se mantuvieron por siglos aislados del hinduismo, islamismo y budismo, refugiados entre las montañas y florestas del Himalaya, viviendo sus prácticas ancestrales. En noventa años se dio un cambio impresionante. La proporción entre fieles católicos y sacerdote es de 1 a 1000, lo que es excelente. Muchos de los cristianos de estas minorías “tribales” han ocupado lugares significativos en la política local y nacional de la India.
El otro bioma es el río Congo, con los países circundantes: más de quinientos pueblos y lenguas. El cristianismo ha vivido varias dificultades, las mismas de otros contextos, pero sumando el desafío de ser visto como la religión del colonialismo durante el período de la descolonización (década de los sesenta y setenta). Pese a todo, el florecimiento de las iglesias africanas es patente y esperanzador. En ese bioma las vocaciones sacerdotes han crecido un 32% en los últimos 10 años, y la tendencia es de continuar.
Podríamos traer más ejemplos del Vietnam, Indonesia (el país más musulmán del mundo), Timor Este, Oceanía, etc., ciertamente que no de nuestra secularizada Europa. En todas las regiones geográficas existen desafíos y dificultades en las comunidades cristianas; pero se ve que donde existe un trabajo serio, auténtico y continuo de evangelización, las vocaciones al sacerdocio no faltan.
La inevitable pregunta es: ¿cómo es posible que pueblos con tantas riquezas y similitudes antropológico-culturales con los pueblos amazónicos: en sus ritos, mitos, profundo sentido comunitario, comunión con el cosmos, profunda abertura religiosa… han florecido las comunidades cristianas y las vocaciones sacerdotales y en cambio en algunas partes de la Amazonía, luego de doscientos, cuatrocientos años, hay una esterilidad eclesial y vocacional? Hay diócesis, congregaciones, que estando presentes hace más de un siglo no tienen una vocación indígena local. ¿Es que hay un gen de más o de menos, o el problema es otro? ¿Las divergencias culturales son tan diversas?
Una posible respuesta es que los pueblos amazónicos, culturalmente, no son afines a las exigencias del celibato. Tal cuestión ha sido levantada hasta tal vez con buena voluntad, pero está preñada de fuertes preconceptos de tipo cultural, si es que no entramos en lo racial… Exactamente el mismo problema era colocado en la India, en Oceanía y en África. La encíclica Maximum Illud, que durante el sínodo se celebrará su centenario, con un mes misionero extraordinario, responde a este problema. Incentiva, suscita la promoción de vocaciones indígenas en iglesias que habían sido o que eran muy dependientes de las colonias europeas. Allí se aprecia, a modo de ejemplo, la magnífica obra misionera de los espiritanos, de los Padres Blancos, que apostaron con decisión por las vocaciones locales, creando florecientes seminarios en toda África.
Ciertamente, dedicarse a trabajar por las vocaciones es exigente, implica inversión de medios, del mejor personal. Por veces la vida misionera ha escapado a este precioso servicio que realmente es el que ayudará a crear una Iglesia de rostro amazónico. Por veces es mucho más gratificante un vida de “héroe itinerante” en las forestas, que una dedicación amorosa, paciente, respetuosa en el acompañamiento y la formación de las vocaciones locales.
Por otra parte es común escuchar la expresión “nuevos caminos” para la evangelización como un sinónimo de promover las ordenaciones de los viri probati. Estoy absolutamente de acuerdo con que hay que buscar “nuevos caminos” para la evangelización. Tal vez no concordemos dónde radica la novedad.
Pienso que uno de los problemas pastorales en varias partes de América Latina, y en particular de la Amazonía, es la insistencia en los “viejos caminos”. Existe un gran conservadurismo en varias iglesias y estructuras eclesiales. Y no me refiero solo a tradicionalistas preconciliares, sino a líneas pastorales, mentalidades que se han quedado ancladas en el 68 y la década de los 70-80.
Para algunos la única asamblea continental de los obispos latinoamericanos fue Medellín, desconociendo la riqueza y reflexión de Puebla, Santo Domingo, Aparecida, particularmente en lo que se refiere al tema de diálogo con la cultura, evangelización, misionariedad. Yo identifico tres tipos de Alzheimer pastorales que repercuten en la esterilidad evangelizadora amazónica.
“Antropologismo” cultural
En 1971, un grupo de doce antropólogos realizó la conocida Declaración de Barbados, la cual afirmaba que la Buena Nueva de Jesús era una pésima noticia para los pueblos indígenas. Ciertamente que de esta provocación surgió en varias partes un fecundo diálogo entre antropólogos y misioneros, que ha servido de mutuo enriquecimiento. Pero en otros lugares se cayó en una auto-censura, perdiendo la “alegría de evangelizar” (Evangelii Gaudium 1-13). Recuerdo casos de religiosas que decidieron no anunciar Jesucristo, ni dar catequesis, “por respeto a la cultura indígena”. Se limitarían al testimonio y al servicio.
Luego de veinte años, llegando los grupos evangélicos a las comunidades indígenas, preguntan al sacerdote de la misión si no sería bueno también hablar de Jesús. La respuesta del sacerdote: “Era tiempo, hermanitas, de decir algo de Jesús”.
Por veces, la insistencia sobre el testimonio es tal que se pretende que éste supla el anuncio. Sobre esto, Pablo VI, en el documento fundamental sobre la evangelización, Evangelii Nuntiandi (22), nos dice: "Sin embargo, esto sigue siendo insuficiente [el testimonio], pues el más hermoso testimonio se revelará a la larga impotente si no es esclarecido, justificado -lo que Pedro llamaba dar 'razón de vuestra esperanza'-, explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús. La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios".
Moralismo social
De más de un lugar he sentido expresiones similares de los agentes pastorales: “Cuando la gente precisa de servicios vienen a nosotros (Iglesia Católica), pero cuando buscan un sentido para sus vidas van a otros (evangélicos, etc.)” Es evidente y muy constatable que la Iglesia, queriendo ser “una Iglesia Samaritana”, se ha olvidado de ser una “iglesia Magdalena”, una Iglesia prestadora de servicios que no anuncia el gozo de la Resurrección del Señor.
El compromiso social de la Iglesia, la evangélica opción por los más pobres, ha sido y es una enorme riqueza, concretizada con múltiples iniciativas en favor de la salud, la educación, la defensa de los derechos humanos, la defensa de las Tierras Indígenas, la organización social de las comunidades, las cooperativas de producción, la salvaguarda del ambiente…
Este compromiso con la dignidad de la persona, sin duda que ha estado y continúa siendo un aspecto constitutivo del proceso evangelizador, que expresa la dimensión diaconal de la Iglesia. Tal compromiso ha sido no solo una riqueza para la Iglesia Latinoamericana, sino para la Iglesia Universal.
El problema es cuando este tipo actividades ha absorbido el resto de la vida y dinamismos de la Iglesia, dejando en la sombra, silenciado, o dado por supuestas las demás dimensiones: kerigmática, catequética, litúrgica, koinonia. Estamos en una tensión no resuelta de Marta y María.
Hasta la predicación, por veces en no pocos contextos, se ha centrado excesivamente en temáticas sociales, de compromiso, de transformación y liberación social; en las problemáticas de injusticia mundial, en los pecados estructurales, etc., elementos que forman parte del mensaje evangelizador, pero que han sido recados que a la gente simple poco o nada le decían o le dicen al respecto del mal sueño que han tenido, de la enfermedad de su hijo, de su particular problema familiar, etc. Una predicación fuertemente marcada de “moralismo social” con temáticas y dinámicas por veces fuertemente cargadas de ideología y reduccionismos sociológicos no ha sido capaz de tocar las fibras del corazón popular.
Gracias a Dios, que si no es la intelectual programación pastoral que piensa en la “espiritualidad encarnada en la cultura de los simples”, es la misma Virgen que cuida de sus hijos, y toca el corazón popular, no a partir de grandes reflexiones, sino a partir de la simple piedad popular: rica, simple, directa, llena de afecto, muy sentida por los “pequeños”. Basta tener presente la grande devoción Amazónica de la Virgen de Nazaret, donde en octubre, en Belém de Pará, cerca de dos millones de peregrinos acompañan la procesión del Cirio de Nazaret.
La enorme hemorragia de católicos, en la Iglesia latinoamericana, hacia la constelación de iglesias evangélicas y neopentecostales responde, sin duda, a varios factores, por lo que no se puede ser simplista, pero ciertamente que la falta de una pastoral mucho “más religiosa” y “menos sociologizada” ha influenciado muchísimo a una emigración a las iglesias evangélicas y nuevos movimientos religiosos, donde en la Palabra, en una acogida fraterna y calurosa, en una presencia constante, en un fuerte sentido de pertenencia, encuentran un “sentido” y una compañía para sus vidas.
A mi modo de ver, este es uno de los pecados teológicos pastorales, de durísima conversión:, difícilmente se reconocen ciertos desequilibrios, radicalizaciones que han esterilizado nuestra pastoral, provocando una “deforestación espiritual”. Existe una especie una impenetrable actitud defensiva en bunkers ideológicos. Se continúa en forma persistente en la misma línea.
Visitando una diócesis, donde en los inicio de los años 80, el 95% de la población era católica hoy son el 20%. Recuerdo el comentario de uno de los misioneros europeos que sistemáticamente han “des-evangelizado” la región: “No favorecemos la superstición sino la dignidad humana”… Pienso que está todo dicho.
La Iglesia en algunos lugares se ha transformado en una gran manager de servicios (sanitarios, educativos, promocionales, de advocacy…), pero poco en madre de la fe. Visitando una comunidad de mi congregación que trabaja con indígenas, luego de haber trabajado por años en la educación, la legalización de las tierras, la defensa de los ríos contra las empresas mineras, la revalorización de los elementos culturales tradicionales... algunos jefes de las comunidades indígenas no les permiten entrar en su territorio, pues ahora son evangélicos. Se ha hecho mucho, pero han faltado procesos para compartir la riqueza y belleza de la fe.
Secularismo
Un tercer Alzheimer es el secularismo. Ciertamente que es un desafío global. América Latina es más susceptible de influencias debido a su colocación geográfica más al Occidente de Europa. También la cultura urbano-secularizada influencia más allá de los límites de la ciudad. Estos desafíos son en cierta manera normales a toda la vida de la Iglesia y en todas las latitudes.
Pero el principal problema no consiste en las presiones culturales del ambiente dominante, sino cuando una Iglesia se seculariza, cuando sus agentes pastorales interiorizan dinámicas de una mentalidad secularizada: la ausencia o una muy tímida, casi pidiendo perdón, manifestación de la fe.
Las consecuencias de tales opciones o influencias pastorales sin duda que se reflejan en la esterilidad vocacional o en la falta de perseverancia en el camino emprendido, por carencia de motivaciones profundas. Nadie deja todo para ser un animador social, nadie entrega su existencia a una “opinión”; nadie ofrece el absoluto de su vida a un relativo, sino solo al Absoluto de Dios. Cuando esta dimensión teológica, religiosa no es evidente, patente y viva en la misión, nunca existirán opciones de radicalidad evangélica, que es un indicador de que la evangelización tocó el alma de una comunidad cristiana.
Una comunidad cristiana que no genera vocaciones sacerdotales y religiosas, es una comunidad portadora de alguna enfermedad espiritual. Podremos ordenar los viri probati, las honeste mulieribus, los pueribus bonum, pero los problemas de fondo permanecerán: una evangelización sin Evangelio, un cristianismo sin Cristo, una espiritualidad sin Espíritu Santo.
Lógicamente que una visión horizontal de la cultura dominante, donde Dios está ausente, o reducido a algunos conceptos simbólicos, culturales o morales, es imposible que llegue a apreciar el fecundo valor espiritual y pastoral del celibato sacerdotal como un don precioso de Dios y de total y sublime disposición de amor y servicio a la Iglesia y a la humanidad. Solo podrán existir vocaciones sacerdotales auténticas cuando se establece una relación auténtica, exigente, libre y personal con la persona de Jesucristo. Tal vez sea muy simplista, pero a mi modo de ver el “nuevo camino” para la evangelización de Amazonía es la novedad de Cristo camino.
Algunas propuestas de nuevos caminos
Ofrezco ocho pistas de crecimiento para “nuevos caminos” de evangelización. Que en sí no tienen nada de nuevo. Son los de siempre, pero deseando que sean realmente trillados con nuevo fervor.
1.- Una Evangelización integral
El primero de todos y el más importante es una evangelización integral. Así como hablamos de la ecología integral, debemos tener presente la evangelización integral. Que en forma armónica y equilibrada estén presentes todos los aspectos pastorales de la misión, donde todo tiene que ver con todo: el kerigma (el anuncio gozoso de Jesucristo), la catequesis (no como un adoctrinamiento, sino como un paciente proceso catecumenal que entrelaza el evangelio con la vida y la cultura amazónica); la diaconía (mil servicios, expresión de una creativa y comprometida caridad que nace de la fe); la koinonía (creación de comunidades fraternas alrededor de la fe y de la Palabra), la liturgia (una comunidad que celebra con gozo su fe). Sin procesos de evangelización integrales no sólo no habrá vocaciones, sino que no habrá cristianos, o al menos católicos.
2.- Un rico catecumenado
La experiencia en algunas partes del mundo y en la Amazonía, ha mostrado la eficacia del catecumenado, como lugar de encarnación de la fe en la riqueza del propio patrimonio cultural. De otra forma apenas sacramentalizamos y no evangelizamos, la fe se transforma en un barniz superficial en la vida del creyente, que no convierte, no penetra, no transforma la propia existencia. Un proceso paciente, comunitario y acompañado de la fe es un camino de renovación auténtica. Es un camino lento, no rumoroso, pero fecundo y a largo plazo.
3.- Una iglesia creativamente ministerial
Una iglesia creativa en la creación y protagonismo de ministerios en las comunidades: Ministerios radicados en el compromiso bautismal, para hombres, mujeres, jóvenes, para diversas circunstancias y áreas pastorales. Una comunidad rica y fecunda en estos ministerios ordenados o laicales: diaconado permanente, lectores, anunciadores, ministros de las celebraciones, narradores de historias, comentadores de la Palabra, exorcistas, ministros de la esperanza (funerales), catequistas, animadores juveniles, misioneros/as, servidores de los pobres, etc. Solamente cuando se vive en este dinamismo pastoral y eclesial es que es posible pensar en ulteriores pasos ministeriales, como en el estudio de una eventual ordenación sacerdotal a alguno de sus ministros.
4.- Participación política organizada
Participación organizada política del laicado católico en las políticas regionales y nacionales particularmente en lo referente a los Territorios Indígenas y protección del ambiente.
5.- Pequeñas comunidades cristianas
La propuesta pastoral de las Pequeñas Comunidades Cristianas, grupos o movimientos que en clima fraternal alrededor de la Palabra de Dios ofrecen el calor y afecto de la fraternidad cristiana, que libera del anonimato de las periferias urbanas y conserva, en muchos, las dinámicas y riquezas de las comunidades rurales de origen. Son comunidades de acompañamiento, de crecimiento en la fe a la luz de la Palabra, y misioneras por su gozo de evangelizar.
6.- Una pastoral familiar
Una pastoral familiar presente, que sepa acompañar, reunir, formar en la fe, pues del seno de la familia es que brotan los más eficaces procesos de evangelización.
7.- Una pastoral juvenil
Una pastoral juvenil rica de propuestas adaptadas a los diversos contextos (rural, urbano, adolescentes, jóvenes, estudiantes, trabajadores, universitarios, indígenas, afros, caboclos, blancos…), pero fuertemente centrada en la vida del grupo (asociacionismo juvenil), en el voluntariado y en itinerarios graduales de formación de la fe. Solo podrá haber una rica pastoral vocacional cuando exista una pujante y sólida pastoral juvenil.
8. Una decidida apuesta por las vocaciones locales
Una decidida apuesta por las vocaciones locales: creyendo, confiando, acompañando, formando, destinando para los jóvenes candidatos los mejores recursos eclesiales que se poseen: medios económicos, el mejor personal. Son sin duda ellos los más aptos para encontrar los mejores caminos, los más auténticos para dar a la Iglesia un rostro amazónico.