FUNDADAS POR EL PADRE MUÑOZ EN BARCELONA
La Hna. María Sherry, la santa del Oasis, eficaz intercesora de los estudiantes en los exámenes
La joven religiosa mexicana murió de cáncer en 1998 en el seno de la única comunidad de clausura española que mantuvo la misa tridentina desde 1965 hasta hoy.
Corrían los duros años de la postguerra y el padre Pedro Muñoz Iranzo acababa de llegar como coadjutor a la que luego sería su parroquia, la de San Félix en Barcelona. Allí comenzaron a ayudar a la formación de jóvenes que carecían de medios para estudiar. En torno a esa labor se unieron muchas personas, y entre ellas algunas religiosas, el germen de lo que hoy se conoce como Oasis de Jesús Sacerdote.
Fieles a la misa tradicional
En 1965 se constituyeron como Pía Unión, y la tenacidad del padre Muñoz y de las hermanas consiguió que se respetase algo que forma parte de su carisma propio: la liturgia tridentina. «Hemos padecido muchas incomprensiones», confiesa el fundador de la obra, «pero nadie nos ha molestado y hemos tenido plena libertad para usar el rito tradicional».
Finalmente, hace tres años, días antes del Motu Proprio Summorum Pontificum que liberalizó en todo el mundo y para todos los sacerdotes el misal de 1962, el Oasis logró el reconocimiento como congregación de derecho pontificio y monasterio sui iuris, dependiente exclusivamente del Papa.
Esa vinculación a la misa tradicional constituye un elemento esencial de su identidad, junto con su misión fundacional: «Orar y sacrificarse por la santificación de los sacerdotes y de las almas consagradas».
Clausura y espiritualidad salesiana
Ése es el espíritu que anima a las 24 religiosas que forman la comunidad, más una novicia francesa y una postulante madrileña, y dos que llegarán pronto de Colombia y el Reino Unido. Porque una de las características del Oasis es su internacionalidad, con hermanas de diez países compartiendo vida de clausura y silencio.
La jornada arranca a las 5.30 de la mañana y concluye a las 22.00 horas tras un intenso día que incluye varias horas de oración mental, vida de comunidad, dos ratos de recreación en los que se puede hablar, y mucho trabajo manual. La congregación atiende la huerta de la que vive y trabaja en labores de encuadernación y confección de ornamentos litúrgicos.
Su espiritualidad es la de San Francisco de Sales: «Caridad, amabilidad, dulzura, mansedumbre y humildad», según nos explica la superiora. «Y sobre todo la humildad», insiste la Madre María Consuelo, «porque sin ella la vida de una comunidad es imposible. Hay que saber ceder, comprender, condescender, máxime cuando venimos de países y costumbres tan distintos».
Una santa en el convento
Y de todas esas virtudes hubo un modelo en el Oasis: la Hermana María Sherry, mexicana de Guadalajara, Jalisco. Ingresó en el convento en 1992, recién cumplidos los dieciocho años, y en seguida se ganó a todas sus compañeras. «Era simpática, buena, volcada siempre en ayudar a las demás, y muy alegre, nada ñoña» subraya la superiora del Oasis.
En abril de 1998 se le detectó un cáncer que la destruyó por dentro en tres meses, y en julio murió en olor de santidad, pues tal es la convicción de todos cuantos la conocieron. Y parece que el cielo deja ya pruebas de ello con favores logrados por su intercesión. «Recibimos muchísimas cartas hablándonos de gracias obtenidas, y parece que es particularmente eficaz ayudando a estudiantes que le encomiendan éxito en sus exámenes», dice la Madre María Consuelo.
Nace la rama masculina y se expande la femenina
La marcha del Oasis no se detiene. El padre Muñoz está pensando fundar una rama masculina para sacerdotes, que vivirán en comunidad y semi-clausura, y las hermanas ya planean la apertura de un nuevo convento. «Necesitamos unas cuatro o cinco hectáreas para la huerta, y si es posible, la casa ya construida», explica la Madre, aunque eso podrían sustituirlo con alojamientos prefabricados: «Querríamos algo cerca de Cataluña, en Castellón, Teruel o Huesca, y ya tenemos alguna sugerencia en Cuenca y Guadalajara».
Y mientras perfilan ese sueño, insisten en que debe estar a seis u ocho kilómetros del pueblo más cercano, porque ése es el carisma de la congregación: ser un «oasis», un lugar donde, en palabras del padre Muñoz, «un puñado de almas vivan sólo de amor por Jesús y por sus sacerdotes». Porque «oasis» es también un acrónimo del lema que da vida a estas religiosas: oración, amor, sumisión, inmolación y silencio.
Fieles a la misa tradicional
En 1965 se constituyeron como Pía Unión, y la tenacidad del padre Muñoz y de las hermanas consiguió que se respetase algo que forma parte de su carisma propio: la liturgia tridentina. «Hemos padecido muchas incomprensiones», confiesa el fundador de la obra, «pero nadie nos ha molestado y hemos tenido plena libertad para usar el rito tradicional».
Finalmente, hace tres años, días antes del Motu Proprio Summorum Pontificum que liberalizó en todo el mundo y para todos los sacerdotes el misal de 1962, el Oasis logró el reconocimiento como congregación de derecho pontificio y monasterio sui iuris, dependiente exclusivamente del Papa.
El padre Muñoz celebrando misa. |
Clausura y espiritualidad salesiana
Ése es el espíritu que anima a las 24 religiosas que forman la comunidad, más una novicia francesa y una postulante madrileña, y dos que llegarán pronto de Colombia y el Reino Unido. Porque una de las características del Oasis es su internacionalidad, con hermanas de diez países compartiendo vida de clausura y silencio.
La jornada arranca a las 5.30 de la mañana y concluye a las 22.00 horas tras un intenso día que incluye varias horas de oración mental, vida de comunidad, dos ratos de recreación en los que se puede hablar, y mucho trabajo manual. La congregación atiende la huerta de la que vive y trabaja en labores de encuadernación y confección de ornamentos litúrgicos.
Su espiritualidad es la de San Francisco de Sales: «Caridad, amabilidad, dulzura, mansedumbre y humildad», según nos explica la superiora. «Y sobre todo la humildad», insiste la Madre María Consuelo, «porque sin ella la vida de una comunidad es imposible. Hay que saber ceder, comprender, condescender, máxime cuando venimos de países y costumbres tan distintos».
Una santa en el convento
Y de todas esas virtudes hubo un modelo en el Oasis: la Hermana María Sherry, mexicana de Guadalajara, Jalisco. Ingresó en el convento en 1992, recién cumplidos los dieciocho años, y en seguida se ganó a todas sus compañeras. «Era simpática, buena, volcada siempre en ayudar a las demás, y muy alegre, nada ñoña» subraya la superiora del Oasis.
Panorámica del Oasis de Jesús Sacerdote |
En abril de 1998 se le detectó un cáncer que la destruyó por dentro en tres meses, y en julio murió en olor de santidad, pues tal es la convicción de todos cuantos la conocieron. Y parece que el cielo deja ya pruebas de ello con favores logrados por su intercesión. «Recibimos muchísimas cartas hablándonos de gracias obtenidas, y parece que es particularmente eficaz ayudando a estudiantes que le encomiendan éxito en sus exámenes», dice la Madre María Consuelo.
Nace la rama masculina y se expande la femenina
La marcha del Oasis no se detiene. El padre Muñoz está pensando fundar una rama masculina para sacerdotes, que vivirán en comunidad y semi-clausura, y las hermanas ya planean la apertura de un nuevo convento. «Necesitamos unas cuatro o cinco hectáreas para la huerta, y si es posible, la casa ya construida», explica la Madre, aunque eso podrían sustituirlo con alojamientos prefabricados: «Querríamos algo cerca de Cataluña, en Castellón, Teruel o Huesca, y ya tenemos alguna sugerencia en Cuenca y Guadalajara».
Y mientras perfilan ese sueño, insisten en que debe estar a seis u ocho kilómetros del pueblo más cercano, porque ése es el carisma de la congregación: ser un «oasis», un lugar donde, en palabras del padre Muñoz, «un puñado de almas vivan sólo de amor por Jesús y por sus sacerdotes». Porque «oasis» es también un acrónimo del lema que da vida a estas religiosas: oración, amor, sumisión, inmolación y silencio.
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