ANTE LA INMINENTE SENTENCIA DE ESTRASBURGO
Los obispos españoles defienden el Crucifijo por el bien de los no creyentes y las otras religiones
En una Declaración afirman que el Crucifijo no es excluyente ni una imposición y que simboliza los más altos valores. «Ponerse en contra de los símbolos de los valores que modelan la historia y la cultura de un pueblo -advierten a la Corte- es dejarle indefenso ante otras ofertas culturales, no siempre benéficas».
Gracias al cristianismo, «Europa ha sabido afirmar la autonomía de los campos espiritual y temporal y abrirse al principio de la libertad religiosa, respetando tanto los derechos de los creyentes como de los no creyentes. Esto se ve más claro en nuestros días, cuando otras religiones se difunden entre nosotros al amparo de esa realidad».
Así lo manifiesta la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española ante la próxima resolución de la Corte europea, el próximo 30 de junio, sobre la exposición de símbolos religiosos en las escuelas estatales y después de que otras conferencias episcopales y diversas instancias tanto estatales como sociales de todo el Continente, han salido en defensa del Crucifijo.
No excluye a nadie
El texto, que subraya la importancia de la cuestión para las convicciones religiosas de los pueblos y para las tradiciones culturales de Europa, señala que «la presencia de símbolos religiosos cristianos en los ámbitos públicos, en particular la presencia de la cruz, refleja el sentimiento religioso de los cristianos de todas las confesiones y no pretende excluir a nadie», sino, por el contrario, favorece el diálogo.
No es una imposición
El documento explica que «de la cruz surgen el altruismo y la generosidad más acendrados, así como una sincera solidaridad ofrecida a todos, sin imponer nada a nadie».
Sin identidad no hay futuro
Por lo tanto, señala, «las sociedades de tradición cristiana no deberían oponerse a la exposición pública de sus símbolos religiosos, en particular, en los lugares en los que se educa a los niños», pues, de lo contrario, difícilmente «podrán llegar a transmitir a las generaciones futuras su propia identidad y sus valores. Se convertirían en sociedades contradictorias que rechazan la herencia espiritual y cultural en la que hunden sus raíces y se cierran el camino del futuro».
«Ponerse en contra de los símbolos de los valores que modelan la historia y la cultura de un pueblo -aseguran- es dejarle indefenso ante otras ofertas culturales, no siempre benéficas, y cegar las fuentes básicas de la ética y del derecho que se han mostrado fecundas en el reconocimiento, la promoción y la tutela de la dignidad de la persona».
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