ENTREVISTA CON EL OBISPO DE SAN SEBASTIÁN
Monseñor Munilla «Los ataques a la Iglesia son tan burdos que consiguen el efecto contrario»
Ya han pasado cien días desde aquella gélida mañana de enero en la que recibió el calor de los feligreses en la abarrotada catedral del Buen Pastor. Más de diez minutos de aplausos caldearon el ambiente en una ceremonia inolvidable.
«No creo exagerar si digo que son miles las personas que me han dicho en persona, por carta, por teléfono o por correo electrónico: “¡Rezo por usted!”», afirma.
-¿Y qué les dice ahora?
-A todos aquellos a los que he tenido la oportunidad de agradecérselo, les he manifestado que su oración no se ha perdido en el aire, sino que ha llegado a su destino… Me siento con la obligación moral de dar testimonio de la «potencia suplicante» que tiene el Pueblo de Dios cuando ora en la comunión de la Iglesia.
-De estos cien días al frente de la diócesis que le vio nacer, ¿alguna experiencia que le habría gustado no haber vivido?
-Al término de una de las celebraciones de la Semana Santa en la catedral, se acercó a la sacristía un joven con síndrome de Down, acompañado por su madre. En su mano sostenía un recorte del periódico, en el que se daba noticia de la implantación en la sanidad pública vasca de una prueba más «eficaz y sencilla» para detectar el síndrome de Down durante el embarazo… Este joven down, con una clarividencia que no olvidaré fácilmente, me dijo: «¡Señor obispo, defiéndanos, que nos quieren hacer desaparecer…!». Me sentí impotente y conmovido, al comprobar la crueldad que se esconde detrás de tantos discursos de guante blanco...
-También habrá tenido alegrías...
-Sí; destacaría la respuesta pronta e incondicional de los dos sacerdotes a los que pedí su servicio como vicarios del obispo. Me dijeron que sí desde el primer momento de la conversación. Su disposición, como la de otros muchos, ha sido inmejorable.
-Usted fue párroco de la localidad de Zumárraga durante casi veinte años. ¿Ha podido visitar ya a sus antiguos feligreses?
-Sí, he estado ya en Zumárraga en dos ocasiones desde mi llegada. Pero espero con ilusión al próximo domingo 9 de mayo, porque ese día acudiré a celebrar el sacramento de la confirmación en la que, durante tantos años, fue mi parroquia de El Salvador. Ya se puede imaginar la alegría que me da confirmar a los jóvenes a quienes yo mismo bauticé hace dieciséis o diecisiete años.
-Me lo imagino, especialmente al ver que han perseverado en la fe, algo no muy habitual hoy en día y, en especial, en tierras vascas. Eso dicen, al menos, las estadísticas...
- Pues en este año sacerdotal –que ya concluye el próximo mes– aprovecharía para decir a todos los jóvenes que aquellos que escuchen en su interior la llamada a ser sacerdote de Cristo y la respondan positivamente, serán inmensamente felices… ¡Que no lo duden!
-¿Y cómo conseguir nuevas vocaciones? Parece la asignatura pendiente de la Iglesia.
-La clave principal está en testimoniar ante los jóvenes el tesoro de la vocación sacerdotal. No en vano, el Papa convocó el Año Sacerdotal con el objetivo de «promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo». Aunque obviamente no podemos hacer cálculos matemáticos, allá donde se encuentre un sacerdote, tarde o temprano brotarán las vocaciones… Por lo tanto, lejos de buscar recetas mágicas, el secreto está en la fidelidad y en nuestra propia conversión.
- Ha llegado a una diócesis que registra uno de los menores índices de práctica dominical. ¿Cómo devolver a Dios a esa sociedad?
La primera condición para poder evangelizar en medio de este Occidente secularizado es no perder la certeza de que el hombre y la mujer de nuestros días necesitan a Jesucristo tanto como en los siglos anteriores.
-¿Pese a que el hombre occidental parezca haber perdido su interés por las cosas de Dios?
- Las apariencias engañan, y la frivolidad de Occidente oculta el drama que se esconde en nuestro interior. Esta convicción es fundamental: cuando nos acomplejamos ante la secularización, terminamos por secularizarnos nosotros mismos.
-Aunque, como ha afirmado antes, no existen «fórmulas mágicas», ¿no existe un «know-how» para aplicar a la evangelización?
-Me permito apuntar un método concreto de evangelización en nuestros días: el testimonio de tantos conversos que están encontrando a Cristo después de superar sus anteriores etapas de incredulidad.
-Pero quizás se da una dificultad añadida para los que se plantean volver a Dios: casi a diario aparecen en los medios de comunicación casos de sacerdotes pederastas. ¿De verdad hay tantos, o se están magnificando los datos?
-No me cabe la menor duda de que determinados círculos laicistas y anticlericales han visto un filón en el pecado aberrante de esos sacerdotes.
-Se trata entonces de una estrategia de desprestigio contra la Iglesia...
-Parece como si la respuesta impecable de Benedicto XVI les incomodase, porque desactiva su estrategia. Pondré un ejemplo bien cercano: a pesar de que los casos denunciados en España son muy contados, la táctica ha consistido en «encender el ventilador», con el intento de robar la confianza de las familias católicas hacia la Iglesia. El objetivo es que las nuevas generaciones no sean educadas cristianamente.
-¿Y lo están consiguiendo?
-Yo creo que acrecientan el anticlericalismo y que encrespan el ambiente. El efecto negativo es indudable. Pero, por otra parte, estoy convencido de que los ataques son tan burdos que provocan el efecto contrario en una parte importante de la población, que se muestra inasequible a las manipulaciones. Por ejemplo, llama la atención que en estos últimos años, las solicitudes de ingreso en las escuelas católicas, lejos de disminuir, hayan aumentado; e igualmente, el hecho de que en los dos últimos años, hayan aumento el número de «X» marcadas en la casilla de la Iglesia en la Declaración de la Renta.
Un vasco en Toledo y Palencia
Monseñor Munilla nació en San Sebastián el 13 de noviembre de 1961. Estudió en el colegio del Sagrado Corazón de Mundaiz y después marchó a Toledo con su hermano Esteban –que dirige en la actualidad la emisora Radio María– para hacer los estudios eclesiásticos. Los terminó en San Sebastián, donde fue ordenado sacerdote por monseñor Setién en 1986. Se convirtió en el obispo más joven de España en el año 2006, y desde Palencia escribió sus ágiles y célebres cartas pastorales, como «Manda el porro a la porra»; labor que prosigue en San Sebastián.
-¿Y qué les dice ahora?
-A todos aquellos a los que he tenido la oportunidad de agradecérselo, les he manifestado que su oración no se ha perdido en el aire, sino que ha llegado a su destino… Me siento con la obligación moral de dar testimonio de la «potencia suplicante» que tiene el Pueblo de Dios cuando ora en la comunión de la Iglesia.
-De estos cien días al frente de la diócesis que le vio nacer, ¿alguna experiencia que le habría gustado no haber vivido?
-Al término de una de las celebraciones de la Semana Santa en la catedral, se acercó a la sacristía un joven con síndrome de Down, acompañado por su madre. En su mano sostenía un recorte del periódico, en el que se daba noticia de la implantación en la sanidad pública vasca de una prueba más «eficaz y sencilla» para detectar el síndrome de Down durante el embarazo… Este joven down, con una clarividencia que no olvidaré fácilmente, me dijo: «¡Señor obispo, defiéndanos, que nos quieren hacer desaparecer…!». Me sentí impotente y conmovido, al comprobar la crueldad que se esconde detrás de tantos discursos de guante blanco...
-También habrá tenido alegrías...
-Sí; destacaría la respuesta pronta e incondicional de los dos sacerdotes a los que pedí su servicio como vicarios del obispo. Me dijeron que sí desde el primer momento de la conversación. Su disposición, como la de otros muchos, ha sido inmejorable.
-Usted fue párroco de la localidad de Zumárraga durante casi veinte años. ¿Ha podido visitar ya a sus antiguos feligreses?
-Sí, he estado ya en Zumárraga en dos ocasiones desde mi llegada. Pero espero con ilusión al próximo domingo 9 de mayo, porque ese día acudiré a celebrar el sacramento de la confirmación en la que, durante tantos años, fue mi parroquia de El Salvador. Ya se puede imaginar la alegría que me da confirmar a los jóvenes a quienes yo mismo bauticé hace dieciséis o diecisiete años.
-Me lo imagino, especialmente al ver que han perseverado en la fe, algo no muy habitual hoy en día y, en especial, en tierras vascas. Eso dicen, al menos, las estadísticas...
- Pues en este año sacerdotal –que ya concluye el próximo mes– aprovecharía para decir a todos los jóvenes que aquellos que escuchen en su interior la llamada a ser sacerdote de Cristo y la respondan positivamente, serán inmensamente felices… ¡Que no lo duden!
-¿Y cómo conseguir nuevas vocaciones? Parece la asignatura pendiente de la Iglesia.
-La clave principal está en testimoniar ante los jóvenes el tesoro de la vocación sacerdotal. No en vano, el Papa convocó el Año Sacerdotal con el objetivo de «promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo». Aunque obviamente no podemos hacer cálculos matemáticos, allá donde se encuentre un sacerdote, tarde o temprano brotarán las vocaciones… Por lo tanto, lejos de buscar recetas mágicas, el secreto está en la fidelidad y en nuestra propia conversión.
- Ha llegado a una diócesis que registra uno de los menores índices de práctica dominical. ¿Cómo devolver a Dios a esa sociedad?
La primera condición para poder evangelizar en medio de este Occidente secularizado es no perder la certeza de que el hombre y la mujer de nuestros días necesitan a Jesucristo tanto como en los siglos anteriores.
-¿Pese a que el hombre occidental parezca haber perdido su interés por las cosas de Dios?
- Las apariencias engañan, y la frivolidad de Occidente oculta el drama que se esconde en nuestro interior. Esta convicción es fundamental: cuando nos acomplejamos ante la secularización, terminamos por secularizarnos nosotros mismos.
-Aunque, como ha afirmado antes, no existen «fórmulas mágicas», ¿no existe un «know-how» para aplicar a la evangelización?
-Me permito apuntar un método concreto de evangelización en nuestros días: el testimonio de tantos conversos que están encontrando a Cristo después de superar sus anteriores etapas de incredulidad.
-Pero quizás se da una dificultad añadida para los que se plantean volver a Dios: casi a diario aparecen en los medios de comunicación casos de sacerdotes pederastas. ¿De verdad hay tantos, o se están magnificando los datos?
-No me cabe la menor duda de que determinados círculos laicistas y anticlericales han visto un filón en el pecado aberrante de esos sacerdotes.
-Se trata entonces de una estrategia de desprestigio contra la Iglesia...
-Parece como si la respuesta impecable de Benedicto XVI les incomodase, porque desactiva su estrategia. Pondré un ejemplo bien cercano: a pesar de que los casos denunciados en España son muy contados, la táctica ha consistido en «encender el ventilador», con el intento de robar la confianza de las familias católicas hacia la Iglesia. El objetivo es que las nuevas generaciones no sean educadas cristianamente.
-¿Y lo están consiguiendo?
-Yo creo que acrecientan el anticlericalismo y que encrespan el ambiente. El efecto negativo es indudable. Pero, por otra parte, estoy convencido de que los ataques son tan burdos que provocan el efecto contrario en una parte importante de la población, que se muestra inasequible a las manipulaciones. Por ejemplo, llama la atención que en estos últimos años, las solicitudes de ingreso en las escuelas católicas, lejos de disminuir, hayan aumentado; e igualmente, el hecho de que en los dos últimos años, hayan aumento el número de «X» marcadas en la casilla de la Iglesia en la Declaración de la Renta.
Un vasco en Toledo y Palencia
Monseñor Munilla nació en San Sebastián el 13 de noviembre de 1961. Estudió en el colegio del Sagrado Corazón de Mundaiz y después marchó a Toledo con su hermano Esteban –que dirige en la actualidad la emisora Radio María– para hacer los estudios eclesiásticos. Los terminó en San Sebastián, donde fue ordenado sacerdote por monseñor Setién en 1986. Se convirtió en el obispo más joven de España en el año 2006, y desde Palencia escribió sus ágiles y célebres cartas pastorales, como «Manda el porro a la porra»; labor que prosigue en San Sebastián.
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