Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

ABBY JOHNSON, AMPARO MEDINA Y MECHELLE HALL

Tres mujeres que fueron abortistas y acabaron trabajando por la causa pro vida

Sus caminos son diferentes, aunque partieron del mismo lugar de muerte y han llegado a la defensa de la causa provida. Los motivos van desde un sonido a la ayuda desinteresada de otra persona o ser consciente del síndrome post aborto.

Jorge E. Mújica/ReL

Un embrión humano
Un embrión humano
Abby Johnson, Amparo Medina y Mechelle Hall comparten algo más que ser mujeres: pasaron de la defensa más radical del aborto a la noble causa por la vida. ¿Qué les hizo cambiar de opinión? Conocer en primera persona las motivaciones que están detrás del lucrativo negocio del aborto, el impacto ante la evidencia del asesinato de una vida humana y también el testimonio de quienes pacíficamente mostraron la belleza de la causa pro vida.
 
«¿Cuántas víctimas voy a tener sobre mi conciencia?», fue la pregunta que se hizo Amparo Medina, presidenta actual de la Red Pro Vida de Ecuador, cuando, siendo militante de grupos de izquierda radical, atea y funcionaria del Fondo de Población de las Naciones Unidas, se dio cuenta que la distribución de condones no solucionaba el problema del contagio del SIDA y que una amiga que había abortado sufrió el trágico y fortísimo trauma postaborto.
 
En octubre de 2009 Abby Johnson dejó su puesto como directora de una clínica para asesinar niños de la cadena Planned Parenthood, en Bryan, Texas, para sumarse a la Coalition for life. Todo cambió cuando en septiembre del mismo año vio la transmisión de un ultrasonido y cómo el feto era triturado desde el vientre materno: «Alcancé mi punto de ruptura tras presenciar un tipo concreto de aborto a través del ultrasonido», declaró (cf. zenit, 03.11.2009).
 
Pero la realidad del trauma postaborto que conoció Amparo y la evidencia de la extracción de un bebé desde el seno materno por parte de Abby no fueron lo único.
 
Amparo Medina también hace alusión a los «millones del sexo»: «Es una empresa gigantesca. Al vender sexo te venden pornografía, prostitución, anticoncepción, aborto, y hasta bebés abortados, inclusive por internet, para sacarles el colágeno con los que elaboran cremas y champú; también para hacer investigaciones farmacéuticas. Varios médicos se vuelven millonarios vendiendo y haciendo abortos. El aborto más barato cuesta US$ 60. En Estados Unidos se realizan más de un millón de abortos al año y cuestan US$ 300 cada uno. La pastilla de emergencia la compras a US$ 0,25 y la vendes a US$ 8. Los dispositivos intrauterinos (DIU) los puedes encontrar en US$ 2 o 3 y te los ponen por US$ 25 o 30. La International Planned Parenthood Federation (IPPF), la que más vende anticoncepción y aborto en Hispanoamérica, en el 2007 ganó US$ 77 millones» (cf. ReligionenLibertad.com, 29.01.2010).
 
Para Abby Johnson las cosas le parecieron todavía peores cuando se dio cuenta que en el fondo no era el interés por ayudar a la mujer lo que importaba: «En los últimos meses –dice Johnson– había visto un cambio en las motivaciones del impacto financiero de los abortos […] El dinero no estaba en la prevención, el dinero estaba en el aborto». Y añade: «Cada reunión que teníamos era “No tenemos suficiente dinero, tenemos que mantener esos abortos que vienen”. Es un negocio muy lucrativo y por eso quieren incrementar los números».
 
Un ejemplo de que el testimonio de quienes se manifiestan pacíficamente fuera de las clínicas abortistas tiene también sus buenas consecuencias es el Mechelle Hall y Leah Winandy.
 
El hijo de Mechelle Hall «le debe» la vida a Leah Winandy, una jovencita de 21 años que valientemente se le acercó a Mechelle cuando ésta se dirigía a un clínica para matar bebés en Minnesota, Estados Unidos, en noviembre de 2009. La circunstancia del acercamiento de Leah no fue acogido de modo ameno: Mechelle sacó un cuchillo y le dijo que no se acercara. Pese al arma Leah se aproximó un poco más y le dijo «mira y escucha tu ultrasonido». Cuando terminó de hablar tenía el cuchillo puesto en la garganta.
 
«Gracias por estar allí. Si no hubieras estado allí, probablemente hubiera seguido adelante y me hubiera arrepentido el resto de mi vida. Probablemente hubiera seguido el camino del aborto. Estoy verdaderamente apenada por lo que le hice» (cf. aci prensa 19.02.2010). Son declaraciones de Mechelle, de 26 años, quien da las gracias porque Leah, de 21, se acercó y con su testimonio le ayudó a cambiar su decisión.
 
Los casos de estas mujeres nos recuerdan qué está realmente detrás de la industria del aborto y cómo dos de los principales enemigos que ese lucrativo negocio tiene son el testimonio y un sencillo ultrasonido. Se sabe, y por eso en una clínica para matar niños nunca ofrecerán un ultrasonido antes del aborto y seguirán buscando que la ley persiga a quienes se manifiestan pacíficamente fuera de sus instalaciones. Cómo no iban a hacerlo si se les quita clientes. Tristemente estas historias no salen en las cabeceras de los principales diarios del mundo y apenas si se les da unos segundos en los principales noticieros de los diferentes países. Pero no dejan de animar, consolar e ilustrar.
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