Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

PATRIARCA LATINO FOUAD TWAL

«Jerusalén es una ciudad especial, hermosa y dramática donde Jesús lloró y aún lloramos»

Aunque los cristianos árabes forman una pequeña minoría en Tierra Sana, podrían ser un importante puente en el conflicto que ha dividido la región durante tanto tiempo, afirma el Patriarca Fouad Twal, que lamenta que el número de cristianos esté disminuyendo.

Mark Riedemann/AIN

Fouad Twal, Patriarca Latino de Jerusalén
Fouad Twal, Patriarca Latino de Jerusalén
Parte del problema, observa, es que el muro de 20 pies de altura que rodea los territorios palestinos ha vuelto casi imposible la vida diaria de muchos. Hay aproximadamente 50.000 cristianos en la Franja de Gaza, Jerusalén oriental y Cisjordania, con más de 200.000 en Israel.
 
En esta entrevista dada al programa de televisión «Dios llora en la Tierra» de la Catholic Radio and Television Network (CRTN) en cooperación con Ayuda a la Iglesia Necesitada, el patriarca expone los muchos desafíos a los que se enfrentan los cristianos que viven en Tierra Santa. 
 
- ¿Puede decirnos cuál es la situación actual de los cristianos de Tierra Santa?
- Tenemos que recordar que el Patriarcado Latino cubre tres Estados: Jordania, Palestina, Israel, e incluso Chipre. No es fácil hablar sobre un estado porque la situación cambia de Estado a Estado. Como sabemos, en el mundo hay normalmente un estado con muchas diócesis; en nuestro caso tenemos una diócesis dentro de muchos estados.
 
El hecho de que vivamos en conflicto significa que las fronteras entre estos Estados crean problemas; cruzar las fronteras significa problemas, asignar una parroquia a otra parroquia no es fácil. Necesitamos pases – permisos – de Israel para movernos dentro de estos tres Estados, que están dentro de un único Patriarcado de Jerusalén.
 
- ¿Cómo describiría usted los sentimientos de las personas en Jerusalén, en Tierra Santa, especialmente los de los cristianos?
- Es una ciudad especial, una ciudad hermosa y una ciudad dramática en la que incluso el Señor lloró. Y todavía estamos llorando. Jerusalén une a todos los creyentes – judíos, musulmanes, cristianos – pero, al mismo tiempo, Jerusalén divide a todos los creyentes – a muerte. Todos quieren que Jerusalén sea su propia capital, y Jerusalén para mí debe ser la madre de las iglesias, la madre para todos los creyentes, y no para un solo pueblo.
 
Es un placer ver, desde un lado, a esa gente que viene a visitar los santos lugares y, por otro, es doloroso ver que la iglesia local, los cristianos locales no pueden ni siquiera visitar estos santos lugares. Un párroco de Belén no puede traer a sus fieles de peregrinación a estos santos lugares. La misma situación ocurre en Ramallah, y en Jordania, y en otras parroquias; no pueden moverse con facilidad con tantos puntos de control y el muro que les separa.
 
- Esta es la cuestión clave. ¿Ha empeorado la situación para los cristianos en Tierra Santa como consecuencia de la construcción del muro?
- Claro que sí, el muro ha separado a las familias. No es sólo una cuestión de los Santos Lugares, sino que es también una cuestión de familias, de algunas familias, algunos jóvenes no pueden visitar a su abuelo o a su abuela al otro lado del muro. No pueden ir a su campo, a su jardín y a su olivar al otro lado. El problema es grande, y no es una cuestión sólo de los Santos Lugares, sino de la dignidad de las familias, la separación entre jóvenes y mayores. No pueden visitar a alguien que ha muerto al otro lado.
 
- ¿Usted viaja con un pasaporte diplomático del Vaticano?
- Sí, es cierto, de esta forma puedo visitar a los feligreses en los tres estados que comprenden el patriarcado: Jordania, Israel y Palestina. La cuestión surge cuando tenemos que trasladar a un sacerdote de una parroquia a otra según nuestra labor pastoral, y nuestras necesidades pastorales; tengo que pensar antes si le darán permiso para trasladarse o no, y es un gran problema.
 
En Jordania – la parte más grande del patriarcado y la fuente de nuestros sacerdotes, seminaristas y monjas – la cuestión siempre es si podremos traerlos a Palestina. Otra cuestión es la que tiene ver con nuestros jóvenes seminaristas que están en Beit Jala, cerca de Belén, si podrán ir en vacaciones a Jordania a ver a sus familias.
 
- ¿Para ver a sus familias?
- Sí, esto es un problema. El conflicto existe. Soportamos las consecuencias del conflicto. Lo que necesitamos no es este permiso, sino paz. Necesitamos una vida normal. Necesitamos libertad de movimientos para movernos pacíficamente, sin problemas, sin permisos. Aunque Israel no dé el permiso, no estamos muy agradecidos. Estaremos agradecidos cuando tengamos nuestra paz, cuando tengamos nuestra vida normal y cuando podamos movernos sin problemas.
 
El hecho es que el conflicto ha existido de 60 años a un siglo, y hasta ahora no hemos visto ningún progreso hacia más paz, más dignidad, más libertad. No hemos tenido esto, pero nunca hemos perdido la esperanza, ni dejado de rezar y pedir ayuda exterior para lograr la paz.
 
- Los cristianos se encuentran entre los extremistas musulmanes y los extremistas sionistas. ¿Cómo encajan los cristianos; hay una sensación de agresión hacia la comunidad cristiana de ambas partes, o usted no estaría de acuerdo?
- Estoy de acuerdo en que esta dramática situación debería llevarnos a tomarnos en serio el Evangelio. En el Evangelio el Señor dice: «El que quiera seguirme que tome su cruz y me siga».
 
Y este es nuestro «pan de cada día» – llevar la cruz en los mismos lugares en los que Él la llevó. Y como cristianos, y como minoría, si esta cruz viene de los judíos, de los musulmanes, de nosotros mismos, no importa. El hecho es que no podemos vivir en Tierra Santa, no podemos amar Tierra Santa, no podemos trabajar en Tierra Santa sin la cruz, de modo que la situación del muro nos hace tomarnos a la letra (en serio) el Evangelio. Al mismo tiempo, en el Evangelio, el Señor dice: «No tengáis miedo yo estoy con vosotros. Nunca os dejaré solos».
 
Esta es la razón por la que nuestro entusiasmo, nuestra alegría de vivir, de trabajar, de evangelizar, de hacer nuestra actividad pastoral, no depende de la alegría de la situación política – si el gobierno está con nosotros o contra nosotros. Nuestra alegría de vivir, de trabajar, de rezar viene de otra fuente: del Señor, de su fuerza, de su amor, de su perdón.
 
- Usted ha dicho que los cristianos árabes son como un puente entre Oriente y Occidente. ¿Qué papel juegan los cristianos en este contexto?
- En primer lugar, debemos conservar y respetar nuestra identidad tanto de árabes como de cristianos; no podemos olvidar esta identidad. Como árabes, tenemos las mismas tradiciones, tenemos la misma lengua, y tenemos la misma concepción que los musulmanes. Podemos hablar con ellos. Nos sentimos más árabes que ellos; había árabes en Oriente Medios varios siglos antes de la llegada del Islam, y estamos orgullosos de decir que somos árabes, y venimos del desierto. Lo digo con placer y no tengo ningún problema en decirlo.
 
Al mismo tiempo, somos cristianos, y tenemos una cultura, y una cultura cristiana, y tenemos una cultura occidental, y podemos ser y debemos ser un factor de moderación, un factor de reconciliación, un factor o puente ente pueblos en conflicto. La cuestión es si la comunidad internacional nos acepta o nos considera como tales. Esa es la cuestión.
 
Nos suelen olvidar. Suelen tomar decisiones sobre Oriente Medio sin pensar en la pequeña minoría cristiana de esta zona. Y suelen pagar el precio de sus decisiones porque nadie nos considera ni considera nuestra presencia entre una mayoría de musulmanes y una mayoría de judíos.
 
- ¿Si usted tuviera que hacer una petición a los católicos, qué les pediría para los cristianos de Tierra Santa?
- La petición es fácil: la petición de las tres grandes «Pes» (en inglés).
 
Oración: Pedimos que la Iglesia de todo el mundo con sus comunidades, sus sacerdotes y sus fieles, recen por la paz en Tierra Santa porque todavía creemos en el poder de la oración. El Señor dijo: les daré mi paz. La paz que el mundo, que los políticos no pueden dar, o quizá no quieren dar, nos la dará. Esta paz significa serenidad, fe, amor y respeto por todos, así la primera «P» es la oración (pray).
 
La segunda «P» es de proyecto (project): adopten, por favor, algún proyecto social, religioso o cultural. Pueden adoptar escuelas, pueden adoptar seminaristas, y pueden adoptar al Patriarcado, pueden y deben ayudar.
 
Y la última «P» es de presión (pressure) sobre los Gobiernos para lograr la paz. Necesitamos esto más que cualquier otra cosa. Necesitamos la paz. Necesitamos un calendario que acabe con los puestos de control, y con el muro, y tenemos que estar en paz con todos.
 
Queremos asegurar a todos que con las armas, los muros y los puestos de control, no habrá paz ni habrá seguridad. La paz y la seguridad serán para todos o no serán para nadie. Ningún pueblo, ni el israelí ni el palestino, puede tener una seguridad o una paz unilateral; ambos deben tener paz y seguridad o, de otra forma, seguirá matándose y nunca terminaremos con esta violencia. Y no queremos esto.
 
Queremos paz y seguridad para todos: judíos, musulmanes y cristianos. 
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