Domingo, 06 de octubre de 2024

Religión en Libertad

LIBRO SOBRE EL FUNDADOR DE SCHÖNSTATT

López Schlichting: «Kentenich se adelantó a su tiempo al definir a la Virgen como corredentora»

Acaba de ser presentado el primer libro sobre el fundador del movimiento de Schöenstatt, escrito por alguien ajeno al movimiento. Se trata de la biografía «José Kentenich, historia de un hombre libre» (Monte Carmelo), que firma Eduardo T. Gil de Muro.

Luis del Real Espanyol/ReL

Cristina López Schlichting
Cristina López Schlichting
Con motivo de la celebración de los 40 años de presencia del movimiento Schönstatt en España, se ha presentado en Madrid, en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas, ante un aforo de 400 personas, la primera biografía del fundador del carisma mariano escrita por una persona no perteneciente al movimiento. En el acto, presidido por Gregorio Marañón Bertrán de Lis, intervinieron Asunción Aguirrezábal, miembro del movimiento y promotora del libro, la periodista Cristina López Schlichting, y el escritor del ensayo, «José Kentenich, historia de un hombre libre» (Monte Carmelo), Eduardo T. Gil de Muro.

En sus palabras de presentación, Gregorio Marañón resaltó el paralelismo profético que el Padre Kentenich tenía con otros fundadores o reformadores religiosos, como San Juan de la Cruz, y el sufrimiento que padecieron cuando fueron perseguidos por intentar seguir más de cerca el espíritu evangélico.
 
La directora del programa «La tarde con Cristina» de la cadena COPE, Cristina López Schlichting señaló que «José Kentenich fue un profeta que se adelantó a su tiempo al definir a la Virgen como corredentora». «Es uno de los primero fundadores modernos –enfatizó la periodista– que inicia un carisma con la necesidad de transmitir la fe de otra manera, abandonando el sesgo pietista que imperaba en aquella época y que, en muchos casos, impedía que hubiera un nexo real entre la vida y esa espiritualidad».
 
«Kentenich –recuerda López Schlichting– logra recuperar el concepto de la persona humana como el Yo, colocándolo como alternativa al colectivismo, al estilo de los totalitarismos de izquierda y de derecha».
 
La periodista de COPE también destacó «el enorme amor que Kentenich tenía por la Iglesia, lo que le llevó a estar alejado del movimiento por él fundado y de sus miembros, por un periodo de 14 años, siguiendo de esta manera las indicaciones que sus superiores eclesiásticos le habían transmitido con una obediencia absoluta. No en vano, el lema que está en la tumba de Kentenich es ‘Amo a la Iglesia’».
 
Schönstatt tiene 180 santuarios y está en 31 países
Por su parte, Asunción Aguirrezabal, recordó que la primera vez que conoció el Santuario Mariano que tiene Schönstatt en Pozuelo, sintió una sensación única que lo expresó de la siguiente manera: «Qué bien se está aquí». Desde entonces han pasado 27 años «y sigo contemplando la mirada cálida de esta Virgen joven, guapa y sencilla que preside el altar, Mater Admirabilis. Su presencia ha ido calando hondo en mi alma y Ella me ha ido acercando a sus sacerdotes y a la familia de Schönstatt, procurando una renovación interior».
 
Aguirrezabal señaló en su intervención que uno de los objetivos del movimiento, según las enseñanzas de su fundador, es «transformar el mundo». «No es un idealismo teórico –continúa Asunción Aguirrezbal– sino la firme convicción de que el Santuario de Schönstatt se ha convertido en un lugar de Gracia, en un taller de forja, hablando en términos actuales, de ese hombre nuevo».
 
Aguirrezabal evocó cómo el libro de Gil de Muro «cuenta con realismo y fuerza las terribles persecuciones que padeció el fundador en su persona y en su obra», y cómo Kentenich, en medio de la sospecha y las dificultades repetía con paciencia: «Somos una obra de la Iglesia para la Iglesia».
 
«Schöenstatt está en estos momentos en 31 países y cuenta con 180 santuarios», indicó Asunción Aguirrezabal.
 
¿Un cristianismo a punto de morir?
Eduardo T. Gil de Muro, autor del libro, destacó uno de los diagnósticos proféticos del fundador de Schöenstatt: «A nuestro cristianismo de ahora lo que le sucede es que por falta de vida interior está a punto de morir». «Kentenich –dice Gil de Muro– había empezado a descubrir que uno de los males grandes de la sociedad contemporánea era la reciente masificación del individuo».
 
Gil de Muro señaló que el Padre Kentenich quería responder a las necesidades del momento, y para ello consideraba que «lo que más necesita nuestro tiempo –por no decir lo único– es que haya santos nuevos (que no es igual que nuevos santos de antaño), hombres nuevos y cabales, cristianos nuevos de verdad, perfectos como consumación gozosa de todos los esfuerzos personales y de la Gracia».
 
Kentenich ante el nazismo
El libro «José Kentenich, historia de un hombre libre» refleja muy bien el choque entre los proyectos de José Kentenich y el contexto social y político de su Alemania natal de 1930. «Kentenich no quería ser subversivo, pero tampoco quería ser el mudo que tantas veces aparece en los pueblos cuando se les precipitan encima estos terrenos de la historia», escribe Gil de Muro.
 
Gil de Muro manifestó que el Movimiento de Schöenstatt fue calificado por el servicio de seguridad de las SS como «sumamente peligroso», como «el más peligroso de cuantos movimientos ha podido identificar el Servicio Secreto». ¿La causa?: «Schönstatt, a lomos de su propia inspiración y por los impulsos místicos del Padre José Kentenich, había pasado de lo que había sido un sencillo inicio piadoso a ser una referencia espiritual y social que ya hemos visto cómo se las traía de tiesas y peligrosas al nazismo que estaba avasallando al pueblo».
 
En el campo de concentración de Dachau
El autor del libro se refirió al internamiento de Kentenich en el en el campo de concentración de Dachau, destacando que «nunca iba a estar más esclavo que lo que estaba en esos momentos de angustia carcelaria y, sin embargo, jamás se iba a sentir tan libre como ahora para disponer de sus emociones, de sus decisiones interiores y del aire mismo con que resolvía cualquiera de sus incertidumbres». En palabras del Padre Kentenich: «Ni siquiera un minuto de mi prisión me he sentido abandonado. Y eso que la encerrona en el búnker fue literalmente trituradora».
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