Viernes, 27 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

EL CARDENAL CAÑIZARES, EN EL MILENARIO DE SAN ATILANO

«No se puede excluir a Cristo de ningún lugar de la historia de los hombres»

Los restos de San Atilano, primer obispo de Zamora, fueron trasladados hasta Tarazona (Zaragoza), su ciudad natal con motivo de las celebracioens de su milenario. El cardenal Cañizares, que presidió la eucaristía, señaló que «solamente en Dios puede encontrar el hombre el descanso que busca, la felicidad».

R.B./ReL

Según informa Luis Santamaría, el delegado de medios la diócesis de Zamora, a las 4 de la madrugada se reunieron en la iglesia arciprestal de San Pedro y San Ildefonso, en la capital zamorana, representantes del Obispado, de la parroquia y de los Caballeros Cubicularios, para dar comienzo a la peregrinación diocesana que ha llevado los restos de san Atilano, primer ocupante de la sede episcopal de Zamora, a su ciudad natal, Tarazona (provincia de Zaragoza).

Con una sencilla oración, dirigida por el párroco de San Pedro y San Ildefonso, Benito Peláez, se dio paso a la salida de los restos de san Atilano del templo donde son custodiados, en unas andas llevadas por los miembros de la Real, Muy Antigua e Ilustre Cofradía de Caballeros Cubicularios de San Ildefonso y San Atilano de Zamora, encabezados por su presidente, Francisco Javier García-Faria. Acto seguido, la arqueta con los restos santos fue colocada en un furgón, y los integrantes de la peregrinación diocesana cogieron el autobús rumbo a Tarazona, con la presencia también de Juan Luis Martín, Vicario General, y Juan González, Deán de la Catedral.

Pasadas las 9,30 horas, la representación de Zamora llegó a Tarazona, dirigiéndose al Seminario Diocesano de la Inmaculada, donde el obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán, se sumó a la comitiva. Unos minutos después, el toresano Julián López, obispo de León y, por tanto, sucesor de san Froilán, compañero de san Atilano, se acercó a saludar a los zamoranos. Hizo lo mismo Demetrio Fernández, obispo de Tarazona y anfitrión de este encuentro.

El prelado turiasonense fue el encargado de acompañar a Antonio Cañizares, cardenal prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos para recibir de forma solemne, en la iglesia de San Francisco de Asís –que se emplea ahora como catedral sustitutoria–, los restos de san Atilano llevados desde Zamora, y el cráneo, que se conserva en la sacristía de la Catedral de Toledo.

La eucaristía solemne, celebrada este día con motivo de la traslación de la reliquia que Zamora donó a Tarazona en el año 1644, fue presidida por el cardenal Cañizares, y concelebrada por cerca de 20 obispos y 80 sacerdotes. En un lugar destacado, en el presbiterio, fueron situadas las reliquias de san Atilano procedentes de Zamora, Toledo y la misma ciudad de Tarazona. El templo estaba lleno, y mucha gente tuvo que seguir la celebración a través de pantallas colocadas en algunas capillas.

Recordando al primer obispo de Zamora

Al inicio de la eucaristía tomó la palabra el obispo de Tarazona, Demetrio Fernández, a modo de saludo, donde citó «especialmente a Zamora, esa querida Diócesis de san Atilano». Se dirigió directamente a Gregorio Martínez para decirle: «Gracias, don Gregorio, por haber permitido que vengan a Tarazona los restos de san Atilano, por primera vez desde que marchó». Y terminó su alocución con estas palabras: «que el santo obispo de Zamora, nacido en Tarazona, nos bendiga a todos».

Tras la lectura del evangelio, tomado de san Juan, donde Cristo se presenta como el buen pastor que da su vida por las ovejas, el cardenal Cañizares comenzó su homilía señalando que san Atilano «fue un pastor conforme al corazón de Dios, que buscó su voluntad por encima de todo. Guió a su pueblo siendo fundador de la Diócesis de Zamora», y fue «testigo de la fe apostólica».

El purpurado recordó el contexto de la vida y ministerio del primer obispo zamorano, en una época de recuperación del cristianismo tras la dominación musulmana, cuando «el III Concilio de Toledo asienta nuestra realidad como pueblo», una identidad asentada tras la presencia de visigodos y mozárabes.

Esta fiesta debe servir, según Antonio Cañizares, «para renovar la fe apostólica en Cristo». San Atilano –recordó– «es un sucesor de los apóstoles, que toma el relevo apostólico en la Iglesia de Zamora», testimoniando una fe cuyo centro es que «Cristo es el Hijo eterno de Dios, que ha bajado del cielo. Es nuestro Salvador, ungido para anunciar la buena noticia a los que sufren, a los pobres y a los últimos». Afirmó que «solamente en Dios puede encontrar el hombre el descanso que busca, la felicidad», y que «no se puede excluir a Jesucristo de ningún lugar de la historia de los hombres». Como dijo el cardenal, «la Iglesia no tiene otra riqueza fuera de Cristo», y por eso expresó su deseo de que esta fiesta y el Año Jubilar sirvan «para acercarnos a Cristo, y observar su vida a través de testigos como san Atilano».

Procesión por las calles de Tarazona

Al terminar la eucaristía tuvo lugar una larga procesión por las calles más céntricas de Tarazona, con los obispos y sacerdotes concelebrantes acompañando los restos de san Atilano. Junto al arca zamorana, llevada en andas por miembros de cofradías de Tarazona, los Caballeros Cubicularios velaban por el santo patrono. Se añadía a la procesión la Corporación Municipal de la ciudad, dos conjuntos musicales y otros elementos folclóricos, como el popular «cipotegato» y las gigantillas.

Centenares de turiasonenses y visitantes llenaron la iglesia y acompañaron la procesión por la calle, gran parte de ellos ataviados con el «uniforme» de las fiestas, compuesto por ropa blanca y pañuelo azul al cuello. Y niños, muchos niños, con los ojos bien abiertos al contemplar tan curioso cortejo. Vivas a san Atilano y aplausos fueron los modos de despedir la procesión por parte del pueblo, alegre de haber podido tener en su ciudad los restos de un hijo tan ilustre.

La peregrinación zamorana compartió mesa con los obispos asistentes y el clero y el seminario de Tarazona, invitados por su obispo. En el brindis, el obispo de Zamora, Gregorio Martínez, dijo las siguientes palabras: «Gracias a san Atilano, que nació aquí, está la Iglesia en Zamora, y es algo de agradecer», añadiendo que «tenemos los santos cuerpos de san Ildefonso y san Atilano, pero no como una propiedad particular, sino como un don para compartir con los demás, para dar gloria a Dios, para la santificación de los fieles y el crecimiento de la comunión entre nuestras Iglesias».

Por último, pasadas las 5 de la tarde, tuvo lugar la despedida en la iglesia de San Francisco de Asís, por parte del canónigo Ignacio Tomás, que agradeció a la Diócesis de Zamora, a la Parroquia de San Pedro y San Ildefonso y a los Caballeros Cubicularios la peregrinación con los restos del patrono de la ciudad de Tarazona. Tras la oración colecta y la bendición final, sonaron el órgano y las campanas mientras los Cubicularios sacaron el estandarte de su Cofradía y la arqueta con los restos de san Atilano, otra vez de vuelta a la ciudad del Duero.

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