Miércoles, 25 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

UNA MULTITUD COLAPSÓ LA ZONA

Las durísimas denuncias de Rouco terminaron con una propuesta esperanzadora

La Fiesta de la Sagrada Familia celebrada este domingo en la Plaza de Lima contó con un mensaje especial del Papa y adquirió una dimensión europea por la amplia presencia de cardenales y obispos extranjeros, y nacional por el gran número de personas llegadas desde todos los puntos de España. El cardenal de Madrid no anduvo por las ramas en sus críticas esenciales.

E.R./ReL

Misa de la Sagrada Familia
Misa de la Sagrada Familia
Las cifras de la misa de la Sagrada Familia celebrada este domingo en Madrid dan idea de la magnitud del evento: más de cincuenta obispos, diez cardenales, 1200 sacerdotes co-oficiantes, y por supuesto cientos de miles de personas coordinados por 5.000 voluntarios.

Pese a la perfecta organización, todos los accesos a la Plaza de Lima estaban colapsados desde bastante tiempo antes de que, a la hora del Ángelus, llegase a los cientos de miles de personas presentes un saludo especial del Papa desde Roma.

«Dios, habiendo venido al mundo en el seno de una familia, indicó así que ése es el mejor camino para encontrarLe», dijo Benedicto XVI antes de señalar que «uno de los mayores servicos que los cristianos podemos prestar a nuestros semejantes es ofrecer nuestro testimonio sereno y firme de la familia fundada en el matrimonio de un  hombre y una mujer. Es de suma importancia para el presente y el futuro de la humanidad».

La posterior homilía del cardenal Antonio María Rouco Varela, quien ofició la Misa, fue en el mismo sentido, y  aunó unas denuncias muy severas con propuestas esperanzadoras para las familias cristianas.

Tras un capítulo de agradecimientos que tuvo muy presentes «en especial a las familias que se han sacrificado para venir a Madrid», el arzobispo de Madrid reiteró la enseñanza del Papa ensalzando «el inmenso don de la familia cristiana, que se mira en la familia de Nazaret para vivir en plenitud la gracia del matrimonio cristiano en cuanto ámbito preparado por Dios para que no desfallezca en su hermosa vocación».

Sin ninguna clase de complejos

Lo más destacable de la intervención del cardenal Rouco fue la claridad con la que expuso la doctrina de la Iglesia en clara confrontación con las pretensiones de la ideología laicista: «El modelo de la familia cristiana es el que responde fielmente a la voluntad de Dios y el que garantiza el bien de la familia, para sus miembros, para la sociedad y para la Iglesia».

Después hizo una crítica sin complejos: «Ese otro lenguaje de los "diversos modelos de familia" que parede adueñarse de todo, avasallador y sin réplica, no responde a la realidad natural de la familia y es incapaz de resolver la problematica cruel y dolorosa de los fracasos que afligen hoy al hombre y a a la sociedad con una gravedad pocas veces conocida en la Historia». Y defendió asimismo la familia «fundada por el Creador por el verdadero matrimonio entre el varón y la mujer».

«María y José cumplen la voluntad de Dios aun si les cuesta comprenderla», explicó el cardenal para transmitir el espíritu que debe animar a la familia en cuanto «Íntima comunidad de vida y amor donde se va abriendo día a día, cruz a cruz, el camino de la verdadera felicidad». Y destacó el valor social de la familia: «¿En qué ámbito mejor que en ése encontrarán cobijo los discapacitados, los enfermos, los rechazados? ¿Quién hay que responda mejor y más eficazmente ante la realidad del paro o de la soledad, que la familia verdadera fundada en el amor a Jesucristo?»
 
Posteriormente Rouco condenó el anticoncepcionismo y el aborto citando las palabras de Juan Pablo II en ese mismo escenario el 3 de noviembre de 1982, durante su primera visita a España. El recuerdo del Papa Wojtyla y sus palabras contra el aborto («nunca se puede legitimar la muete de un inocente, se minaría el mismo fundamento de la sociedad») recibieron las mayores ovaciones.

Y es que «el panorama que presenta la realidad de la familia en la Europa contemporánea no es precisamente halagüeño», dijo el cardenal, citando, entre otras realidades, «la facilitación jjurídica del divorcio hasta extremos impensables, asimilares al repudio, la eliminación cultural y legal de la consideración del matrimonio como uníón irrevocable de varón y mujer, el crecimiento de las rupturas familiares y matrimoniales y el que el derecho del niño en el vientre de la madre se vea suplantado en la legislación por un supuesto derecho al aborto en los primeros meses».

La esperanza


Pero el panorama sólo es oscuro y desolador «a primera vista», pues en realidad ya «alumbran los signos de la esperanza cristiana».

Rouco recordó «la hermosura de la familia y el matrimonio como la realidad que mejor responde a las aspiraciones más profundas del hombre y de su dignidad», y animó a las familias cristianas porque con su sí al matrimonio y a la familia son la esperanza de Europa: «Europa sin vosotros se quedaría prácticamente sin hijos, sin el futuro de la vida y del amor conocido y ejercitado gratuitamente. El futuro espiritual, moral y biológico de Europa, pasa por la familia, pasa por vosotras, queridas familias cristianas», concluyó.
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