EL OBISPO ECCEL, ¿DESTINATARIO?
El Papa no dudó en atacar la Teología de la Liberación ante uno de sus últimos baluartes
Hace un cuarto de siglo el cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, frenó en seco la teología de la liberación con la instrucción Libertatis Nuntius. Algunos aún no se dan por enterados, pero cuando es el mismo Ratzinger, ahora Benedicto XVI, quien se lo recuerda a los interesados, escabullirse es más complicado.
El Papa recibió en audiencia, para la visita ad limina, a seis obispos de dos regiones eclesiásticas brasileñas, y aprovechó la ocasión para una dura condena a la Teología de la Liberación.
«En agosto pasado se cumplieron 25 años de la Instrucción Libertatis nuntius de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, que subraya el peligro que comportaba la aceptación acrítica, realizada por algunos teólogos, de tesis y metodologías provenientes del marxismo», recordó Benedicto XVI, impulsor en 1984 de esa instrucción.
Además resaltó los frutos de esa corriente: «Rebelión, división, disenso, ofensa, anarquía, aún se hacen sentir, creando en vuestras comunidades diocesanas gran sufrimiento y grave pérdida de fuerzas vivas».
Y lanzó una petición que parecía tener un destinatario in situ: «A cuantos se algún modo se sientan atraídos, involucrados y afectados en lo íntimo por ciertos principios engañosos de la teología de la liberación, que se confronten nuevamente con la referida Instrucción, acogiendo la luz benigna que la misma ofrece con mano extendida».
Ese destinatario no era otro que Luiz Carlos Eccel, obispo de Caçador desde 1998 y uno de los últimos sostenedores, si no de la teología de la liberación en sentido estricto, sí de su discurso, sus temas y sus mitos.
Así, monseñor Eccel consideraba a Pedro Casaldáliga, en vísperas de la V Conferencia de Aparecida de 2007, «nuestro amado pastor, poeta y profeta». Firmó el llamado Manifiesto de los Cristianos en apoyo de la elección de Lula da Silva, para impedir «la recolonización del país al servicio de los intereses del gobierno de Estados Unidos y del capital internacional». Durante una anterior visita ad limina le explicó a algunos feligreses que en Brasil los pobres trabajan «para pagar la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional», y que con su forma sencilla de ser iglesia pretendía «evangelizar ayudando a la gente en un proceso comunitario de concientización».
Por último, en una carta de 2007 sobre La Pascua y la teología de la liberación, afirmó que «negar la teología de la liberación es negar a Jesucristo», pues «la teología, o es libertadora, o no es teología». Jugando con palabras que la instrucción Libertatis Nuntius no rechaza, aunque sí rechace su lectura marxista, monseñor Eccel critió en esa carta «las estructuras de pecado que crean algunos privilegiados a costa de la sangre y el sufrimiento de una mayoría empobrecida que hace crecer el capital en el mundo, acumulado en manos de unos pocos».
Con estos antecedentes, no es de extrañar que las alusiones del Papa este sábado a la teología de la liberación se hayan entendido como una llamada de atención muy especial al obispo Eccel, quien a sus 57 años tiene todavía muchos años por delante en el episcopado brasileño.
«En agosto pasado se cumplieron 25 años de la Instrucción Libertatis nuntius de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, que subraya el peligro que comportaba la aceptación acrítica, realizada por algunos teólogos, de tesis y metodologías provenientes del marxismo», recordó Benedicto XVI, impulsor en 1984 de esa instrucción.
Además resaltó los frutos de esa corriente: «Rebelión, división, disenso, ofensa, anarquía, aún se hacen sentir, creando en vuestras comunidades diocesanas gran sufrimiento y grave pérdida de fuerzas vivas».
Y lanzó una petición que parecía tener un destinatario in situ: «A cuantos se algún modo se sientan atraídos, involucrados y afectados en lo íntimo por ciertos principios engañosos de la teología de la liberación, que se confronten nuevamente con la referida Instrucción, acogiendo la luz benigna que la misma ofrece con mano extendida».
Ese destinatario no era otro que Luiz Carlos Eccel, obispo de Caçador desde 1998 y uno de los últimos sostenedores, si no de la teología de la liberación en sentido estricto, sí de su discurso, sus temas y sus mitos.
Así, monseñor Eccel consideraba a Pedro Casaldáliga, en vísperas de la V Conferencia de Aparecida de 2007, «nuestro amado pastor, poeta y profeta». Firmó el llamado Manifiesto de los Cristianos en apoyo de la elección de Lula da Silva, para impedir «la recolonización del país al servicio de los intereses del gobierno de Estados Unidos y del capital internacional». Durante una anterior visita ad limina le explicó a algunos feligreses que en Brasil los pobres trabajan «para pagar la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional», y que con su forma sencilla de ser iglesia pretendía «evangelizar ayudando a la gente en un proceso comunitario de concientización».
Por último, en una carta de 2007 sobre La Pascua y la teología de la liberación, afirmó que «negar la teología de la liberación es negar a Jesucristo», pues «la teología, o es libertadora, o no es teología». Jugando con palabras que la instrucción Libertatis Nuntius no rechaza, aunque sí rechace su lectura marxista, monseñor Eccel critió en esa carta «las estructuras de pecado que crean algunos privilegiados a costa de la sangre y el sufrimiento de una mayoría empobrecida que hace crecer el capital en el mundo, acumulado en manos de unos pocos».
Con estos antecedentes, no es de extrañar que las alusiones del Papa este sábado a la teología de la liberación se hayan entendido como una llamada de atención muy especial al obispo Eccel, quien a sus 57 años tiene todavía muchos años por delante en el episcopado brasileño.
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