Hermann Tertsch dice que Benedicto XVI tiene razón: el relativismo está llevando a la tiranía
Hermann Tertsch fue subdirector de El País y responsable de opinión de 1993 a 1996. Dejó este periódico afín al Partido Socialista en 2007. Es un veterano periodista español, hijo de diplomático austriaco, que siempre ha estudiado el fenómeno del totalitarismo, y de cerca.
Y ahora señala que el Papa Benedicto XVI ha tenido siempre razón al denunciar que el relativismo llevaría a una nueva tiranía.
Tertsch, que en su juventud fue miembro del Partido Comunista de Euskadi, empezó a cubrir periodísticamente las dictaduras comunistas de Europa Oriental en 1982, primero en agencia Efe, y desde 1985 en El País, como corresponsal en Alemania, Polonia y enviado especial en la Guerra de Yugoslavia, donde vio los horrores del fanatismo identitario.
Experto en fanatismos y totalitarismos políticos, hace poco avisaba en su muro de Facebook de que "las leyes LGTB" son "la más peligrosa agresión al Estado de derecho junto al nazismo y al comunismo" y "la peor amenaza para la libertad y los derechos de los españoles".
Ahora, señala que el origen está en el relativismo, como ya denunció Benedicto XVI. Es la dictadura del "zeitgeist", que es el término alemán para referirse al "espíritu de estos tiempos", una especie de inevitabilidad conformista que al final favorece a los poderosos para oprimir a otros y beneficiarse. El articulista toma como punto de partida la carta de Benedicto XVI con motivo de la muerte del cardenal Meisner (ReL lo cuenta aquí).
Publicamos a continuación el análisis de Hermann Tertsch, publicado originariamente en el diario ABC.
LA DICTADURA DEL ZEITGEIST
por Hermann Tertsch
Benedicto XVI ha hablado. Lo ha hecho como siempre hablaba él cuando ocupaba la silla de San Pedro, con suavidad. Pero también con la profunda gravedad que ha sido el sello de Ratzinger. Muchos se han asustado al escucharlo.
Porque el propio Papa emérito parece asustado ante lo que pasa con la Iglesia y con el mundo de la cristiandad. Lo ha expuesto en Colonia sin interrumpir su retiro de Castelgandolfo desde que tomó la inaudita decisión de abandonar el Pontificado en vida.
Ha hablado por boca de su fiel mano derecha, el arzobispo Georg Gänswein, con motivo de las exequias de un viejo y también leal amigo, el cardenal Joachim Meisner, arzobispo de Colonia. En una breve carta leída por Gänswein, Ratzinger advierte de que «la Iglesia necesita hoy más que nunca a pastores convincentes que sepan resistir a la dictadura del espíritu de los tiempos (zeitgeist) y que vivan y piensen la fe con determinación».
«La dictadura del zeitgeist» es una variación que hace Benedicto XVI de su llamamiento a combatir «la dictadura del relativismo» que lanzó como joven teólogo allá en 1961 al debate eclesiástico.
El Papa emérito habló de la profunda fe que tenía Meisner en que «Dios no abandona a su Iglesia», ni siquiera dice la carta «en momentos en que está a punto de zozobrar». Meisner, histórico cardenal fue enterrado por cien obispos y masiva presencia de la iglesia del Este donde luchó por la Iglesia bajo regímenes comunistas.
La carta de Benedicto XVI al entierro de un Meisner que no había ocultado su disgusto con las decisiones del Papa Francisco se ha entendido como un gesto de Ratzinger ante lo que pasa en Roma. En Colonia estaba gran parte de la Iglesia que ve con alarma una evolución en el Vaticano de hostilidad a la tradición, simpatías a déspotas tercermundistas y agresividad contra Occidente.
Molestó el cese del cardenal Gerhard Ludwig Müller como prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe y su sustitución por el jesuita español Luis Ladaria Ferrer.
Ratzinger dirigió la Congregación bajo Juan Pablo II y fue objeto de brutales campañas de desprestigio desde la izquierda política e «iglesia progresista».
En 2005, antes de ser Papa, dijo: «Tener una fe clara según el credo de la Iglesia se descalifica como fundamentalismo, mientras el relativismo, ese dejarse llevar por todo tipo de opiniones y doctrinas se presenta como la única forma posible de estar de acuerdo con los tiempos». El relativismo emerge como gran enemigo de la verdad y la libertad, como la nueva tiranía.
Ratzinger tiene una vez más razón. Avisó de la peste del relativismo antes de que en 1968 lo impusiera como «la modernidad».
Hoy el monstruo del zeitgeist es un tirano que amenaza con aplastar todas las libertades creadas en Occidente con el cristianismo y el judaísmo como cimientos.
Quienes se enfrentan a la dictadura del zeitgeist, con su multiculturalismo, su ideología de género, su resentimiento marxista nuevo/viejo, su odio a Occidente, son perseguidos y arrollados.
Quienes resisten con convicciones éticas o religiosas, conductas íntegras o simplemente con la defensa de la verdad son tachados de enemigos de un progreso que, según dictan, impone igualdad a todo, la tiranía.
El Papa Francisco dice que da igual islam que cristianismo, el Kings College de Londres quita bustos y cuadros de fundadores y científicos blancos «para no ofender», las universidades son bastiones de una doctrina implacable del progresismo que no admite discrepancias y un periodista español en Baleares, Johannes von Horrach, es la primera víctima de las nuevas leyes LGTB, la peor mordaza en Europa desde la caída de las censuras de comunismo y fascismo. Cuatro guindas de cómo estamos. Ratzinger había avisado.
Lea más sobre estos temas en nuestra sección Laicismo y nuestra sección Ideología de Género
Y ahora señala que el Papa Benedicto XVI ha tenido siempre razón al denunciar que el relativismo llevaría a una nueva tiranía.
Tertsch, que en su juventud fue miembro del Partido Comunista de Euskadi, empezó a cubrir periodísticamente las dictaduras comunistas de Europa Oriental en 1982, primero en agencia Efe, y desde 1985 en El País, como corresponsal en Alemania, Polonia y enviado especial en la Guerra de Yugoslavia, donde vio los horrores del fanatismo identitario.
Experto en fanatismos y totalitarismos políticos, hace poco avisaba en su muro de Facebook de que "las leyes LGTB" son "la más peligrosa agresión al Estado de derecho junto al nazismo y al comunismo" y "la peor amenaza para la libertad y los derechos de los españoles".
Ahora, señala que el origen está en el relativismo, como ya denunció Benedicto XVI. Es la dictadura del "zeitgeist", que es el término alemán para referirse al "espíritu de estos tiempos", una especie de inevitabilidad conformista que al final favorece a los poderosos para oprimir a otros y beneficiarse. El articulista toma como punto de partida la carta de Benedicto XVI con motivo de la muerte del cardenal Meisner (ReL lo cuenta aquí).
Publicamos a continuación el análisis de Hermann Tertsch, publicado originariamente en el diario ABC.
LA DICTADURA DEL ZEITGEIST
por Hermann Tertsch
Benedicto XVI ha hablado. Lo ha hecho como siempre hablaba él cuando ocupaba la silla de San Pedro, con suavidad. Pero también con la profunda gravedad que ha sido el sello de Ratzinger. Muchos se han asustado al escucharlo.
Porque el propio Papa emérito parece asustado ante lo que pasa con la Iglesia y con el mundo de la cristiandad. Lo ha expuesto en Colonia sin interrumpir su retiro de Castelgandolfo desde que tomó la inaudita decisión de abandonar el Pontificado en vida.
Ha hablado por boca de su fiel mano derecha, el arzobispo Georg Gänswein, con motivo de las exequias de un viejo y también leal amigo, el cardenal Joachim Meisner, arzobispo de Colonia. En una breve carta leída por Gänswein, Ratzinger advierte de que «la Iglesia necesita hoy más que nunca a pastores convincentes que sepan resistir a la dictadura del espíritu de los tiempos (zeitgeist) y que vivan y piensen la fe con determinación».
«La dictadura del zeitgeist» es una variación que hace Benedicto XVI de su llamamiento a combatir «la dictadura del relativismo» que lanzó como joven teólogo allá en 1961 al debate eclesiástico.
El Papa emérito habló de la profunda fe que tenía Meisner en que «Dios no abandona a su Iglesia», ni siquiera dice la carta «en momentos en que está a punto de zozobrar». Meisner, histórico cardenal fue enterrado por cien obispos y masiva presencia de la iglesia del Este donde luchó por la Iglesia bajo regímenes comunistas.
La carta de Benedicto XVI al entierro de un Meisner que no había ocultado su disgusto con las decisiones del Papa Francisco se ha entendido como un gesto de Ratzinger ante lo que pasa en Roma. En Colonia estaba gran parte de la Iglesia que ve con alarma una evolución en el Vaticano de hostilidad a la tradición, simpatías a déspotas tercermundistas y agresividad contra Occidente.
Molestó el cese del cardenal Gerhard Ludwig Müller como prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe y su sustitución por el jesuita español Luis Ladaria Ferrer.
Ratzinger dirigió la Congregación bajo Juan Pablo II y fue objeto de brutales campañas de desprestigio desde la izquierda política e «iglesia progresista».
En 2005, antes de ser Papa, dijo: «Tener una fe clara según el credo de la Iglesia se descalifica como fundamentalismo, mientras el relativismo, ese dejarse llevar por todo tipo de opiniones y doctrinas se presenta como la única forma posible de estar de acuerdo con los tiempos». El relativismo emerge como gran enemigo de la verdad y la libertad, como la nueva tiranía.
Ratzinger tiene una vez más razón. Avisó de la peste del relativismo antes de que en 1968 lo impusiera como «la modernidad».
Hoy el monstruo del zeitgeist es un tirano que amenaza con aplastar todas las libertades creadas en Occidente con el cristianismo y el judaísmo como cimientos.
Quienes se enfrentan a la dictadura del zeitgeist, con su multiculturalismo, su ideología de género, su resentimiento marxista nuevo/viejo, su odio a Occidente, son perseguidos y arrollados.
Quienes resisten con convicciones éticas o religiosas, conductas íntegras o simplemente con la defensa de la verdad son tachados de enemigos de un progreso que, según dictan, impone igualdad a todo, la tiranía.
El Papa Francisco dice que da igual islam que cristianismo, el Kings College de Londres quita bustos y cuadros de fundadores y científicos blancos «para no ofender», las universidades son bastiones de una doctrina implacable del progresismo que no admite discrepancias y un periodista español en Baleares, Johannes von Horrach, es la primera víctima de las nuevas leyes LGTB, la peor mordaza en Europa desde la caída de las censuras de comunismo y fascismo. Cuatro guindas de cómo estamos. Ratzinger había avisado.
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