RUIDO Y POCO MÁS
«Paredes», «sopapos» y «portazos», anécdotas en el nombramiento de Munilla
El nuevo obispo de San Sebastián se ha encontrado con la prevista animadversión de nacionalistas (pero no todos se quisieron mojar), y de progresistas (pero sólo algunos en voz alta). Sus primeras palabras fueron una llamada a superar los prejuicios... y es que algunos le han calificado desde su primer día como un «desafecto».
«Voy a la diócesis de San Sebastián, de la cual soy hijo, con la misión de ser también hermano, padre y pastor de todos, sin excluir a nadie»: más claro no pudo ser monseñor José Ignacio Munilla en sus primeras palabras tras el nombramiento como nuevo obispo de San Sebastián. Guipuzcoano, euskaldún y párroco en Zumárraga durante veinte años, no tenía que reivindicarse ante la campaña que el nacionalismo vasco puso en marcha contra él... «Los vascos, como los gallegos, también tenemos morriña», dijo para celebrar la vuelta a su tierra.
El dirigente del PNV Joseba Egibar fue el primero en responder nada más hacerse oficial el sustituto de monseñor Juan María Uriarte: el Vaticano pretende «despersonalizar, desafectar y desarraigar» a la Iglesia vasca con un prelado tan «ultraconservador» que «más a la derecha sólo tiene la pared». Otros políticos fueron más moderados, como el secretario general de Eusko Alkartasuna, Pello Urizar, que se limitó a recordar a monseñor Munilla la realidad social vasca para que no crezca su «distanciamiento» con la Iglesia. O el portavoz del PSE, José Antonio Pastor, quien hizo notar que la Iglesia vasca «siempre ha estado más cercana a los nacionalistas que a los conservadores».
Monseñor Munilla no se amilanó ante estos comentarios durante la rueda de prensa posterior al nombramiento: las lecturas políticas «distorsionan la realidad de la Iglesia», dijo, al tiempo que mostró su confianza en que «los prejuicios se superen con las relaciones personales».
Algunos de esos prejuicios quedan bien reflejados en el artículo que publica este domingo en el Diario Vasco el sociólogo Javier Elzo. Lo titula directamente «Portazo al Vaticano II», y al portazo añade nada menos que un «sopapo en toda regla a la Iglesia de Gipuzkoa»: «Han podido más los nostálgicos preconciliares que los seguidores de Vaticano II».
En El Periódico de Catalunya, Jordi Casabella hace uno de esos paralelismos que lo dicen todo: «Uriarte ha demostrado ser un prelado abierto, atento a la realidad social, un intelectual con un discurso propio que no se dejaba intimidar por la jerarquía. Munilla pertenece a la nueva hornada de obispos untraconservadores en lo social, "conformistas, devotos y obedientes", en palabras de un antiguo formador de seminaristas».
El Correo, sin embargo, recoge testimonios elocuentes:
«Los fieles de la parroquia guipuzcoana de El Salvador le recuerdan ahora abriendo las puertas de su vivienda a los toxicómanos, de quienes se ocupaba durante el síndrome de abstinencia y la lucha por la reinserción, y a sus familias, desbordadas por la angustia».
Y el diario nacionalista Deia le califica directamente como «Desafecto y formado en Toledo» en el título de una información de Aitziber Salinas donde algunos alegan que su llegada puede echar por tierra cuarenta años de trabajo por la «humanización de los párrocos»... a pesar de que la misma información incluye referencias a su ayuda a los drogadictos. No importa: «El mensaje de Munilla es "antievangélico total"», rematan las fuentes.
El dirigente del PNV Joseba Egibar fue el primero en responder nada más hacerse oficial el sustituto de monseñor Juan María Uriarte: el Vaticano pretende «despersonalizar, desafectar y desarraigar» a la Iglesia vasca con un prelado tan «ultraconservador» que «más a la derecha sólo tiene la pared». Otros políticos fueron más moderados, como el secretario general de Eusko Alkartasuna, Pello Urizar, que se limitó a recordar a monseñor Munilla la realidad social vasca para que no crezca su «distanciamiento» con la Iglesia. O el portavoz del PSE, José Antonio Pastor, quien hizo notar que la Iglesia vasca «siempre ha estado más cercana a los nacionalistas que a los conservadores».
Monseñor Munilla no se amilanó ante estos comentarios durante la rueda de prensa posterior al nombramiento: las lecturas políticas «distorsionan la realidad de la Iglesia», dijo, al tiempo que mostró su confianza en que «los prejuicios se superen con las relaciones personales».
Algunos de esos prejuicios quedan bien reflejados en el artículo que publica este domingo en el Diario Vasco el sociólogo Javier Elzo. Lo titula directamente «Portazo al Vaticano II», y al portazo añade nada menos que un «sopapo en toda regla a la Iglesia de Gipuzkoa»: «Han podido más los nostálgicos preconciliares que los seguidores de Vaticano II».
En El Periódico de Catalunya, Jordi Casabella hace uno de esos paralelismos que lo dicen todo: «Uriarte ha demostrado ser un prelado abierto, atento a la realidad social, un intelectual con un discurso propio que no se dejaba intimidar por la jerarquía. Munilla pertenece a la nueva hornada de obispos untraconservadores en lo social, "conformistas, devotos y obedientes", en palabras de un antiguo formador de seminaristas».
El Correo, sin embargo, recoge testimonios elocuentes:
«Los fieles de la parroquia guipuzcoana de El Salvador le recuerdan ahora abriendo las puertas de su vivienda a los toxicómanos, de quienes se ocupaba durante el síndrome de abstinencia y la lucha por la reinserción, y a sus familias, desbordadas por la angustia».
Y el diario nacionalista Deia le califica directamente como «Desafecto y formado en Toledo» en el título de una información de Aitziber Salinas donde algunos alegan que su llegada puede echar por tierra cuarenta años de trabajo por la «humanización de los párrocos»... a pesar de que la misma información incluye referencias a su ayuda a los drogadictos. No importa: «El mensaje de Munilla es "antievangélico total"», rematan las fuentes.
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