PEDRO TREVIJANO, EXPERTO EN MORAL SEXUAL
«Las consultas de los psicoanalistas ahora se llenan de liberados sexuales»
«Orientación cristiana de la sexualidad», es un auténtico vademécum que responde a cuestiones sexuales desde la doctrina católica. «Hemos de estar al día y ser para la gente camino y luz», confiesa el autor, sacerdote, «pero eso no se consigue falsificando la enseñanza de Jesús».
Pedro Trevijano es sacerdote, doctor en Teología Moral y licenciado en Derecho, y con una amplia experiencia docente en el seminario diocesano y en varios institutos de enseñanza secundaria. Ha dedicado buena parte de su vida al estudio de la doctrina cristiana sobre el sexo, plasmada ahora en un volumen publicado por la editorial Voz de Papel bajo el título «Orientación cristiana de la sexualidad».
- No es la primera obra que publica sobre el tema...
- Efectivamente, hace unos años publiqué un libro titulado Madurez y Sexualidad, del que se hicieron dos ediciones: en 1988 y otra, ampliamente reformada, en 1994. Las dos están agotadas.
- ¿Por qué esta nueva obra?
- Nuestra sociedad hoy da mucha importancia al sexo pero, al mismo tiempo, con frecuencia hay una gran inmadurez al abordar y sobre todo vivir la sexualidad, que queda trivializada. Como, por otra parte, aun dentro de la continuidad esencial de la Iglesia y su Magisterio, han surgido multitud de problemas nuevos, me ha parecido interesante publicar este libro, a fin de que la gente pueda conocer lo que realmente dice la Iglesia.
- ¿Considera que hay muchos prejuicios sobre la doctrina católica?
- A mí me enseñaron que la Iglesia es Madre y tiene sentido común. Y si uno se toma la molestia de ver qué enseña la Iglesia, se da cuenta que está cargada de razón. El gran problema de nuestra sociedad en lo referente a la sexualidad es cuál es su sentido. Para muchos simplemente se reduce al placer, mientras que la Iglesia Católica insiste en que el sentido de la vida es el amor y, por tanto, también es el amor lo que da un sentido realmente humano a la sexualidad. Las consecuencias de una y otra concepción están a la vista, pero dado el cortoplacismo actual no es fácil llegar en este terreno a la sensatez.
- Por eso la Iglesia entiende el matrimonio como el ámbito idóneo en el que el hombre y la mujer viven con plenitud la vida sexual?
- Elegir la generosidad y la entrega hacia el otro supone no dejarse llevar por lo inmediato, sino saber calibrar la importancia del medio y el largo plazo; pero quien así hace, se encuentra con que su vida vale la pena y está llena de sentido. Para mí el referente máximo de amor humano, que tantas veces coincide con el amor cristiano, es un matrimonio que lleva 30, 40, 50 o 60 años queriéndose.
- ¿No hay peligro de que llegue el tedio, incluso desde el punto de vista sexual?
- Recuerdo que en cierta ocasión un novio me dijo: «Llegamos los dos vírgenes al matrimonio, ¿qué consejo me das?». Le respondí: «Cuando hagas el acto sexual con ella, procura que tu mujer sienta que lo haces no porque eres un macho ibérico que te desfogas, sino que tienes relaciones sexuales con ella porque la quieres». Lo que sí creo que es rutinario, convencional y tedioso es el acto sexual hecho sin amor, que incluso en el matrimonio puede llegar a ser violación intramatrimonial. Pero cuando es expresión de amor, aparte de que supone la máxima entrega posible entre un varón y una mujer, hasta el placer es diferente, porque está apoyado en el amor y la entrega al otro, no sólo en impulsos biológicos que acaban conduciendo al acto sexual a cierta impersonalidad, a la indiferencia y al hastío.
- A eso contribuye también la pornografía...
- En cuanto a la naturalidad del sexo, parece evidente que su publicitación, su exhibición más o menos explícita en los medios, no contribuye a hacerlo más personal o natural en la vida real de la pareja. Las relaciones sexuales que necesitan una mujer o un hombre son aquellas que poco a poco van evolucionando y haciéndose más satisfactorias a medida que ambos van entregándose y conociéndose en su intimidad. Eso es lo natural.
- ¿La sofisticación no es entonces una ayuda?
- Si uno o los dos han interiorizado —por conversaciones, revistas, películas o publicidad— determinadas fantasías sexuales, para él y, sobre todo, para ella, la sexualidad se vuelve más artificiosa e impersonal. Es el cariño mutuo y la entrega en la intimidad lo que lleva a los esposos a tener relaciones de la forma más satisfactoria y natural.
- ¿Cómo ver en eso la voluntad de Dios?
- Dios es Amor y es nuestro Creador. Por tanto, si Él ha hecho la sexualidad al servicio del amor, como nosotros creemos, dirigir en cualquier otro sentido la sexualidad es desviarse y, más a la corta que a la larga, terminamos estrellándonos, con las frecuentes consecuencias de la decepción, la confusión existencial e incluso desequilibrios y enfermedades psíquicas.
- ¿Es posible evitar que eso ocurra también en el matrimonio?
- El matrimonio cristiano es el que cree en los valores espirituales, religiosos y morales; y tiene presente a Dios en su relación mutua. Por otro lado, incluso desde un punto de vista meramente humano, a la larga no hay una sexualidad plena sin una entrega total, o sea, sin fidelidad.
- Y además de la pareja, están los hijos...
- La familia natural, especialmente si vive los valores cristianos, es el ámbito ideal para la realización de todos aquellos —que son la gran mayoría— que tienen la vocación matrimonial; y también para sus hijos. El matrimonio es desde luego el lugar más indicado para la educación y maduración de los hijos. Hay que desarrollar en ellos valores como la generosidad, el compartir, el sacrificio, el esfuerzo, el trabajo, y ¿por qué no decirlo?, también la oración.
- ¿Hay un riesgo en hacerles la vida demasiado fácil?
- Muchas veces he oído a mi padre decir a un amigo suyo bastante tarambana: «Fulano, que por los hijos hay que sacrificarse». Pretender, como intentan algunos, que los niños aprendan sin sacrificio y sin esfuerzo, aunque indudablemente hay que hacerles el estudio lo más agradable posible, es un buenismo, una estupidez propia de los que no creen en valores o intentan meter a nuestros niños y adolescentes en locuras como la ideología de género.
- Si el matrimonio y el sexo son algo natural ¿qué añade el hecho de ser cristiano a la propia vida sexual?
- El sexo dentro del matrimonio es algo natural, querido por Dios y beneficioso para la persona, sea cristiana o no. Los cristianos cuentan, sin embargo, con algo que el ser humano no puede conseguir solo por mucho que se esfuerce: con Cristo. Es Cristo quien hizo del matrimonio un Sacramento; y en los Sacramentos actúa el mismo Cristo, o sea, en cada matrimonio cristiano está presente Cristo para elevarlo a un orden nuevo mediante el cual los cónyuges se acercan a Cristo. Por decirlo en pocas palabras, el matrimonio cristiano, además de satisfacer una necesidad natural de la persona, posibilita y tiende a unos fines sobrenaturales: mediante la vida matrimonial, el hombre y la mujer se acercan y sirven a Dios.
- ¿Qué ayudas concretas reciben del Sacramento?
- A propósito de esto, siempre me gusta traer a colación la fidelidad y la lealtad indispensables en el amor entre un hombre y una mujer. La fidelidad en el matrimonio es algo natural, pero el matrimonio cristiano cuenta con una ayuda especial para vivirla mejor en lo grande y en lo pequeño, en la salud y en la enfermedad, física o moral. Esto es algo maravilloso, tanto desde un punto de vista cristiano como natural.
- Pero hoy no está de moda eso de quererse para siempre...
- Supongo que una chica a la que su novio le declara su amor durante quince días dará una buena bofetada a su, desde ese momento, exnovio. El amor tiene una clarísima tendencia a ser para siempre, y por ello estoy convencido de que, aunque muchos sigan un camino erróneo y se nieguen a dar el paso de amar para siempre, nunca faltará un suficiente número de jóvenes de ambos sexos dispuesto a comprometer su vida para siempre con la persona a la que aman.
- ¿A qué ideal debemos tender entonces?
- El matrimonio cristiano de verdad es el matrimonio en el que la sexualidad, la entrega, la dimensión religiosa y la gracia propia del sacramento están presentes y contribuyen a la permanencia y éxito de ese tipo de vida, en el que ambos se han comprometido con generosidad.
- ¿Por qué critica con tanta dureza las campañas de promoción del preservativo?
- ¿De verdad alguien se puede creer en serio que es bueno decirlos a unos chicos y chicas: «Acostaos, que no pasa nada, siempre que uséis preservativo»? El uso del preservativo no es eficaz a la larga. Al incrementarse el número de relaciones sexuales, aumentan las posibilidades de embarazo y disminuye el necesario dominio de sí. El preservativo a esas edades falla más que una escopeta de feria, con el resultado que estamos viendo: el constante aumento del número de abortos.
- Y de un error viene entonces un crimen...
- El aborto es, que no me vengan con cuentos, dar muerte a un ser humano inocente. Es lógico que se dé el trauma postaborto, porque cargar en tu conciencia «he asesinado a mi hijo», es muy duro.
- Hoy es evidente la discrepancia entre la doctrina de la Iglesia y la vida de muchos creyentes en lo que atañe a la sexualidad. ¿Debería adaptar la Iglesia su doctrina?
- Tengo que contestarle con una contrapregunta: ¿de qué se trata, de quedar bien ante muchos y presumir de Iglesia progre y aggiornata, es decir, a la moda, o de la Iglesia al servicio del ser humano, enseñando a éste el camino de la felicidad, de la verdad y del bien? Por supuesto que hemos de estar al día y ser para la gente camino y luz, pero eso no se consigue falsificando la enseñanza de Jesús, que al ser verdadero Dios es indiscutible que sabe más que nosotros y que como nos ama pretende lo mejor para nosotros, aunque eso lleve consigo alguna corrección.
- ¿No somos más felices ahora, con la libertad sexual, que antes?
- Se dice que cuando empezó el psicoanálisis las consultas estaban llenas de reprimidos sexuales, pero hoy lo están de «liberados sexuales». Una de las primeras cosas que me enseñaron en Teología Moral es que la Iglesia es Madre y tiene sentido común, ese mismo sentido común que llevó a Jesús a enfrentarse a los fariseos. ¿Qué podemos esperar de unos chicos y chicas que a los trece años ya se han acostado juntos y que están constantemente cambiando de pareja en la cama? ¿Es que nos podemos creer que de los adolescentes y jóvenes promiscuos puede salir algo? Este último interrogante-afirmación no es mío, es de Lenin.
- Educación, fidelidad, prostitución, matrimonio, vocación religiosa, madurez sexual, voyeurismo, Humanae Vitae, indisolubilidad, familia, anticonceptivos, revolución sexual, complementariedad, divorcio… Cuesta encontrar un tema relacionado con la sexualidad que no haya tratado en su libro.
- Empecé a dar clases en octubre de 1968, justo después de la encíclica Humanae Vitae. Mi primer pensamiento fue: aquí delante tengo una serie de chicos que dentro de un año o dos van a sentarse a confesar; que lo que les enseñe pueda servirles de ayuda. Ésa fue mi primera preocupación. Actualmente -creo que Vds. lo comprenderán por el tamaño del libro- lo que he pretendido es hacer como una «pequeña enciclopedia», en la que cada capítulo es un tema y están presentes todos los problemas con los que he tenido que enfrentarme a lo largo de mi vida con la intención de contribuir a que el pensamiento de la Iglesia sea conocido y se pueda apreciar su racionalidad y realismo.
- Incluso frente a nuevos desafíos, como la ideología de género...
- Voy a dar una pequeña impresión con un dato personal: la primera vez que oí hablar de la ideología de género y me explicaron en qué consistía, me pareció tal absurdo que creí que me estaban tomando el pelo. Viendo lo difundida que está esta ideología hoy, me siento especialmente satisfecho de haber publicado el libro precisamente ahora.
- No es la primera obra que publica sobre el tema...
- Efectivamente, hace unos años publiqué un libro titulado Madurez y Sexualidad, del que se hicieron dos ediciones: en 1988 y otra, ampliamente reformada, en 1994. Las dos están agotadas.
- ¿Por qué esta nueva obra?
- Nuestra sociedad hoy da mucha importancia al sexo pero, al mismo tiempo, con frecuencia hay una gran inmadurez al abordar y sobre todo vivir la sexualidad, que queda trivializada. Como, por otra parte, aun dentro de la continuidad esencial de la Iglesia y su Magisterio, han surgido multitud de problemas nuevos, me ha parecido interesante publicar este libro, a fin de que la gente pueda conocer lo que realmente dice la Iglesia.
- ¿Considera que hay muchos prejuicios sobre la doctrina católica?
- A mí me enseñaron que la Iglesia es Madre y tiene sentido común. Y si uno se toma la molestia de ver qué enseña la Iglesia, se da cuenta que está cargada de razón. El gran problema de nuestra sociedad en lo referente a la sexualidad es cuál es su sentido. Para muchos simplemente se reduce al placer, mientras que la Iglesia Católica insiste en que el sentido de la vida es el amor y, por tanto, también es el amor lo que da un sentido realmente humano a la sexualidad. Las consecuencias de una y otra concepción están a la vista, pero dado el cortoplacismo actual no es fácil llegar en este terreno a la sensatez.
- Por eso la Iglesia entiende el matrimonio como el ámbito idóneo en el que el hombre y la mujer viven con plenitud la vida sexual?
- Elegir la generosidad y la entrega hacia el otro supone no dejarse llevar por lo inmediato, sino saber calibrar la importancia del medio y el largo plazo; pero quien así hace, se encuentra con que su vida vale la pena y está llena de sentido. Para mí el referente máximo de amor humano, que tantas veces coincide con el amor cristiano, es un matrimonio que lleva 30, 40, 50 o 60 años queriéndose.
- ¿No hay peligro de que llegue el tedio, incluso desde el punto de vista sexual?
- Recuerdo que en cierta ocasión un novio me dijo: «Llegamos los dos vírgenes al matrimonio, ¿qué consejo me das?». Le respondí: «Cuando hagas el acto sexual con ella, procura que tu mujer sienta que lo haces no porque eres un macho ibérico que te desfogas, sino que tienes relaciones sexuales con ella porque la quieres». Lo que sí creo que es rutinario, convencional y tedioso es el acto sexual hecho sin amor, que incluso en el matrimonio puede llegar a ser violación intramatrimonial. Pero cuando es expresión de amor, aparte de que supone la máxima entrega posible entre un varón y una mujer, hasta el placer es diferente, porque está apoyado en el amor y la entrega al otro, no sólo en impulsos biológicos que acaban conduciendo al acto sexual a cierta impersonalidad, a la indiferencia y al hastío.
- A eso contribuye también la pornografía...
- En cuanto a la naturalidad del sexo, parece evidente que su publicitación, su exhibición más o menos explícita en los medios, no contribuye a hacerlo más personal o natural en la vida real de la pareja. Las relaciones sexuales que necesitan una mujer o un hombre son aquellas que poco a poco van evolucionando y haciéndose más satisfactorias a medida que ambos van entregándose y conociéndose en su intimidad. Eso es lo natural.
- ¿La sofisticación no es entonces una ayuda?
- Si uno o los dos han interiorizado —por conversaciones, revistas, películas o publicidad— determinadas fantasías sexuales, para él y, sobre todo, para ella, la sexualidad se vuelve más artificiosa e impersonal. Es el cariño mutuo y la entrega en la intimidad lo que lleva a los esposos a tener relaciones de la forma más satisfactoria y natural.
- ¿Cómo ver en eso la voluntad de Dios?
- Dios es Amor y es nuestro Creador. Por tanto, si Él ha hecho la sexualidad al servicio del amor, como nosotros creemos, dirigir en cualquier otro sentido la sexualidad es desviarse y, más a la corta que a la larga, terminamos estrellándonos, con las frecuentes consecuencias de la decepción, la confusión existencial e incluso desequilibrios y enfermedades psíquicas.
- ¿Es posible evitar que eso ocurra también en el matrimonio?
- El matrimonio cristiano es el que cree en los valores espirituales, religiosos y morales; y tiene presente a Dios en su relación mutua. Por otro lado, incluso desde un punto de vista meramente humano, a la larga no hay una sexualidad plena sin una entrega total, o sea, sin fidelidad.
- Y además de la pareja, están los hijos...
- La familia natural, especialmente si vive los valores cristianos, es el ámbito ideal para la realización de todos aquellos —que son la gran mayoría— que tienen la vocación matrimonial; y también para sus hijos. El matrimonio es desde luego el lugar más indicado para la educación y maduración de los hijos. Hay que desarrollar en ellos valores como la generosidad, el compartir, el sacrificio, el esfuerzo, el trabajo, y ¿por qué no decirlo?, también la oración.
- ¿Hay un riesgo en hacerles la vida demasiado fácil?
- Muchas veces he oído a mi padre decir a un amigo suyo bastante tarambana: «Fulano, que por los hijos hay que sacrificarse». Pretender, como intentan algunos, que los niños aprendan sin sacrificio y sin esfuerzo, aunque indudablemente hay que hacerles el estudio lo más agradable posible, es un buenismo, una estupidez propia de los que no creen en valores o intentan meter a nuestros niños y adolescentes en locuras como la ideología de género.
- Si el matrimonio y el sexo son algo natural ¿qué añade el hecho de ser cristiano a la propia vida sexual?
- El sexo dentro del matrimonio es algo natural, querido por Dios y beneficioso para la persona, sea cristiana o no. Los cristianos cuentan, sin embargo, con algo que el ser humano no puede conseguir solo por mucho que se esfuerce: con Cristo. Es Cristo quien hizo del matrimonio un Sacramento; y en los Sacramentos actúa el mismo Cristo, o sea, en cada matrimonio cristiano está presente Cristo para elevarlo a un orden nuevo mediante el cual los cónyuges se acercan a Cristo. Por decirlo en pocas palabras, el matrimonio cristiano, además de satisfacer una necesidad natural de la persona, posibilita y tiende a unos fines sobrenaturales: mediante la vida matrimonial, el hombre y la mujer se acercan y sirven a Dios.
- ¿Qué ayudas concretas reciben del Sacramento?
- A propósito de esto, siempre me gusta traer a colación la fidelidad y la lealtad indispensables en el amor entre un hombre y una mujer. La fidelidad en el matrimonio es algo natural, pero el matrimonio cristiano cuenta con una ayuda especial para vivirla mejor en lo grande y en lo pequeño, en la salud y en la enfermedad, física o moral. Esto es algo maravilloso, tanto desde un punto de vista cristiano como natural.
- Pero hoy no está de moda eso de quererse para siempre...
- Supongo que una chica a la que su novio le declara su amor durante quince días dará una buena bofetada a su, desde ese momento, exnovio. El amor tiene una clarísima tendencia a ser para siempre, y por ello estoy convencido de que, aunque muchos sigan un camino erróneo y se nieguen a dar el paso de amar para siempre, nunca faltará un suficiente número de jóvenes de ambos sexos dispuesto a comprometer su vida para siempre con la persona a la que aman.
- ¿A qué ideal debemos tender entonces?
- El matrimonio cristiano de verdad es el matrimonio en el que la sexualidad, la entrega, la dimensión religiosa y la gracia propia del sacramento están presentes y contribuyen a la permanencia y éxito de ese tipo de vida, en el que ambos se han comprometido con generosidad.
- ¿Por qué critica con tanta dureza las campañas de promoción del preservativo?
- ¿De verdad alguien se puede creer en serio que es bueno decirlos a unos chicos y chicas: «Acostaos, que no pasa nada, siempre que uséis preservativo»? El uso del preservativo no es eficaz a la larga. Al incrementarse el número de relaciones sexuales, aumentan las posibilidades de embarazo y disminuye el necesario dominio de sí. El preservativo a esas edades falla más que una escopeta de feria, con el resultado que estamos viendo: el constante aumento del número de abortos.
- Y de un error viene entonces un crimen...
- El aborto es, que no me vengan con cuentos, dar muerte a un ser humano inocente. Es lógico que se dé el trauma postaborto, porque cargar en tu conciencia «he asesinado a mi hijo», es muy duro.
- Hoy es evidente la discrepancia entre la doctrina de la Iglesia y la vida de muchos creyentes en lo que atañe a la sexualidad. ¿Debería adaptar la Iglesia su doctrina?
- Tengo que contestarle con una contrapregunta: ¿de qué se trata, de quedar bien ante muchos y presumir de Iglesia progre y aggiornata, es decir, a la moda, o de la Iglesia al servicio del ser humano, enseñando a éste el camino de la felicidad, de la verdad y del bien? Por supuesto que hemos de estar al día y ser para la gente camino y luz, pero eso no se consigue falsificando la enseñanza de Jesús, que al ser verdadero Dios es indiscutible que sabe más que nosotros y que como nos ama pretende lo mejor para nosotros, aunque eso lleve consigo alguna corrección.
- ¿No somos más felices ahora, con la libertad sexual, que antes?
- Se dice que cuando empezó el psicoanálisis las consultas estaban llenas de reprimidos sexuales, pero hoy lo están de «liberados sexuales». Una de las primeras cosas que me enseñaron en Teología Moral es que la Iglesia es Madre y tiene sentido común, ese mismo sentido común que llevó a Jesús a enfrentarse a los fariseos. ¿Qué podemos esperar de unos chicos y chicas que a los trece años ya se han acostado juntos y que están constantemente cambiando de pareja en la cama? ¿Es que nos podemos creer que de los adolescentes y jóvenes promiscuos puede salir algo? Este último interrogante-afirmación no es mío, es de Lenin.
- Educación, fidelidad, prostitución, matrimonio, vocación religiosa, madurez sexual, voyeurismo, Humanae Vitae, indisolubilidad, familia, anticonceptivos, revolución sexual, complementariedad, divorcio… Cuesta encontrar un tema relacionado con la sexualidad que no haya tratado en su libro.
- Empecé a dar clases en octubre de 1968, justo después de la encíclica Humanae Vitae. Mi primer pensamiento fue: aquí delante tengo una serie de chicos que dentro de un año o dos van a sentarse a confesar; que lo que les enseñe pueda servirles de ayuda. Ésa fue mi primera preocupación. Actualmente -creo que Vds. lo comprenderán por el tamaño del libro- lo que he pretendido es hacer como una «pequeña enciclopedia», en la que cada capítulo es un tema y están presentes todos los problemas con los que he tenido que enfrentarme a lo largo de mi vida con la intención de contribuir a que el pensamiento de la Iglesia sea conocido y se pueda apreciar su racionalidad y realismo.
- Incluso frente a nuevos desafíos, como la ideología de género...
- Voy a dar una pequeña impresión con un dato personal: la primera vez que oí hablar de la ideología de género y me explicaron en qué consistía, me pareció tal absurdo que creí que me estaban tomando el pelo. Viendo lo difundida que está esta ideología hoy, me siento especialmente satisfecho de haber publicado el libro precisamente ahora.
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