PADRE RANIERO CANTALAMESSA
«Jesús era el predicador más televisivo que se pueda imaginar»
El fraile capuchino italiano Raniero Cantalamessa, predica al Papa y la Curia en Adviento y Cuaresma, y el resto del año lo hace por todo el mundo, muy a menudo en encuentros de la Renovación Carismática. Este fin de semana lo hace en el Palacio Municipal de Madrid, en el marco de la reunión anual de la Renovación Carismática Católica en el Espíritu.
Raniero Cantalamessa, fraile capuchino, fue ordenado sacerdote en 1958. Es doctor en Teología y Literatura, y durante muchos años fue profesor de Orígenes del Cristianismo en la Universidad Católica de Milán. En 1977 experimentó el fenómeno que la Renovación Carismática llama «la efusión del Espíritu», un ardor de fe que transformó su vida religiosa. En 1980 Juan Pablo II le nombró Predicador de la Casa Pontificia. Por este cargo, cada viernes de Semana Santa y Adviento predica en Roma al Papa, los cardenales y obispos de la Curia y a los superiores de las órdenes religiosas. Sus libros de evangelización y espiritualidad están traducidos a docenas de lenguas.
- Padre Cantalamessa, suele decirse que los carismáticos alaban y rezan mucho pero hacen poca acción social...
- En la Iglesia no todos tienen que hacer de todo. Hay movimientos con una mayor llamada a lo social y político. Otros están más llamados a lo espiritual, a la Palabra, la Evangelización... Lo importante es que respetemos esta diversidad, la vocación de los otros. Claro que todos debemos luchar contra la pobreza, por ejemplo. Pero la Renovación Carismática insiste en cambiar primero a la persona de forma profunda, antes de pasar a lo social. La Renovación ha dado origen a iniciativas sociales muy eficaces, aunque a menudo poco visibles. La Renovación, como san Francisco de Asís, busca descubrir a los pobres a través de Cristo. Otros, como Simone Weil, hacían al revés, descubrir a Cristo a través de los pobres. A mí me gustan cosas de la Teología de la Liberación, pero es evidente que sin una renovación del corazón es fácil caer en la mera política, buscando eficacia.
- Usted habla mucho de la alegría, la esperanza...
- La alegría de los cristianos en esta vida es como la del que está animado esperando una fiesta. Hay muchos deprimidos, tristes, porque les falta esperanza, tienen horizontes cerrados. Cristo es quien da esperanza, es nuestro horizonte, da la alegría.
- Usted es un intelectual, pero se dice que los carismáticos son sencillos, o incluso simples...
- En la televisión italiana, la RAI, donde tengo un programa, me dicen que explico cosas profundas con un lenguaje accesible. Quizá me ayuda el haber dado clases en la Universidad, quizá es un don natural que Dios me dio. Mi experiencia en televisión también ayuda. Pero al predicar en el Espíritu Santo, lo que funciona es la simplicidad. No se requieren palabras complicadas. Hay que tocar a la gente, afectarle, y para eso hay que usar el lenguaje del pueblo. Jesús lo hacía, era el predicador más televisivo que se pueda imaginar, usando siempre imágenes para el pueblo.
- ¿El catolicismo actual no tiene una fuerte tendencia pelagiana, de salvarse sobre todo mediante obras y esfuerzos?
- El pelagianismo es un peligro continuo, porque siempre queremos hacer cosas, desarrollar nuestra personalidad. Es muy difícil ser pasivo, receptivo, esperar y recibir lo que Dios da. La Renovación insiste en que no puedes dar si antes no recibes de Dios. Debes transmitir lo que Dios da. Si no, lo que transmites son solo tus problemas, dudas... no el don de Dios.
- ¿Cómo es predicar ante Benedicto XVI, y antes frente a Juan Pablo II?
- Ambos dan ejemplo de gran humildad al escuchar a un simple sacerdote. El cardenal Ratzinger, antes de ser Papa, siempre asistía a las predicaciones en primera línea. Juan Pablo II no se saltaba ni una. Una vez que faltó dos días, me pidió perdón por la ausencia. ¿Se imaginan a los parroquianos pidiendo perdón a su cura por faltar un día? Eso hizo el Papa. Benedicto XVI es un gran teólogo, pero no me asusta predicar ante él y los cardenales porque yo no predico mis ideas, sino simplemente la Palabra de Jesús.
- ¿Hay poco Cristo en las homilías?
- Es curioso que hablen tanto de Jesús en las novela, como «El Código Da Vinci», y en películas, teleseries, y sin embargo en muchas cosas de fe, en la Iglesia, esté tan poco presente.
- Su video de la RAI con las numerosísimas jóvenes clarisas de Lerma está arrasando en Internet, con decenas de miles de visitas…
- ¡Pobrecitas! Ellas no querían salir en Internet. Me dejaron filmar un capítulo para mi serie de la televisión italiana sobre raíces cristianas en España sólo porque somos amigos y se lo pedí. Les impartí una semana de ejercicios hace un tiempo y nos hicimos amigos. En Italia y Europa se piensa que España ha rechazado su raíz cristiana. Yo quería mostrar que no es del todo así. Filmamos en Silos, filmamos catedrales, queríamos filmar el camino de Santiago...
Pero lo que más me impresionó fue Lerma. Uno de mis cámaras, que no es hombre de Iglesia, quedó conmocionado, casi lloraba. Veía a todas esas monjas jóvenes, sus caras de alegría profunda, sincera, tan distinta de la alegría superficial del fin de semana, y le impactaba.
- ¿Cómo ve usted la predicación?
- Lo que cuenta es tener una relación profunda con Jesús. Si se tiene, hasta un cura poco elocuente lo transmite. La gente se da cuenta.
Predicador de la Casa Pontificia
El Predicador de la Casa Pontificia, llamado también Predicador Apostólico, tiene cada viernes, en Adviento y en Cuaresma, una meditación en presencia del Papa, Cardenales, Obispos, Prelados y Superiores Generales de las Órdenes Religiosas. El título y el oficio de Predicador Apostólico se remontan a Pablo IV (15551559). Benedicto XIV, con el breve Inclytum Fratrum Minorum de 1743, reservó exclusivamente este cargo a la Orden de Hermanos Menores Capuchinos. Actualmente las prédicas se tienen en la Capilla Redemptoris Mater. El Predicador Apostólico habita en la Curia General de los Hermanos Capuchinos.
La Renovación Carismática
Según la Oficina Internacional de la Renovación en Roma, más de cien millones de católicos han experimentado la «Efusión del Espíritu», el primer signo de identidad carismático, sobre todo en Estados Unidos, Latinoamérica, África e India. Nacida en 1967, sin fundador ni vocación especial, en la Renovación gusta alabar a Dios con música y oración fuerte y desinhibida. Rezan unos por otros con el gesto de la imposición de manos y exhiben siempre una alegría exuberante. En España, desde 2004, los grupos carismáticos se asocian en dos realidades distintas: la Renovación Carismática Católica Española, con unos estatutos aprobados por la Conferencia Episcopal, y la Renovación Carismática Católica en el Espíritu, que no se acoge a esos estatutos. Por lo demás, comparten espiritualidad, canciones, tradición y hasta predicadores, como el padre Cantalamessa, que atiende a unos y otros.
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