Jueves, 26 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

MARIO ST. FRANCIS, TECNO-MISIONERO

«La Iglesia es el regalo de Dios. Aceptarlo es la gracia del hombre»

Conocido como el tecno-misionero, Mario St. Francis va siempre con un equipo de grabación y un portatil y algo muy vistoso: una cruz colgada del cuello y sacada para fuera. «¿Para qué voy a ocultarla? Quiero que todos la vean». No pasa más de 15 días en una misma casa. Es un peregrino.

J. F. Lamata Molina / ReL

Como sus amigos Eduardo Verástegui y Marino Restrepo, viene del mundo del espectáculo. Escogió «San Francis» porque cambió su modo de vida a la misma edad que San Francisco de Asís y su dedicación actual es anunciar por el mundo el cristianismo como si de un doctor que anuncia un medicamento para la felicidad se tratara. 

- ¿De dónde salió el termino tecno-misionero? ¿Aquí en España?
- Este término nació en Suiza de una persona que se estaba burlando de mí. Porque me vio sacar una cámara, un ordenador, Ipod y otras cosas. También me llamaron cameraman, porque iba siempre con la cámara. Siempre saco mi cámara, parezco un turista japonés. Pero suena mejor tecno-misionero.
 
- ¿Por qué le gustan los medios de grabación?
- Creo que fue por tonto. Yo no soy bueno para estudiar, era muy malo en el colegio. Un día en la universidad utilicé una cámara para grabar la clase y luego estudiarlo en casa. No era por tecnología, era por necesidad, porque no era capaz de memorizar. Hice triple trabajo. Me entraban mejor las cosas al grabarlas. Tenía una mente muy electrónica.
 
- ¿Si viniera un inspector de trabajo y le preguntara a qué se dedica que le contestaría?
- Saldría corriendo para evitarlo (Ríe). Es muy difícil de describir. Unas veces se ha dicho que soy profesor de Religión, pero sustituto, porque he reemplazado a algunos. Profesor de Religión que viaja por el mundo «Ah, interesante». Otros les dices «misionero». Entienden. Pero cuando les dices que vas a Roma, Nueva York, a Toronto, a todas estas ciudades se quedan bastante… «Ah, pero ¿no eres misionero de África?». Otros dicen. «Es modelo y actor, colaboró con la película “Bella”». Entonces la gente no lo entiende bien. «Espera, espera…».
 
- ¿Y cómo se describe usted?
- Yo soy un misionero moderno de los medios de comunicación del tercer milenio de la nueva evangelización. Ahora uno tiene que ser bastante leído en el Evangelio para saber lo que acabo de decir. Porque son términos que se utilizan en las cartas de los santos padres, especialmente Juan Pablo II. «Misionero moderno» que ya me da plazo para andar por las grandes ciudades. «En los medios de comunicación» porque siempre viajo con medios, con el ordenador macintosh, tengo facebook y todo eso y yo evangelizo a través de los medios. Y «nueva evangelización» Porque  en una carta que escribió Juan Pablo II decía hay que anunciar el evangelio de un modo nuevo sin cambiar nada pero con un idioma que entienda el mundo moderno y puso que el primer grupo a evangelizar eran los propios católicos.

- Existe la idea de que en los medios de comunicación no se debe hablar de lo religioso, no debe comentarse públicamente, porque puede faltar al respeto, que es algo para que cada uno lo viva dentro de su casa.
- Bueno, pues ese concepto no sé cómo encaja en la mentalidad española. Yo vengo de una educación en la constitución americana que garantiza la libertad de publicidad y expresión. Puedes decir lo que quieras que el Gobierno no te puede parar. Eso es una libertad muy grande que tenemos los Estados Unidos. Siempre la hemos tenido. Parece que la vamos a perder ahorita, pero siempre la hemos tenido. Hay que tener un concepto muy peculiar del cristianismo para pensar que es algo de lo que no se debe hablar públicamente: violencia, guerra… hay que mirar esas cosas. Si fueran verdad, ciertamente no se deberían publicitar. Yo diría lo mismo, «que fanáticos y locos». Pero cristianos y la Iglesia católica han aportado al mundo riquezas.  Pensar que la religión debe estar fuera de la publicidad son prejuicios modernos. Yo diré que se debe hablar de ello. Aquí para fumar, te ponen una información para que lo hagas sabiendo lo que puede pasar, tienes que tener la información. Si no tenemos la información no podemos elegir libremente.   

- Hablemos de su juventud. ¿Cómo era su familia? ¿Humilde, media?
-  Era de buena familia. Nada ultra-lujoso, pero nunca nos faltó nada.

- ¿Se puede decir que era una familia religiosa?
- Tema interesante. No sé cómo definir… era de tradición católica. Pero en conversación normal nunca se dijo la palabra «Dios» o «Jesucristo».

- ¿En qué momento se empieza a ver atraído por el mundo del espectáculo? ¿Fue usted a ese mundo o fue ese mundo el que fue a por usted?
- Fue a los 18 años. Yo estaba estudiando en la universidad y alguien me habló de un modelo primo suyo. Vino, guapo, alto, de Nueva York. Y me dijo tras verme «tú puedes hacerlo, tienes habilidad». En ese momento me interesó el mundo del espectáculo. Yo había estado trabajando en discotecas, que es también un mundo muy enfocado a lo superficial. Conocí a muchos amigos mayores que yo y todos eran guapos, con mucho dinero, muchas mujeres…etc.

«A los 16 pensé: Si voy a ir al infierno, al menos iré de rumba».
-  ¿Logró triunfar?
-  Una nunca sabe qué es triunfar. Pero sí en algunas ciudades yo era un modelo bastante llamado. Mi filosofía era «Es mejor estar en un charco pequeño siendo un pez grande, que un pez chiquito en el mar». Si yo hubiera ido a Miami, allí, claro, hay montones de modelos latinos. Pero si iba a lugares más pequeños, y era lo nuevo, lo exótico.
 
-  También sobrevoló el mundo de los actores.
-  No sé si se puede decir que fui actor. Si ahora mismo alguien dijera «Meto en la cárcel a todos los que no sean actores», pues yo podría levantar la mano como actor y quedar libre. Porque me pagaron por actuar en tres anuncios, en tres programas de televisión y realicé tres obras de teatro, pero jamás estudie interpretación. En cuanto te metes en el mundo del modelaje te empiezan a llegar cosas del mundo de la interpretación, pero lo haces únicamente para ganar más dinero.

- ¿Fue bien económicamente?
- A los 24 años ganaba lo suficiente para vivir sin pedir plata a nadie.

- ¿En esa etapa se identificaba como una persona cristiana?
-  En ese mundo que te pregunten eso es algo muy raro. Pero recuerdo que en las grandes fiestas, cuando me estaban ofreciendo droga y yo decía que no, había un amigo mío que decía señalándome como en broma «déjalo, que él es un buen católico». Pero yo no decía que no por eso, decía que no por tradición.

-  No era católico, entonces.
-  Yo estaba bravo con la religión, mis tres hermanos se fueron a comunidades de fe, uno se metió al seminario, otro a catequista. Yo me enfadé mucho porque me sentí solo en casa. Me dolió y me enfadé con la religión. Busqué consuelo en una novia. Sin tener guía, amistad muy fuerte o filosofía. Ese tipo de relaciones termina imprudentemente en intimidad. Es buena sugerencia no tener sexo hasta que te vayas a casar y que sea después de que te cases. Yo rompí esa norma. Al romper eso ya no era sólo que estuviera enfadado con la Iglesia, es que además había hecho algo que dicen que es muy malo y no se puede perdonar. Ya no podía volver.

- ¿Qué edad tenía entonces?
- 16 años. Y me dije «ya que voy a ir al infierno, por lo menos iré de rumba». Dejé la religión y viví un mundo de fiestas. Lo único por lo que no pasé fue por las drogas, quería guardar algo de dignidad. Ya lo había enmarrado con una. Mejor guardarme la otra.

- ¿Era una vida agitada?
-  Casi me mato quince veces. Me caí de un trampolín, otro se me cayó encima rompiéndome una costilla, me caí en un lago patinando, me golpearon en el ojo jugando jockey y quedé ciego tres meses…

-  Las drogas están muy presentes en el mundo del espectáculo…
-  Yo no conozco un negocio donde no haya droga. He viajado mucho y se encuentra en todas partes. Es muy triste, la gente la usa cuando está triste para olvidar las cosas. Pero luego a la mañana siguiente están peor.

- ¿Y por qué sale de ese mundo?
- En el año 2000, estaba a punto de firmar un contrato para actuar en una telenovela y se me rompe la mano haciendo ejercicio con un elástico y una barra de metal. Se me salió el hueso. Al ver cómo me trataron la gente de la agencia y los chismes en los medios me dije «de aquí salgo ya». Me trataron horriblemente, como si fuera… no sé…

- Un objeto.
- Un objeto para ganar dinero, para que ellos lo ganaran. «¡Cómo te has atrevido a romperte la mano!». Me hizo pensar mucho y me di cuenta que a nadie le importaba mi bien salvo que les hiciera ganar dinero o que quisieran algo de mí, un favor, sexo…etc. Entonces salí del modelaje  y del país aunque volví a hacer algunas cosas en el mundo del espectáculo dos meses después y  por un año más, hasta que llegó la conversión al catolicismo.

«Al ver el Santísimo mi alma saltó dentro de mí».
- ¿Y cómo llegó esa conversión?
- De repente. Fue algo extraordinario. No es común. Yo era una persona que me había acercado al mundo evangélico protestante, que muchas veces por desgracia requiere ser anti-católico...

-  ¿En qué momento se produjo ese acercamiento evangélico-protestante?
-  Mi novia. Después de romperme la mano empecé a trabajar como agente de modelaje. Monté una agencia y la secretaria, muy buena persona, era evangélica protestante y nos hicimos novios. Y yo la veía muy feliz. Para mí el catolicismo «buuuu», mientras que lo evangélico protestante me parecía feliz. Mi familia era católica y estaba siempre preocupada, la de ella parecía muy feliz. Entonces empecé a pensar como ellos: la Iglesia está mal por culpa del Papa. El Papa malo, la Virgen María, idolatría, la Eucaristía dejar de tomárselo tan en serio, ¿por qué no galletas en vez de pan y vino?
 
- ¿Y qué pasó para su cambio al catolicismo?
- Con esta chica me enamoré de algo que tenía: de Cristo. Tenía que ser honesto conmigo mismo y con ella. Por eso terminamos. Viajé para estudiar medicina. A los 10 días fui grabado y pregunté «¿Aquí hay modelaje?». Me dijeron que sí, por lo que podía volver a un pueblo pequeño y ser un gran modelo. Y entonces mi profesor de Anatomía me invitó a un discurso de un señor. Yo no quería ir y quedé con unos amigos, pero la noche en la que iba a dar ese discurso escuché la voz de ese señor en mi memoria «Nos vemos a las ocho, nos vemos a las ocho». Me dio un calor muy fuerte, empecé a sudar, deje a mis amigos y fui para allá. Llegué y ví que el que daba la conferencia era un sacerdote católico en una Iglesia. Dije: «¿Qué es esto?» Todo lo que yo conocía de la religión católica es que había misas y eran misas muy aburridas. Pero ese cura estaba hablando con pasión. Habló de toda la salvación, toda la historia judía, toda la historia de Cristo, toda la historia de los apóstoles y la fe cristiana. Y por cuatro días hizo catequesis un día tras otro hablando de los profetas. Y después hizo algo que se llama apologética. «Seguramente ustedes han escuchado que el Papa es el anticristo ¿Y por qué han dicho eso? Porque tal, tal y tal». Y yo lo escuchaba y decía «Es verdad, a mí me han dicho lo mismo». Y él decía «mentira, la Biblia dice que tal y tal y en otra parta tal y tal. Todo esto referencias al Papa». Y yo «¡guau!». Y después él: «Seguramente ustedes han escuchado que los santos son idolatría». Y empezó: «Tal y tal…». Y él respondió a todas mis dudas sin que yo le preguntara. Tenía respuestas para todo ¿y quién no quiere tener respuestas? ¿Para qué buscar tu propia historia de la filosofía o de la verdad? Si esto no está para que nos lo inventemos. Sino para vivir la verdad, en vez de inventarse la suya propia. Pero fue cuando él sacó el santísimo, cuando cambió todo. Tenía un sentimiento de mi cuerpo moviéndose. Era mi alma, que al ver al santísimo saltó como un niño dentro del vientre de su madre. Empecé a llorar de gozo. Pero también a llorar de pena, porque yo conocía eso a los 13 años y me alejé de ello. Porque sabía que eso era la verdad y yo había estado cerrando los ojos a Dios durante 10 años, tapándome los oídos: «No me hables, no quiero saber nada de tí». Y he perdido 10 años de mi vida. Y había tenido varias llamadas.

- Cuente algún caso.
- Tres meses antes de mí conversión me estrellé en un coche borracho contra un poste de luz y yo escuché una voz dentro de mí que decía: «Ponte el cinturón». Y me lo puse justo antes de que nos estrelláramos. Mi primo a sus 13 años se murió en un accidente exactamente igual años antes. Dios me salvó y Dios me llevó a esa Iglesia católica que es el regalo más grande de la humanidad y aceptarlo es la gracia más grande del hombre. La Iglesia es el regalo de Dios y aceptarlo es el del hombre. Tiene respuestas para el hombre.

-  ¿Y cómo se decidió a eso de ser mensajero por el mundo? Porque superficialmente suena muy inseguro eso de no tener casa.
-  Para mí no había otro deseo más grande. Lo dejé todo. En esa conferencia el sacerdote leyó de la Biblia que Dios cuidaba a su pueblo. Siempre ha estado ahí de un modo. Y él a sus discípulos les manda por el mundo. «No lleven nada, tienen el Espíritu Santo». Como el señor que acumuló toda su cosecha sin compartirla con nadie y Dios le dijo: «Esta noche me voy a llevar tu vida». ¿Qué vale acumular cosas? Yo con dinero y fama… ¿qué valía si perdía mi alma? Él dice: «Ven y sígueme». El sacerdote dijo que faltaba gente que fuera por el mundo. Entonces yo creí en un Dios participante en la Tierra, que me va encontrar donde ir en cada momento. Es él quien me cuida. A mí ya me ha salvado la vida quince veces. Y cuando Dios salva la vida a alguien es para encargarle un trabajo. Escuché muy claramente su llamada para ser un doctor de almas. Y por eso soy un misionero que vive de la divina providencia. Hay una frase que dice «es mejor estar inseguramente confiado en las manos de Dios que inseguramente en las manos del hombre». Yo antes del accidente de mano, tenía garantía, tenía un seguro, y igualmente lo perdí todo. ¿Qué vale estar seguro en las manos del hombre? Nada. Es mejor tirarte de un avión sabiendo que Dios está ahí abajo, que quedarte en uno conducido por un piloto que va directo a una pantalla.

«Mejor que haya muchos locos en el barco para que estén acompañados».
- ¿Y nadie le acusó de haberse vuelto loco?
-  Una chica me llamo «loca». Vamos, gay. Se enfadó porque no me quise acostar con ella. Pero, mira, cuando me volvió a llamar la agencia de modelos les dije: «Que Dios les bendiga» con una convicción que la señorita a la que hablé me dijo: «Si te vuelves sacerdote dime en que Iglesia estarás para que vaya a verte a misa».

- Hay dos personas por las que le quería preguntar: Eduardo Verástegui y Marino Restrepo.
- Primero conocí a Eduardo, me dijeron que había un católico en Hollywood, el de La Pasión de Cristo. Conocí a Eduardo. Y era latino, igual que yo, que había tenido un pasado muy superficial y que ahora vivía una fe muy apasionada. Entonces me sentí acompañado en esta locura por Eduardo Verástegui. Jamás he conocido a una persona en el mundo del espectáculo que ame tanto la Eucaristía como Eduardo.

- Colaboró con él en «Bella», que tuvo un éxito sorprendente.
- Nos sorprendió el éxito que tuvo, sí. Era muy humilde y sencilla. A mí me nombraron embajador del proyecto en otros países. Organicé su distribución por México, muy motivado, hicimos una emisión internacional para grupos pro-vida. Después en Roma y en Los Ángeles.

- ¿Y a Marino Restrepo?
- A Marino el conocí dos años después de conocer a Eduardo porque era otro loco. Otra persona que ha abandonado la búsqueda de tesoros donde no los hay y ayuda a otros a encontrar el tesoro de Dios. Yo tengo la misma misión. Mejor que haya muchos locos en el barco para que estén bien acompañados. Por eso me afilié a su apostolado «Peregrinos del Amor».

- Quería terminar preguntándole por los jóvenes. Una profesora de Guadalajara dijo que usted era una persona que se comunicaba muy bien con ellos. Para muchos jóvenes la Iglesia es algo que sólo sirve para imponer normas.
- Exactamente lo que yo lo pensaba. Los sacerdotes una pandilla de gordos, viejos y calvos que no hacen nada más que criticar y además hipócritas. Y en ocasiones merecen la crítica. Un mal ejemplo no significa que una sustancia sea mala. Es que encontraste una mala naranja, pero eso no significa que el concepto naranja sea malo. Mucha gente rechaza una comida porque el día que la probó por primera vez estaba pocha y ya no quieren nada más de champiñones. Podemos estar hablando mucho de la Iglesia. Tú diciéndome todo lo que criticas de ella y yo diciéndote que lo sentí también. Pero hay una riqueza en esas naranjas y una delicia en esos champiñones, lo único que hace falta es ayudar a encontrar lo bueno en cada ocasión en la que hemos tenido malos ejemplos.
 
- Siguiendo con la juventud, pero en el tema de los medios. Cuando vemos en televisión que básicamente la felicidad es la parte material – buenas notas, buen trabajo o tener muchas relaciones íntimas – ¿Cree que se puede cambiar esa visión?
- Alguien me preguntó eso en una entrevista en Canadá. Los cristianos no van a cambiar los medios de comunicación hasta que sean capaces de cambiarse a sí mismos. Si realmente cada persona a la que hablo intentara cambiar su mundo, aunque su mundo fueran sólo 10 personas, con que lo hicieran 10, ya lo harían 100. Y no es sólo ejecutar un acto de caridad, ayudar a una viejita a cruzar la calle. Es conocer la caridad a través de su raíz: Dios. Dios es amor. En los medios y en todo sería como si en un partido de fútbol te quedaras en las gradas gritando «¡Oye, por qué juegas tan mal!». Tienes que bajar al campo y jugar tú.

- Hay un dicho ¿no? «Si quieres cambiar el mundo, tienes que empezar por ti mismo».
- Sinceramente, absolutamente, verdad.
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