Sábado, 23 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Unas monjas ayudan con dinero a un hombre y vuelve con un cómplice, las golpea, roba y casi las mata

Clarín

Una de las hermanas asaltadas con las heridas de los golpes en la cara
Una de las hermanas asaltadas con las heridas de los golpes en la cara

“No me entra en la cabeza cómo gente a la que le dimos cariño nos pudo hacer una cosa así. Estoy muy triste”, le cuenta a Clarín Gianpaula (78), monja de la iglesia Nuestra Señora de Itatí, de Berazategui (Argentina). En un castellano que todavía conserva el acento italiano, relata el horror que vivió el jueves a la noche, cuando ella y la hermana Juliana (76) fueron víctimas de un violento asalto: dos jóvenes se metieron en la parroquia, las ataron y las golpearon.

A la más grande le gatillaron en la cabeza. “Estaba preparada para morir”, asegura.

El robo se concretó el jueves. Pero la historia entre los ladrones y las víctimas había comenzado dos semanas antes.

Una noche, un matrimonio con cuatro nenes se acercó a la iglesia para pedir ayuda. Les contaron a las monjas que habían perdido todo con la inundación. “Le dimos ropa y colchones. Fuimos a la casa y vimos que en esas condiciones no podían vivir. Nos contaron que se querían ir a Corrientes, pero que necesitaban 1.000 pesos para el viaje”, recuerda Gianpaula. Ella es la que elige hablar; Juliana, también italiana, todavía está muy dolorida.

Las monjas, que pertenecen a la congregación de Las Hermanas Doroteas de Cemmo, le ofrecieron una changa [en Argentina, una "ocupación transitoria, por lo común en tareas menores"] al padre de los nenes.

Le pagaron 1.400 pesos por un trabajo de albañilería. Pensaron que iba a usar esa plata para irse a su pueblo, pero con el correr de los días se dieron cuenta de que les había mentido.

Lo volvieron a ver el jueves a la noche, cerca de las 20. El joven, de 27 años, tocó el timbre de la casa en la que viven las hermanas, pegada a la iglesia. Estaba acompañado por un chico de unos 16 años. Los atendió Gianpaula. Le dijeron que necesitaban ropa. Ella desconfió. No era hora para ir a pedir. Pero decidió abrirles.

Fue el comienzo de la pesadilla.

“Los hice pasar al patio de la parroquia. Cuando me di vuelta, sentí un fuerte golpe en la cabeza. Fue como un rayo que me hizo ver las estrellas. Cuando estaba tirada en el piso, empezaron a apretarme el cuello. Yo les mordí los dedos para defenderme. El más grande me sacó las llaves y se fue. Yo quedé con el chico, que me puso contra la pared y me apoyó el arma en la cabeza. Todo el tiempo me decía que me iba a matar. Me gatilló, pero la bala no salió”, relata la víctima.

Juliana escuchó ruidos extraños y se asustó. Cuando salió para ver qué pasaba, se encontró con el joven de 27 años, que había abierto la iglesia. El asaltante la golpeó y la maniató. También intentó ahorcarla, pero paró cuando la monja se desmayó.

Luego, el ladrón fue hasta la casa y empezó a llenar bolsas con los objetos de valor: dos celulares, un iPad, una computadora, 1.800 dólares, algunos euros y 20 mil pesos.

Fue ahí cuando Gianpaula, que seguía amenazada por el chico de 16 años, pensó lo peor: “Estaba segura de que nos iban a matar porque los conocíamos”, explica.

Las salvó un sacerdote que había arreglado para cenar con ellas. El cura llegó a las 21.30. Tocó el timbre y, como no lo atendían, empezó a gritar. Los ladrones lo escucharon y decidieron escapar. Nadie sabe por dónde huyó el más grande. El adolescente tuvo que saltar una reja, mientras una de las monjas trataba de agarrarlo.

Las monjas fueron trasladadas al hospital Evita Pueblo. Allí les hicieron estudios para evaluar las consecuencias de los golpes. Finalmente, cerca de las 4.30, pudieron regresar a su casa. “Nos esperaba media parroquia en la puerta”, cuenta Gianpaula, que trabaja ahí desde 1971.

Mientras intenta recuperarse, lo que más le preocupa es recuperar su computadora: “Tengo guardado el trabajo de los últimos 15 años, tanto de la iglesia como de la congregación. Es fácil encontrar a los ladrones: acá en el barrio los conoce todo el mundo”, reclama.


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