Domingo, 06 de octubre de 2024

Religión en Libertad

TRAS LA DIMISIÓN DEL DIRECTOR DE AVVENIRE

Los escándalos de Berlusconi tensan la relación entre Bertone y la CEI

El diario de los obispos italianos está bajo ataque y su director ha renunciado. Pero las jerarquías de la Iglesia aparecen divididas. Sobre «Avvenire» caen también los golpes del fuego amigo. Provenientes de la secretaría de Estado.

Sandro Magister/L´espresso

Silvio Berlusconi
Silvio Berlusconi

En la carta fechada el 3 de septiembre, con la que renunció como director de «Avvenire» –el diario de la conferencia episcopal italiana–, Dino Boffo ha denunciado el trazado de «geografías eclesiásticas» mutuamente en guerra, excitadas por su caso. Benedicto XVI, en una carta dirigida a los obispos pocos meses atrás, ha sido todavía más franco: «Si os mordéis y os devoráis recíprocamente, mirad al menos no destruiros unos a otros».

Que entre las altas jerarquías de la Iglesia haya divisiones y contraposiciones, que a grandes rasgos explotan y provocan derrumbes, es un dato indiscutido y reconocido. En lo que se refiere a la política italiana, la divergencia está hoy principalmente entre las dos orillas del Tíber: entre la secretaría de Estado vaticana por un lado, y la conferencia episcopal italiana por el otro.

«Avvenire» es el diario de los obispos. Pero el ataque conducido contra la vida privada de su director, Boffo, por el diario «Il Giornale» –cuya propiedad le pertenece al hermano del premier Silvio Berlusconi– ha sido juzgado y experimentado de modo diferente, más acá y más allá del Tíber.

Para la Secretaría de Estado, el verdadero y auténtico ataque era y es otro, conducido por otros, por un poder anticatólico que, a su juicio, tiene su punta de lanza en «la Repubblica», el diario líder de la izquierda laica, y tiene como blanco máximo al Papa y, en segundo lugar, a su secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone.

La mañana del 28 de agosto Bertone se enfureció muchísimo más por un artículo del teólogo Vito Mancuso en «la Repubblica» que por el contemporáneo desencadenamiento de la campaña de «il Giornale» contra Boffo y sus críticas al premier. Mancuso acusó a Bertone de sentarse servilmente a la mesa de Herodes, al encontrarse con Berlusconi según el programa de ese día, en vez de denunciar su vida lujuriosa con la valentía de un san Juan Bautista.

De hecho, pocas horas después, en las primeras horas del atardecer de ese mismo 28 de agosto, «L´Osservatore Romano» salió con nota destacada en primera página contra el artículo de «la Repubblica», con la firma de su comentadora de avanzada, Lucetta Scaraffia, y sólo con un par de líneas en una página interior, dedicadas a la ofensiva de «Il Giornale» contra el director de «Avvenire», tomadas de un comunicado de la CEI, a pesar que fuese por esta agresión y no por otros motivos que el encuentro entre Bertone y Berlusconi había sido anulado en el ínterin.

También en los días sucesivos, en medio de la tempestad contra Boffo, el cardenal Bertone mantuvo contra viento y marea su lectura de los hechos.

Para él, la verdadera culminación de la agresión contra la Iglesia fue cuando «la Repubblica», el 1 de septiembre, tituló que Benedicto XVI había intervenido personalmente para sostener a Boffo y, en consecuencia, sus críticas a Berlusconi.

De hecho, el primero y único comunicado oficial vaticano sobre el caso Boffo salió pocas horas después, precisamente para desmentir el involucramiento del Papa en la refriega. El comunicado confirmó que sólo Bertone había expresado solidaridad con Boffo, mientras que el Papa – según un comunicado paralelo de la CEI – se había limitado a telefonear al presidente de la conferencia episcopal, el cardenal Angelo Bagnasco, para pedirle «noticias y evaluaciones de la situación actual» y para expresar «estima, gratitud y aprecio» a él y a los obispos italianos.

Al hojear «L´Osservatore Romano», el diario del que el profesor Giovanni Maria Vian es director y el cardenal Bertone editor de referencia, se advierte que la semana de pasión de Boffo ha pasado casi sin dejar rastros. La noticia de su renuncia ha sido comunicada el 3 de septiembre en una columna de 22 renglones en la página 7, bajo el aséptico título: «Oficina nacional para las comunicaciones sociales de la CEI», de la que se informaba concisamente el comunicado.

Mucho más locuaz ha sido, por el contrario, el director Vian en una entrevista publicada en el «Corriere della Sera» del 31 de agosto. De sus propias palabras apareció con clara nitidez la insatisfacción de la Secretaría de Estado vaticana por «Avvenire», por sus «imprudencias y exageraciones» al criticar al gobierno y al fustigar la vida privada licenciosa del premier, materia ésta última sobre la cual «L´Osservatore Romano» jamás ha escrito una sola palabra, por decisión deliberada.

Hay en esta voluntaria relación de «serenidad institucional» con los gobiernos en funciones, cualesquiera que ellos sean, de izquierda o de derecha, una constante de la diplomacia vaticana con todos los Estados del mundo, dictada por el realismo político.

Pero una cosa es el gobierno central de la Iglesia Católica, otra cosa son las efervescentes Iglesias nacionales, con sus obispos, el clero y los fieles.

Bajo la presidencia del cardenal Camillo Ruini, la conferencia episcopal italiana había asumido justamente la conducción de las relaciones con la esfera política, en un todo de acuerdo con Juan Pablo II y con su sucesor Benedicto XVI, cosechando éxitos indudables. «Avvenire», dirigido por Boffo, era el órgano de avanzada del liderazgo ruiniano.

Pero retirado Ruini de la escena, el cardenal Bertone ha querido tomar en sus manos el timón de la política de la Iglesia en Italia, y lo ha puesto negro sobre blanco en una carta del 25 de marzo de 2007 al nuevo presidente de la CEI, el cardenal Bagnasco. Los obispos no aceptaron de ninguna manera ser desautorizados, por eso desde entonces subsiste entre el Vaticano y la CEI un roce que a veces precipita en abierto contraste.
 
Pero entretanto, la CEI ha cambiado. Ya no es más ese conjunto ordenado que con Ruini estaba en su apogeo.

El cardenal Bagnasco es un fiel continuador, pero no tiene la misma autoridad. El nuevo secretario de la CEI, el obispo Mariano Crociata, ha mostrado hace poco que no está a la altura de su rol. La actual es una CEI de muchas cabezas y muchas voces, con frecuencia disonantes entre ellas. Un motivo más para que, desde el Vaticano, Bertone refuerce sus ambiciones de conducción, alentado en esto por políticos que visualizan en él a un interlocutor más seguro, respecto a una CEI que aparece como incierta y confusa.

Confusa también ha sido la reacción a la ofensiva contra «Avvenire» y su director. Ya desde hace meses, desde el momento que comenzó en Italia la polémica sobre la vida privada del premier Berlusconi, el diario dirigido por Boffo se había largado a navegar en aguas tempestuosas. Las presiones de los lectores y más aún la de una parte de ese editor colectivo que es el episcopado italiano habían obligado a Boffo a hacer lo que jamás habría hecho con un Ruini dirigiendo: redactar prédicas contra la inmoralidad privada del premier. Prédicas mesuradas, respetuosas, dosificadas con cuidado, pero de tal forma como para dejar descontentos a muchos, por su demasiado o poco vigor según los puntos de vista. En la secretaría de Estado, naturalmente, la imprudencia «moralista» del diario de la CEI apareció sólo como precursora de ruinas, tal como la represalia mortífera de «Il Giornale» habría de confirmarlo posteriormente.

Sentida en la CEI como un ataque a la línea de Ruini, la ofensiva contra Boffo ha visto entonces disponerse en defensa del agredido, en primera línea ante todo al mismo cardenal Ruini y a su sucesor, Bagnasco, con el ejército de esa «Iglesia de pueblo» que Boffo ha sabido de hecho expresar e interpretar extraordinariamente, durante los quince años al frente de la dirección del diario.

Pero entre los cardenales, los obispos y el clero hay también quienes se han mantenido aparte o bien han pedido en seguida la dimisión de Boffo, a pesar que las iniciales acusaciones se revelaron por su cuenta rápida y en gran parte infundadas. El mismo Boffo ha dado acceso a sospechas, al tardar días en escribir una circunstanciada defensa de sí mismo, antes de renunciar por decisión personalísima, contra la voluntad del presidente de la CEI e independientemente de cualquier pedido del Papa, que jamás ha habido.

En septiembre el consejo episcopal permanente de la CEI nombrará a su sucesor, que será probablemente Domenico Delle Foglie, «ruiniano» de cabo a rabo, entre otros motivos porque, paradójicamente, ni los adversarios de Ruini ni el cardenal Bertone tienen un candidato alternativo.
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