Viernes, 27 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Los latinoamericanos emigran mucho pero no quieren inmigrantes en sus países

El doble rasero de América Latina ante la inmigración

La encuesta “Oportunidades de Integración Regional” de la organización Latinobarómetro arrojó el mes pasado unas cifras que contradicen el imaginario colectivo de América Latina, sobre que es una región cálida y acogedora. Los números demostraron lo lejos que se está de la integración continental. El sondeo afirmó que siete de cada 10 latinoamericanos rechaza a los inmigrantes, pobres o de diferente raza. Ecuador, país del que han emigrado un 25% de sus habitantes, está entre los países más reacios a recibir extranjeros.

(Pedro Dutour/Aceprensa) La encuesta “Oportunidades de Integración Regional” de la organización Latinobarómetro arrojó el mes pasado unas cifras que contradicen el imaginario colectivo de América Latina, sobre que es una región cálida y acogedora. Los números demostraron lo lejos que se está de la integración continental. El sondeo afirmó que siete de cada 10 latinoamericanos rechaza a los inmigrantes, pobres o de diferente raza. El trabajo, presentado en Lima a mediados de abril por la Corporación Andina de Fomento, que colaboró con Latinobarómetro –que tiene su sede en Santiago de Chile–, encontró además que únicamente un 24% de los encuestados se mostró de acuerdo en que extranjeros de la misma raza o grupo étnico arriben a vivir a su país, que solo un 15% está dispuesto a recibir a ciudadanos de países con menos recursos y un 14% a acoger a extranjeros de distinta raza. El estudio sobre opinión pública de Latinobarómetro sondea cada año las actitudes de los latinoamericanos respecto a la democracia, la economía y valores sociales. En el último trabajo en 2007 recabó información en 18 países de América Latina, con 19.000 entrevistas, que representaron a más de 400 millones de habitantes. Uruguay, el más abierto Uruguay, bien por ser un país despoblado –cuenta poco más de tres millones de habitantes en 176.000 km2– o por la tradición de recibir extranjeros –la población indígena es nula–, se ubica con el 41% como la nación más “amigable” para integrar a personas de fuera de la misma raza o grupo étnico. Le sigue en la lista Nicaragua, con el 39%. En cambio, Costa Rica (9%), el país más próspero de América Central y el que presenta menos problemas sociales y políticos en esa región, resulta ser el más reacio a hospedar a no nacionales. Según la encuesta, Uruguay vuelve a ocupar el primer lugar entre los que están más abiertos al arribo de gente de países más pobres, con el 27%, seguido de cerca por México y Nicaragua, con el 22%. Ecuador (4%) y Paraguay (7%) son los más cerrados en este sentido, al igual que sobre la posibilidad de que extranjeros de otra raza vivan en su país. En esta variable, Uruguay (30%) es otra vez el más receptivo, seguido por Argentina, Colombia y Nicaragua, con el 20%. Las conclusiones del estudio Latinobarómetro fueron lapidarias para la región. “América Latina no parece darles mayoritariamente la bienvenida a los inmigrantes. Esto contradice de corazón la imagen de una región cálida y acogedora, y muestra el lado oscuro de nuestra cultura”, señaló. “¿O es más bien el reflejo de la necesidad de defender los puestos de trabajo que no sobran en ningún país?”, se preguntó a continuación. “América Latina está lejos de la integración si se mira estos datos porque sus ciudadanos no aceptan consensuadamente ni siquiera lo que los puede favorecer”, agregó la organización. Difícil integración Los resultados del estudio de Latinobarómetro pueden entenderse como una prolongación de cuanto acontece a nivel político entre los países de América Latina y de los bloques económicos de la región que avanzan a pasos cansinos (el mejor ejemplo es el Mercosur), donde abunda la retórica pero faltan hechos concretos. Aunque la mitad de los latinoamericanos está de acuerdo con la integración en cuanto a inversiones, acuerdos energéticos y un Parlamento común, según lo recabado por Latinobarómetro. La falta de integración a nivel social no es novedad y existe un cierto doble rasero sobre el tema de la migración. Hace tiempo que los países centroamericanos se quejan por el trato que reciben los inmigrantes de América Central en México. Estas personas suelen seguir de largo hacia Estados Unidos, pero muchas veces se quedan, en un fenómeno que se aceleró en los últimos cinco años. Se han denunciado en México la explotación de niños, secuestros de trabajadores inmigrantes, violaciones y abusos contra mujeres. Al mismo tiempo, el gobierno mexicano se ha quejado a su poderoso vecino del norte, sobre la valla de miles de kilómetros que la administración estadounidense está construyendo entre ambas fronteras. Lo mismo puede decirse del fenómeno de la inmigración latinoamericana que elige Europa como destino. Mientras América Latina reprocha la falta de apertura a sus ciudadanos en el viejo continente –sobre todo a España, a la que se le achaca una responsabilidad histórica–, en la región cada país ve con malos ojos a los inmigrantes de otros países latinoamericanos, sobre todo a los que dejan su patria para buscar mejores oportunidades económicas. Así, muchos colombianos que escapan de la guerrilla de las FARC tienen problemas en Ecuador, cientos de bolivianos son explotados en las fábricas textiles de Argentina, los peruanos tienen obstáculos para integrarse en Chile y Uruguay. Un caso paradigmático en este sentido es el de Ecuador, nación que Latinobarómetro coloca entre las más reacias a recibir extranjeros, junto a Chile, Venezuela, Paraguay y Bolivia. Un 25% de la población ecuatoriana ha emigrado y vive en otro país (en España hay más de 400.000), y en la actualidad, en este país de 13 millones de habitantes, unos 500.000 colombianos residen allí legal o ilegalmente, al igual que miles de bolivianos y peruanos que trabajan en el área de la construcción, agricultura y servicios domésticos. Todos atraídos por el dólar (adoptado como moneda nacional en 2000), salarios más altos que la media en otros países y una creciente estabilidad económica. El argumento de un latinoamericano para rechazar a un inmigrante, sea el que sea, es el mismo que podría utilizar un europeo sobre un ciudadano de América Latina: que genera desempleo e inseguridad. Si bien países como Chile, Ecuador y Perú están implementando programas para integrar a los inmigrantes en el país, como flexibilizar los trámites para la obtención de la ciudadanía y así adquirir una residencia legal, el cambio deberá darse entre los propios latinoamericanos, como quedó demostrado en el estudio de Latinobarómetro. De lo contrario, la visión sobre la región se tornará de cálida y acogedora en fría y distante.
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