Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Meditaciones del Vía Crucis en el Coliseo de Roma

"Oh Dios, haznos comprender que sobre el Tabor o el Calvario, tu hijo es el Señor"

Benedicto XVI presidió en la noche el Vía Crucis en el Coliseo, al término del cual dirigió la palabra a los fieles y les impartió su Bendición Apostólica. Recorriendo la narración de la Pasión según san Marcos, el Papa recordó que Cristo murió en la cruz por amor, siendo el único hombre en la historia de los tiempos que “ha cambiado el mundo, no matando a otros, sino dejando que lo mataran clavado en una cruz”. Monseñor Thomas Menamparampil, arzobispo de Guwahati, en India, ha sido el encargado de las meditaciones del Vía Crucis de este año.

(RV/ReL) En este sentido el Pontífice ha recordado a los hombres y mujeres que a lo largo de lo siglos se han dejado seducir por este misterio, siguiendo a Cristo, convirtiéndose en santos y mártires. Benedicto XVI ha invitado a los cristianos a contemplar el rostro de Cristo, para mañana, Sábado Santo, “velar orando con María, la Virgen de los Dolores, preparándonos para celebrar en la Vigilia Pascual, el prodigio de la resurrección del Señor”. Monseñor Thomas Menamparampil, arzobispo indio de Guwahati, en el estado de Asma, ha sido el encargado de las meditaciones del Vía Crucis de este año. El prelado ha puesto en evidencia el valor de la esperanza sobre todo “cuando las malas noticias se repiten”. “Sean fuertes y valerosos, todos los que esperan en el Señor”. Con esta exclamación ha finalizado la meditación que ha dado paso a la primera estación, analizando en este pasaje el misterio del dolor, monseñor Menamparampil ha pedido la oración para los “creyentes que sufren persecuciones”. Este mensaje lo ha vuelto a lanzar en la segunda estación, recordando que ante la violencia y los enfrentamientos, Jesús responde con “amor”, “persuasión” y “reconciliación”. “Señor, no permitas que la avaricia, la concupiscencia o el orgullo nos sorprendan”, ha dicho el arzobispo indio, al mismo tiempo que ha pedido que “no seamos arrastrados de aquí para allá por el viento de cualquier doctrina”. Pasando a la tercera estación, monseñor Menamparampil ha meditado sobre el valor de la no violencia, evocando el ejemplo de Mahatma Gandhi “que llevó a las calles con sorprendente suceso esta enseñanza de Jesús”. En la cuarta estación se ha pronunciado una oración pidiendo al Señor que ayude a todos los creyentes a que no haya divergencia entre “aquello que profesamos de ser y lo que somos en realidad”. Preguntándose qué es la verdad, monseñor Menamparampil ha meditado sobre la quinta estación, pidiendo la oración para que las “concepciones espirituales y éticas contenidas en la Palabra de Dios inspiren las normas de la vida y de la sociedad en nuestro tiempo”. En la sexta estación se ha invitado a meditar sobre la violencia de la que hoy día somos testigos: homicidios, violencias sobre mujeres y niños, secuestros, extorsiones, conflictos étnicos, violencia urbana, tortura física y mental, violación de los derechos humanos. Jesús continúa sufriendo cuando los creyentes son perseguidos”, ha dicho el arzobispo indio, recordando que también “Jesús es despojado de sus vestidos cuando el ser humano es deshonrado en las pantallas”. Y ante la pregunta de quiénes son los culpables, ha dicho que no “señalemos a los demás, por que también nosotros hemos podido tener parte en estas formas de inhumanidad”. En la séptima estación monseñor Menamparampil ha evocado las nuevas humillaciones que en nuestros días sufre Jesús, rezando para que conceda la capacidad de descubrir siempre a Dios. La Madre Teresa de Calcuta ha sido el ejemplo citado en la octava meditación invitando a dedicar recursos y energías a la causa de los “más pobres entre los pobres”. Mientras que en la novena estación el arzobispo indio ha meditado sobre la importancia de las mujeres y ha rezado para que su papel no sea relegado en la sociedad. Ante la experiencia del dolor, “Jesús no nos deja nunca”, ha dicho en la décima estación monseñor Menamparampil, rezando para que “la experiencia del dolor y de la oscuridad interior enseñe la gran verdad que en el Señor, nada está perdido”. Acto seguido, en la undécima estación, la oración se ha elevado para que Cristo guíe a los fieles en su camino hacia el “destino Eterno”, pasando en la siguiente estación a evocar a María y el valor del perdón. La reflexión sobre el significado de la Cruz ha sido el tema de la decimotercera meditación, dando paso a la última estación en la que monseñor Menamparampil ha recordado tragedias como el Tsunami, Hiroshima y Nagasaki, realidades que abren la percepción de una realidad más profunda. En este sentido ha pedido al Señor que “mientras caminamos con pena por el fatigoso camino de la vida”, nos ayude “a ser capaces de tener una idea de nuestro destino definitivo”.
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