Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

El misionero Cremonesi ya es beato: murió intentando que los soldados no disparasen a la población

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Alfredo Cremonesi sobrevivió a los japoneses y el hambre en la Segunda Guerra Mundial pero le mataron soldados en 1953 cuando intentaba mediar por la paz
Alfredo Cremonesi sobrevivió a los japoneses y el hambre en la Segunda Guerra Mundial pero le mataron soldados en 1953 cuando intentaba mediar por la paz

Este sábado por la tarde se celebró en Cremona (Italia), la beatificación del misionero Alfredo Cremonesi, que fue asesinado por soldados en Myanmar (antigua Birmania) en 1953, cuando intentaba mediar para evitar violencia contra una población indígena.

Años antes fue prisionero en los campos de concentración japoneses al final de la II Guerra Mundial (aunque se suponía que Italia era aliada de Japón en la guerra).

“La beatificación del Padre Cremonesi es un aliento para la Iglesia de Myanmar, para seguir adelante en el compromiso de favorecer la superación de las heridas espirituales y morales, llevando la medicina sanadora de la misericordia de Dios allí donde hay una población que ha sufrido a causa de los conflictos y de la represión, y que está recorriendo con gran esfuerzo el camino de la libertad, la justicia y la paz”, proclamó en Cremona el cardenal Angelo Becciu, Prefecto de la Causa de los Santos.

Estaban presentes el obispo de Cremona, Daniele Gianotti, con Isaac Danu, obispo de Taungngu (Myanmar) y misioneros del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras al que pertenecía el sacerdote asesinado.

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El futuro no es de quien difunde odio y violencia

“Con el testimonio de su vida, generosamente ofrecida por amor a Cristo, el beato Alfredo hoy habla a esta diócesis de Cremona, habla a los misioneros, habla a toda la Iglesia, recordando que morir por la fe es un don concedido a unos pocos; pero vivir la fe es una llamada que va dirigida a todos. Justamente y tal como nos exhorta el tema de esta Jornada Misionera Mundial: “Bautizados y enviados”.

Los peregrinos en Cremona recorrieron los lugares de infancia y juventud del misionero mártir y el cementerio de Montodine, donde se encuentran sepultados sus padres. Becciu expresó su deseo de que el testimonio del mártir como misionero y constructor de paz sea "un estímulo para los jóvenes, para reflexionar sobre la belleza de la vocación misionera, vivida con entusiasmo y con un compromiso total, sin miedos ni reticencias. Él nos recuerda a todos que el futuro de nuestras comunidades y de las naciones no será de quien difunde el odio y la violencia, sino de quien siembra fraternidad, hospitalidad y colaboración”.

Enfermo pero con espíritu misionero

Según recoge AsiaNews, Alfredo Cremonesi nació el 15 de mayo de 1902 en Ripalta Guerina (Cremona). Fue el mayor de 7 hermanos, uno de los cuales murió en un campo de concentración nazi. Era de constitución débil, y enfermo de linfatismo tuvo que pasar desde largos períodos en la cama en el seminario diocesano de Cremona sin ninguna esperanza de curación, por lo que parecía imposible que se pudiese cumplir su sueño de ser misionero.

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Finalmente, se curó totalmente tras confiarse a santa Teresita del Niño Jesús. El 12 de octubre de 1924 fue ordenado sacerdote, y exactamente un año después partió para Birmania, hoy Myanmar. En este país pasaría el resto de su vida y sufriría el martirio.

La dificultad de la misión

Durante un año estuvo estudiando la lengua y las costumbres locales, hasta que al fin el obispo le confió la misión en Donoku, un pueblo perdido en las montañas. Este se convirtió en el punto de partida para sus muchas expediciones entre los pueblos paganos y católicos. Su entusiasmo es grande, pero la juventud y la impaciencia lo llevan pronto a medirse con su fragilidad.

“Les digo la verdad- escribe-muchas veces me sorprendí llorando como un niño, pensando en los muchos bienes que había que hacer y en mi absoluta miseria, que me inmoviliza y no sólo una vez, aplastado bajo el peso del desaliento, pedí al Señor que era mejor que me hiciera morir en vez de ser un obrero forzadamente inactivo”.

“Nosotros misioneros- escribirá años después- no somos realmente nada. El nuestro es el más misterioso y maravilloso trabajo que haya sido dado al hombre no para cumplir sino para ver: darse cuenta que las almas que se convierten es un milagro más grande de cualquier milagro”.

Capturado por los japoneses

En plena II Guerra Mundial con la llegada de los japoneses a territorio birmano, los ingleses internaron a los misioneros italianos en campos de concentración en India, excepto a seis que llevaban en el lugar más de diez años. Entre ellos se encontraba el padre Cremonesi.

Al principio los misioneros italianos fueron tratados por los soldados japoneses como amigos, pero pronto la cosa cambió radicalmente. “Nos robaron todo. No nos quedó ni siquiera una gallina. Luego fui detenido el último mes de la guerra por un oficial extremadamente que mandaba las últimas formaciones japonesas que, según todas las apariencias, debían estar compuestas por ladrones y asesinos liberados de la cárcel y dejados para la última masacreFui atado durante toda una noche y un día en el campo, y luego, no sé aún por cuál milagro, fui liberado". 

"Entonces tuve que escaparme y refugiarme en el bosque. En aquella ocasión me robaron todo. Mis cristianos juntaron un plato, una cuchara, un poco de arroz, me dieron una de sus sábanas y así pude llegar hasta el fin de la guerra”, relataba.

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Tras la guerra mundial, en 1947 con Birmania ya libre de la invasión japonesa e independiente de Inglaterra, el padre Alfredo pudo volver a Donoku. Con un renovado entusiasmo se puso a reconstruir todo lo que había sido devastado.

Guerra entre el gobierno central y diversas tribus

Enseñó el catecismo y también inglés, asistía y curaba a los enfermos, retomando todas sus actividades pastorales. Pero pronto llegaron nuevas pruebas. Birmania había obtenido la independencia, pero el gobierno central encontró graves obstáculos: las tribus carianas y en particular aquellas formadas por los protestantes bautistas se rebelaron.

Los católicos, que permanecieron fieles al gobierno, no fueron protegidos ni siquiera por el ejército, en gran parte budista. El padre Cremonesi se vio obligado a huir Toungoo. Para Pascua de 1952, habiéndose estipulado un pacto de no beligerancia entre los rebeldes y los gubernamentales, intentó volver a Donoku.

Sin embargo, la paz fue escasa. Pese a que ya estaban derrotados, los rebeldes realizaron continuas incursiones. El padre Alfredo, con tal de asistir a sus feligreses quiso compartir con ellos todos los peligros. Obtuvo de ambas partes un salvoconducto para poder moverse más libremente, pero ahora también los gubernamentales empezaron a sospechar de él por querer trabajar en una zona de guerrilla.

Así después del fracaso de una operación militar con la cual el ejército regular quería limpiar definitivamente la región de los rebeldes, las tropas del gobierno, durante su retirada, irrumpieron en el pueblo de Donoku, acusando al padre Cremonesi y a los habitantes del pueblo de favorecer a los rebeldes.

Para nada sirvieron las palabras conciliadoras del misionero, que trató de defender la inocencia de su gente. Pero cegados por la rabia, los soldados no le dieron ni siquiera el tiempo de terminar. Respondieron con ráfagas de ametralladora. Era el 7 de febrero de 1953.

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