Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Catequesis papal en torno a la figura de San Juan Clímaco

Benedicto XVI: "Las pasiones humanas no son malas en sí mismas"

“Sólo las virtudes fundamentales de la fe, de la esperanza y de la caridad pueden ayudar al hombre” a ”soportar las desilusiones cotidianas” y a ser “buenos con los demás sin recompensas” en una “ascensión continua hacia Dios”. Son las palabras de Benedicto XVI ayer por la mañana presidiendo la Audiencia General en el Aula Pablo VI del Vaticano en presencia de unos 8 mil fieles y peregrinos. Concluido el ciclo de veinte catequesis dedicadas a San Pablo en el bimilenario del Apóstol de las gentes, el Pontífice ha proseguido su camino de reflexiones a través de los grandes escritores de la Iglesia durante la época medieval.

(RV/ReL) Ayer fue el turno de San Juan Clímaco que vivió en las montañas del Sinaí como monje eremita entre el sexto y séptimo siglo. Su vida se caracterizó por un intenso amor a Dios y a los demás, en una época de profunda crisis a causa de las invasiones de los bárbaros. Juan Clímaco fue el autor de un célebre tratado de vida espiritual que lleva por título: “La Escala del Paraíso”. “Una figura -ha dicho el Santo Padre- que nos puede parecer muy alejada de la realidad del hombre del siglo XXI y, en cambio, todavía hoy indica la vía a cualquier bautizado dispuesto a recorrer con humildad un camino de fe”. Un camino, ha añadido, “no accesible sólo a los héroes morales, sino un don de Dios en el cual pueda ensalzarse y crecer nuestra vida” de cristianos de hoy, que deben “renunciar a la arrogancia” y no “pensar en ser mejores de los hombres del Medioevo por el simple hecho de vivir en el siglo XXI”. Las tres virtudes teologales de “fe, esperanza y caridad -ha concluido el Papa- son hoy como ayer el principio y el final del camino espiritual, la salida y la llegada, junto a la caridad y el amor por el prójimo en el escalón más alto de la escalera. “Las pasiones humanas -ha dicho el Papa citando algunos textos de san Juan Clímaco- no son malas por sí mismas, pero lo son si vienen mal usadas por el hombre, si a través de la libertad, el hombre hace un mal uso de ellas”. “Al contrario, las pasiones, si vienen purificadas, abren la puerta hacia Dios”. La lucha contra las pasiones, descrito en este texto del eremita medieval, ha sido definido por el Papa “el más importante tratado de estrategia espiritual del que tenemos noticia”. “Inocencia, ayuno y castidad” son las virtudes recomendadas por el santo eremita, “como escalones para llegar a la paz del alma”. El santo habla, sin embargo, de “eros” como forma de unión nupcial con Dios y de forma de oración “corporal al lado de la espiritual”. En el juicio de las pasiones -concluye san Clímaco- lo que cuenta es la capacidad de “discernir” y de “purificar” los instintos, analizando las motivaciones profundas”. Como es tradicional, Benedicto XVI ha resumido su catequesis también en español, saludando luego a los fieles de nuestra lengua que han participado en la audiencia general. Éstas han sido sus palabras: Queridos hermanos y hermanas: Después del ciclo dedicado a San Pablo, continuamos con los grandes Escritores Eclesiásticos del medioevo. San Juan Clímaco vivió entre las montañas del Sinaí como eremita y monje, en una época de profunda crisis a causa de las invasiones de los bárbaros. Su vida se caracterizó por un intenso amor a Dios y a los demás. Escribió un tratado de vida espiritual, la Escala del Paraíso, en la que describe el camino que debe recorrer el monje desde la renuncia al mundo hasta la perfección del amor. En la primera fase se trata de la ruptura con el mundo para volver al estado de infancia espiritual. Después, la lucha espiritual contra las pasiones para adquirir las virtudes. En la última etapa de la perfección cristiana, el alma, una vez alcanzado el estado de quietud, se preparara para la plegaria del cuerpo y del corazón. El autor concluye tratando de las tres virtudes teologales, y subrayando con San Pablo la primacía de la caridad sobre las demás. Es un escrito actual para los cristianos de hoy, pues señala la dirección hacia la que todos en la Iglesia deben de tender, la participación en la muerte y resurrección de Cristo comenzada con el bautismo. Saludo cordialmente a los fieles de lengua española aquí presentes. En particular, a los peregrinos de las diócesis de Plasencia y Alcalá de Henares, acompañados por Monseñor Amadeo Rodríguez, Obispo de Plasencia, a la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío, de Almonte, así como a los demás grupos venidos de España, México y otros países latinoamericanos. Aliento a todos a aprovechar peregrinación a Roma para profundizar en la fe y sentir el gozo de pertenecer a la Iglesia. Que Dios os bendiga. En sus saludos a los peregrinos de lengua italiana, el Papa se ha dirigido, en particular, a los obispos que se encuentran en Roma para participar en los encuentros promovidos por el Movimiento de los Focolares y por la Comunidad de San Egidio. Con su alegría por la oportunidad que tienen estos queridos hermanos en el episcopado para compartir experiencias eclesiales de diversas partes del mundo, Benedicto XVI ha manifestado su anhelo de que estos días de oración y reflexión puedan brindar grandes frutos a sus respectivas comunidades. Tras alentar también a un grupo de voluntarios italianos entregados a las obras vicentinas de caridad «a perseverar en su generosa dedicación a favor de los más necesitados», el Papa se ha dirigido a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. «Hoy celebramos la fiesta de la bienaventurada Virgen de Lourdes e invito a los queridos jóvenes a encomendarse siempre a la maternal protección de María, para que os ayude a conservar un corazón generoso, disponible y lleno de entusiasmo apostólico», ha dicho el Santo Padre, deseando luego que Nuestra Señora de Lourdes, «a cuya intercesión acuden confiados numerosos enfermos en el cuerpo y en el alma, dirija sobre todos los queridos hermanos y hermanas enfermos, su mirada de consuelo y de esperanza. Sosteniéndolos mientras llevan la cruz cotidiana en estrecha unión con la cruz redentora de Cristo».
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