Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Se le atribuye una curación milagrosa documentada por tres médicos en 1769

Juan de Palafox, pastorcillo, virrey y obispo, a punto de ser beatificado

Desde unos comienzos humildes, Palafox llegó a ser representante del rey en México, defendió a los indios y la justicia. Ya está listo el milagro para su beatificación. En 1769, un párroco de 66 años, tuberculoso, desahuciado, rezó con una firma de Palafox entre las manos. Cuatro horas después despertó completamente sano. Su médico de Fuentemolinos (Soria), otro de la cercana aldea de Roa y un tercero describieron al tribunal todos los síntomas de un enfermo terminal de tuberculosis. «Se presentará la documentación a la consulta médica, puede ser interesante incluso para la historia de la medicina», dice Moriones.

(Pablo J.Ginés/La Razón) «Nací embarazo y me hiciste beneficio», escribió Juan de Palafox, dando gracias a Dios por su vida. Nació en 1600 como hijo natural del marqués de Ariza, un estorbo para su padre. Hasta los diez años vivió humildemente, como un niño pastor. A esa edad su padre lo reconoció y lo mandó a estudiar con los jesuitas. Emprendió una carrera prometedora como fiscal del Consejo de Guerra y del Consejo de Indias. En un viaje a Alemania vio un crucifijo mutilado, al que la furia iconoclasta protestante había arrancado brazos y piernas. En una visión mística, el joven Juan vio al mismo Cristo diciéndole: «Llévame contigo». Palafox se enamoró de Jesucristo. Recogió el crucifijo, lo reparó, lo llevó consigo casi toda su vida, y aún hoy se conserva en Toledo. Cuando le nombraron obispo de Puebla, en México, escogió el lema: «Mi Amor está crucificado». En México, Palafox fue visitador del rey, hombre de confianza y supervisor de la Corona. Hizo muchos enemigos al depurar cargos corruptos en la corte virreinal, especialmente al ejercer de Virrey y Capitán General en 1642. Se jugó el pellejo por los pobres, pidiendo prestado para ellos a menudo. Ildefonso Moriones, profesor de Historia y postulador para su causa de beatificación, da testimonio de su recuerdo en México. «Conocí un viejito de Chiapas que hablaba de Palafox como si lo conociese de ayer mismo», explica Moriones. Fue el primero en traducir el catecismo a la lengua náhuatl. Introdujo canciones indígenas en la liturgia. Prohibió toda coacción contra los indios y los defendió en sus escritos, aunque sin caer en el mito del «buen salvaje». Fue mecenas artístico del barroco virreinal y construyó tres colegios, uno para niñas. Nos han llegado 565 escritos que compuso. Su biblioteca, hoy llamada Palafoxiana, superaba los 5.000 volúmenes, la mayoría tratados sobre ciencia y filosofía. Jorge Fernández Díaz, vicepresidente de la Mesa del Congreso, con lazos familiares en Fitero, cuna de Palafox, destaca su oposición a las tesis de Maquiavelo y su lealtad al Papa y al rey. «Supo dar siempre al César lo del César, y a Dios lo de Dios», dice el político popular. En pocos meses puede anunciarse una fecha de beatificación.
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