Carta pastoral del obispo de Córdoba
A menos fe, más delincuencia
El obispo de Córdoba, monseñor Juan José Asenjo, advirtió ayer a los padres, en una carta pastoral con motivo de la celebración el próximo domingo de la fiesta de la Sagrada Familia, de que no inculcar a sus hijos la moral cristiana lleva a muchos jóvenes a conductas egoístas e incluso delictivas. En la carta, recogida por Ep, Asenjo pide a todas las familias de la diócesis cordobesa «que tomen muy en serio la responsabilidad de educar cristianamente a sus hijos», puesto que la familia es «iglesia doméstica» y su «primera misión es la transmisión de la fe a los hijos».
Asimismo, lamentó que, como consecuencia de la secularización, «son muchos los padres que han abdicado de esta obligación fundamental, incluso entre aquellos que llevan a sus hijos a la escuela católica», que a su juicio, eligen el centro por la calidad de la enseñanza, por encima de los valores cristianos. «Son legión» «Efectivamente son legión los matrimonios que no enseñan a sus hijos a rezar, ni les inician en el conocimiento del Señor o en la devoción a la Virgen, en el descubrimiento del prójimo o la experiencia de la generosidad, en las virtudes y normas morales y, mucho menos, en la esperanza cristiana», apunta el obispo. Por este motivo, señala que «no es extraño, pues, que abunden entre los niños, adolescentes y jóvenes conductas insolidarias y egoístas, cuando no delictivas, y que en tantos casos el horizonte vital de muchos de ellos sea chato, alicorto y sin la amplitud de ideales que ha caracterizado siempre a la juventud». A este respecto, Asenjo subraya que «el papel de los padres en la educación (de sus hijos) tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse en la escuela», y por eso «han de crear en su hogar una atmósfera que haga posible la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad, la responsabilidad, el servicio desinteresado y la fraternidad». El obispo de Córdoba concluye que «la familia es el santuario de la vida, porque la acoge, custodia y acompaña desde la cuna hasta su ocaso natural como un don de Dios, autor último de la vida humana. De ahí la inmoralidad intrínseca de aquellas leyes que permiten el aborto o la eutanasia, uno de los signos más evidentes de la deshumanización de la sociedad».
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