Ha sobrevivido a los guerrilleros de Sierra Leona
El agustino Garayoa: un secuestro, diez malarias, tres tifoideas...y ginecólogo autodidacta
José Luis Garayoa nació en Falces (Navarra) hace 56 años. Con 9 años entró en el seminario menor de los agustinos recoletos, y con 24 años ya era misionero en la Sierra Madre Occidental de Chihuahua, México. Tres años después llegó a la Ciudad de los Niños de Costa Rica, llena de huérfanos de la guerra de Nicaragua, niños de la calle, hijos del alcoholismo y la prostitución. Durante 10 años trabajó en aquel centro que aportaba formación profesional (mecánica, ebanistería). "Es difícil conseguir que un muchacho ame una sociedad que le ha tirado a la calle", recuerda.
(Pablo J. Ginés/La Razón/ReL) Volvió a España para dar clases en un colegio agustino de Valladolid y buscar vocaciones religiosas, "pero ningún joven quería dar el paso a comprometerse, y los que querían en realidad estaban huyendo de la vida real, no eran adecuados", lamenta. La llamada de África, con 45 años Entonces llegó una carta pidiendo voluntarios para ser misioneros en Sierra Leona, territorio ensangrentado por la guerra y la miseria. "Yo tenía entonces 45 años. La prudencia me decía "ya no tienes edad" pero ¡la pasión de la misión es tan fuerte! Escribí mi petición de puño y letra a las 2 de la mañana, con miedo de que aceptasen por mi experiencia, y deseándolo también. Me aceptaron. Hice curso intensivo de 3 meses de inglés y me fui a África sin esperar el periodo de aclimatación ni nada. Llegué a Sierra Leona en enero de 1998 y enseguida caí con fiebres tifoideas. Estaba recuperándome en el hospital de los Hermanos de San Juan de Dios en Mabesseneh cuando el 14 de febrero los rebeldes atacaron el hospital y se nos llevaron como rehenes a 3 hermanos, a un farmacéutico cooperante español y a mí." Las televisiones y los diarios españoles durante 14 días se volcaron en los misioneros secuestrados. "Cada día yo celebraba la misa con mis compañeros, sentados en el suelo, con una cruz de madera, partíamos un poquito de pan y chupábamos las migas. Pedimos a Dios que si nos mataban que fuese rápido, con balas, no a machetazos. Di la absolución general dos veces. El 25 de febrero nos querían fusilar a las 2 de la mañana. Nos abrazamos, nos despedimos ¡y a morir por Dios! Yo no tenía miedo a morir. Te fias de la misericordia de Dios. Sabes que fuiste para eso, para dar la vida si hiciera falta." "Una facción quería matarnos para demostrar a Naciones Unidas que eran duros, que nos matarían si la ONU no retiraba sus tropas. Otra facción quería mantenernos vivos para usarnos como salvoconducto. Por suerte estos ganaron el debate. Tres días después las fuerzas de la ONU nos liberaron. Fue como nacer otra vez. En el contestador de mi casa descubrí tiempo después muchos mensajes de conventos y familias que habían rezado por nosotros esos días. La oración nos salvó, porque no era lógico haber sobrevivido". "¿África otra vez? ¡Estás gordo y viejo!" Garayoa fue enviado a Nuevo México y a Texas, a mejorar su inglés. Durante 8 años trabajó con inmigrantes hispanos, "gente sencilla que se estrellaba con una realidad dura". Después, con 53 años, le ofrecieron otra vez volver a Sierra Leona. "¡Estás gordo y viejo!", le decía la familia. Pero África llama con la voz de Dios. "Estoy allí desde la fe, no por solidaridad humana. Después de tres malarias, la solidaridad se acaba. Pero yo en tres años llevo 10 malarias y tres tifoideas, y aguanto por fe. Soy sacerdote, anuncio la Buena Nueva. Eso incluye dar agua al que tiene sed, y hacer pozos. Aporta apoyo y sonrisas en medio del dolor. Allí conduzco camiones, atendiendo partos e infecciones vaginales, sueldo pisos. ¡Soy ginecólogo autodidacta por fuerza!" En Sierra Leona casi nadie sabe leer ni escribir. Es el país del mundo con más mortandad infantil, "el peor país para que nazca un niño", dice Unicef. "A mí se me han muerto muchos bebés en los brazos", dice Garayoa. "Este año nuevo de 2008 yo estaba con una madre que tenía un bebé muerto dentro, conduciendo por carreteras malas de noche", recuerda. Creando una maternidad: www.gcpweb.com Pero el agustino ha puesto manos a la obra. "Aquí en España hay gente con sensibilidad pro-vida que se ha sentido tocada para colaborar. Vamos a hacer una pequeña clínica de maternidad, higiene y medicina general en nuestra misión de Kamabai, a 4 horas de la capital. Tendrá 4 habitaciones, 2 consultorios y el sueldo para un ginecólogo del país. Y voluntariado español, que no falta." Todo el proyecto está explicado en la web en español www.gcpweb.com y pueden ingresarse colaboraciones en la cuenta de La Caixa 2100 - 2928 - 34 - 200091312. Garayoa y sus parroquianos han construido una casa con paneles solares que puede acoger hasta cuatro voluntarios que lleguen para ayudar durante una temporada. Suelen ser sanitarios o ingenieros que pasan unos meses dirigiendo proyectos o atendiendo enfermos. "En marzo vendrán tres enfermeras, en junio otras dos; he tenido tres dentistas solidarios, arrancando muelas durante un mes sin parar". La casa incluso tiene Internet. "Tenemos una antena que nos enviaron del Vaticano, de una empresa especializada en situaciones de misión. Lo ha pagado la orden agustina", explica. Garayoa va a todas partes con un portatil muy moderno, donde clasifica cientos de preciosas fotos de África y sus "papeles parroquiales". Cualquiera puede escribirle a su e-mail joseluisgarayoa@hotmail.com que revisa con frecuencia. Dilatar el respeto a la vida En África también se da el aborto, mediante medicina tradicional, que mutila o daña a las muchachas. Pero está muy mal visto. "Allí la vida es sagrada, la vida del bebé que viene y la del anciano que va a irse. La vida es corta pero ellos dilatan el respeto a esa vida". Los cristianos son muy pocos en el país. Hay sobre todo animistas, y algunos musulmanes, que se llevan bien con los cristianos. "Un viejito musulmán me dijo el otro día que en su mezquita rezan cada viernes para que Dios te de larga vida a ti y al Padre Manuel, explica Garayoa. Educar contra el sida Hay mucho sida, y las ONGs y el gobierno hasta el momento sólo lo han combatido con condones, con poco éxito. "Cuesta menos dar un condón que educar", dice Garayoa. "Nosotros, por primera vez, queremos dar formación, explicar qué es el amor cristiano, la fidelidad, la relación de pareja, formar a las mujeres... damos más becas de educación a las chicas, porque de lo contrario nunca estudiarían. Con 14 años ya les dicen que se casen para que las mantenga su marido". Como tantos misioneros, Garayoa adora las misas africanas. "La gente baila en la Eucaristía, la Palabra se proclama mientras se baila. La misa dura dos horas. Después de 10 años de guerra, el momento de darse la paz es intenso, largo y con muchos abrazos. El momento de las ofrendas es también muy largo, el cura se sienta y espera. Quien no puede dar nada se pone la mano en el corazón y ofrece su persona a Dios. África es baile y danza y música... Una misa allí te llena. Y hay cariño de acogida al que viene de fuera. Hasta los voluntarios poco creyentes me dicen ¡que misa tan bonita! ". El misionero está debilitado por las enfermedades y la edad también afecta. Pero en unas semanas, en cuanto recupere fuerzas volverá a Sierra Leona. La misión llama.
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