Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

El cardenal Cañizares denuncia la deriva laicista del gobierno

"No estoy en contra del Gobierno, pero mi deber es enseñar lo que dice la Iglesia"

Su nombramiento para ocupar un cargo en la Curia vaticana se venía rumoreando desde hace meses. Pero no fue hasta el martes cuando Benedicto XVI encargó a este valenciano de 63 años que se ocupara de los sacramentos. Posee la poco común capacidad de aunar, cuando habla, la firmeza con la caridad, encarnando el epigrama latino de «suave en el fondo y firme en la forma». Porque el Primado de España no esquiva ninguna cuestión de actualidad: desde la deriva laicista del Gobierno, que ha denunciado con rotundidad y contumacia, hasta las carencias que observa en las celebraciones eucarísticas. Eso sí, siempre con un tacto y una delicadeza exquisitas.

(Álex Navajas/La Razón) El jueves, apenas dos días de hacerse público su nombramiento, comenzó a desempeñar su cargo de prefecto de la congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Seguirá al frente de «su querida archidiócesis de Toledo» –que ha regido en los últimos seis años– durante al menos unas semanas, hasta que se nombre a su sucesor. Su voz suena acompasada y serena al otro lado del teléfono. No es lo que uno se esperaría del hombre al que el Papa acaba de pedir que vele por cómo celebran los sacramentos más de mil millones de personas. Y eso pese a que se trata de «una de las principales preocupaciones de Benedicto XVI: todo lo que se refiere a la liturgia, a la eucaristía y al culto divino, porque Dios es el centro de la vida», afirma. -Pero, en la práctica, ¿cómo va a lograr usted que se celebren correctamente las miles de misas que hay en todo el mundo al cabo del día? -Cuento con todos los católicos. Son ellos los que tienen que implicarse en esa renovación a la que nos invitaba el Concilio Vaticano II. Y digo que todos los católicos porque somos nosotros los que tenemos que poner a la eucaristía en el centro de nuestra vida. Para eso es necesario formación, porque tenemos un problema grande de formación litúrgica, y la solución no es sólo el cambio de ritos, cambiar de unas formas a otras. No, el cambio debe ser mucho más profundo: pasa por reconocer que Dios es el centro de todo. -Una pregunta que se le suele formular a los Papas: ¿cómo le reza usted a Dios? -Esta mañana estaba rezando a las 6:15 horas: oficios y laudes y un rato largo de oración personal. Hace un rato la misa, y ahora volveré a rezar un buen rato. ¿Y cómo rezo? Alabando a Dios por lo grande que es, por las maravillas que hace y contemplando el rostro de Jesucristo, en donde veo el rostro de tantos hermanos nuestros que nos están diciendo: «Ayúdanos». -¿Y reza más ahora que tiene el cargo en la Curia? -Rezo como antes, porque para mí la oración es el punto básico del creyente. Si no se reza, no se vive. El mundo actual ha perdido mucha capacidad humanizadora por falta de rezo. -Sin embargo, Benedicto XVI ha reiterado en algunas ocasiones la conveniencia de comulgar de rodillas y en la boca. ¿Es algo importante o mera cuestión de formas? -No, no sólo es cuestión de formas. ¿Qué significa comulgar en la boca? ¿Qué significa hacer una genuflexión ante el Santísimo? ¿Qué significa ponerse de rodillas durante la consagración en la misa? Significa adoración, significa reconocimiento de la presencia real de Jesucristo en la eucaristía; significa respeto y actitud de fe de un hombre que se postra ante Dios porque sabe que todo viene de Él y nos sentimos anonadados, asombrados, ante la maravilla de Dios, su bondad y su misericordia. Por eso no da la mismo poner la mano y comulgar de cualquier manera que hacerlo con respeto; no da lo mismo comulgar de rodillas que de pie, porque todos esos signos indican una actitud profunda. A lo que tenemos que llegar es a esa actitud profunda del hombre que se postra ante Dios, y eso es lo que quiere el Papa. -Es una actitud que no se observa, tal vez, en algunas parroquias que celebran saltándose las normas litúrgicas, como comulgar con rosquillas e «innovaciones» parecidas. ¿Cuál es su diagnóstico de cómo se celebran las misas en España? -He expresado en numerosas ocasiones que necesitamos mejorar las misas de los domingos. Si las mejoramos, habrá una renovación muy profunda en la Iglesia. Aunque en España no haya habitualmente grandes errores –que son, por otra parte, inadmisibles en cualquier caso–, creo que podemos tener celebraciones mucho más vivas, que haya una música mucho más cuidada, vivirlas con verdadera fe y no sólo participando por puro cumplimiento. En esto podemos dar muchísimos pasos en España y fuera de España. - Sin embargo, hay algunos grupos –pienso, por ejemplo, en el Camino Neocatecumenal– que han tratado de fomentar esas «celebraciones más vivas» a las que usted acaba de apelar y han recibido alguna observación por parte del Vaticano… -La semana pasada estuve varios días en Perú y tuve la suerte de convivir con los seminaristas del Redemptoris Mater, del Camino. No hay ninguna anomalía litúrgica; es todo conforme con lo que establece el «ordo misae». Lo que sí he visto han sido eucaristías en las que se celebraba sin ninguna prisa, con una fe muy grande y en donde se perciben el gozo y la acción de gracias por el don que allí está aconteciendo. -En los corrillos católicos se cuestiona si no se celebrarán demasiados matrimonios que no son válidos; si no habría que tener más cuidado a la hora de administrar los sacramentos. ¿No existe el peligro de que las parroquias se conviertan en meras «dispensadoras» de sacramentos? -Tenemos que darle toda la seriedad a la participación en los sacramentos. No se puede actuar de una manera trivializada y superficial, sin ningún sentido ni discernimiento. El propio san Pablo lo refiere en una de sus cartas. Pero tampoco se le pueden negar los sacramentos a quien los pida al menos con una fe sencilla, con una fe mínima. Hay que poner unas exigencias más claras para recibir algunos sacramentos. Para el matrimonio se debe tener una preparación mayor. Muchas veces se celebran matrimonios que después se declaran nulos porque no se ha dado un consentimiento suficiente o porque ha habido inmadurez, lo que invalida el sacramento al no haber existido los requisitos fundamentales. -En España van a misa ocho millones de personas todos los domingos, pero la proporción de jóvenes ha descendido. En Cataluña, por ejemplo, apenas acude el 5 por ciento de ellos. ¿Cuál es la solución? -Evangelización y educación en la fe. Ésa es la solución. No lo estamos haciendo bien con los jóvenes. Tampoco podemos quitar la libertad ni la culpabilidad que ellos tienen. Es necesario que los jóvenes conozcan a Jesucristo, le acepten como Señor de sus vidas y como Aquel que da sentido a sus vidas. Entonces también tendrá sentido la celebración. Uno no puede aceptar a Jesucristo y vivir al margen de Él. ¿Y cómo se vive en comunión con Él? Participando en la liturgia dominical. Hay que hacerles ver la necesidad de la eucaristía, para que no lo vean como un precepto que hay que cumplir; es el sacramento en el que se nos da Cristo. Si Él está en nosotros, podremos amar con el mismo amor con el que Cristo nos ha amado. Yo se lo digo muchas veces a los jóvenes: ¿cómo queréis vivir como cristianos si después no queréis participar en la eucaristía? ¿Puede uno vivir sin alimentarse? Pero hay otra realidad: no se ha explicado bien a los jóvenes el misterio de la Iglesia, que es donde participamos de la vida misma de Dios. -Usted se ha distinguido siempre por una defensa firme de los valores cristianos frente a las leyes laicistas que han impuesto la EpC, el matrimonio homosexual, etc. ¿Diría usted, como defienden algunos, que existe una influencia masónica en el Gobierno de Rodríguez Zapatero? -Yo no estoy en contra de ningún Gobierno: ni de éste, ni del anterior, ni del siguiente. Pero yo tengo la obligación, y es mi deber de caridad como servicio a los hombres y a la sociedad, enseñar lo que dice la Iglesia. Y lo que dice la Iglesia es un sí al hombre, sí a la educación, sí a la vida, sí a la libertad, sí al matrimonio, sí a la familia. Yo no me pronuncio en contra de nada, y menos de ningún Gobierno. Yo soy de los que acatará siempre con todo respeto y fidelidad al Gobierno. Pero eso no me quita que, por caridad política, como dice el Papa en «Deus charitas est», yo tenga que decir que los derechos humanos no se respetan cuando no se respetan. Y tendré que reclamar con los padres cuando el derecho a la educación no se cumple enteramente. O tendré que pedir que el derecho a la vida se respete desde que el niño es concebido hasta que la persona muere por muerte natural. De mí se ha dicho que soy el obispo que está más en contra del Gobierno de Zapatero. Eso es completamente falso. Pero, insisto: yo proclamo y defiendo lo que la Iglesia dice. No le impongo a nadie, sino que propongo, y reclamo que, cuando haya en juego cuestiones fundamentales, los ciudadanos espabilen. -De acuerdo, pero, ¿existe entonces el tinte masón? -Se ha escrito muchísimo sobre ese tema y, efectivamente, hay toda una serie de signos que son innegables y que están en la cultura mundial, no sólo en este Gobierno. Existen valores de raíz cristiana que han sido desprovistos de su significado original y se exponen como eslóganes de un futuro de solidaridad, de tolerancia, de igualdad, de fraternidad, pero sin su sustrato cristiano. Así, tratan de ordenar la vida con esas palabras grandilocuentes pero al margen de Dios. ¿Eso es masónico? Pues ciertamente es masónico, lo cual no quiere decir que se pertenezca a una logia... -Hablaba usted de que «los ciudadanos espabilen». El hecho de que las aportaciones a la Iglesia en la Declaración de la Renta hayan aumentado, ¿es un signo, precisamente, de ese «despertar» de los católicos? -Es innegable que la campaña lanzada por la Conferencia Episcopal ha sido espléndida. Pero hay otro factor, y es que la gente se da cuenta de que la Iglesia es la que está ahora mismo diciendo palabras más auténticas, que está diciendo la verdad y portando una esperanza. Eso hace creíble a la Iglesia. Y eso se nota incluso en gente que no es creyente pero que colabora con la Iglesia, porque le convencen sus obras. Por eso creo que es un error cuando algunos tratan de cercenar a la Iglesia. Que se escuche a la Iglesia: me gustaría oír hablar a muchos de nuestros políticos de los derechos humanos como lo hace el Papa. -Esa credibilidad, en estos tiempos de crisis, parece que se ha visto fortalecida por la labor que llevan a cabo asociaciones como Cáritas… -Es que la Iglesia no publicita esto. La Iglesia vive esa máxima evangélica de que lo que hace tu mano derecha no lo sepa tu izquierda. Yo lo veo en mi diócesis de Toledo: se está dando de comer; sencillamente de comer, o ayudando a vestir, a miles de personas. Es algo realmente extraordinario. Y eso, ¿de dónde viene? De los donativos de la gente, de las parroquias. Ante la crisis económica, caridad, austeridad y cambio de costumbres. En la Iglesia no hacemos grandes leyes; sólo damos de comer a la gente. -Me han dicho que es usted del Villarreal… -Me caen muy bien… No soy de ninguno de los grandes. Me gusta mucho ver jugar bien al fútbol. Cuando un grande juega bien al fútbol, me gusta. Y cuando un grande juega mal al fútbol, me aburre tremendamente. El Villarreal siempre juega bien. -Su último libro y película… -Libros, «Jesús de Nazaret», de Benedicto XVI, y «El padre Elías», de Michael O´Brien. De películas, «La vida es bella». -Y, don Antonio, ¿la vida es bella? -La vida es muy bella porque es un don de Dios. Es muy grande ser hombre.
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