Benigno Blanco, presidente del Foro Español de la Familia
"Pretender acallar y prohibir las voces de los cristianos por el hecho de ser cristianos es totalitarismo"
Benigno Blanco, presidente del Foro Español de la Familia, asegura en una entrevista concedida a Religión en Libertad que "es una perversión de la democracia negar la legitimidad de las voces de las personas de convicciones firmes (por motivos religiosos o no), como si para ser buen demócrata hubiera necesariamente que ser relativista moral: ésta es la nueva intransigencia totalitaria de los presuntamente transigentes". Blanco afirma que el consenso en las modernas sociedades pluralistas es un buen método para tomar decisiones políticas pero no para definir lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso" y añade que "el aborto `legal´ es la abdicación moral de toda una sociedad".
(ReL) El sacerdote Jorge Enrique Mújica, colaborador habitual de Religión en Libertad, entrevista a Benigno Blanco, presidente del Foro Español de la Familia. --Jorge Enrique Mújica: Cada vez es más común encontrarse con personas que creen que la defensa de la vida, de la familia, de la moral, es una mera cuestión religiosa. En este sentido, muchas veces se ve a esta lucha como un afán de imponer los principios del grupo que defiende, con argumentos religiosos. ¿Qué se les puede decir a estas personas? ¿Se puede desvincular el papel de la fe de este tipo de iniciativas y de qué manera? --Benigno Blanco: Conceptualmente, la defensa de la dignidad humana y sus manifestaciones (vida, libertad, matrimonio, etc.) no es en sí misma algo exclusivo de las personas religiosas. La historia así nos lo demuestra; y ello es lógico porque la razón humana puede conocer los principios básicos de la moral natural por sí misma y, además, hoy influyen todavía en muchas conciencias no religiosas la tradición intelectual y la práxis humanista de siglos de historia pasados inspirados por la sana cultura occidental fundada en la confianza griega en la razón, el sentido romano del derecho y el humanismo cristiano. Cualquier persona sensata puede coincidir con los hombres de fe en la lucha por la libertad y los derechos humanos. A estas personas hay que decirles que nosotros apostamos por esas causas por convencimiento racional como ellos; y que, además, tenemos un motivo más para esa apuesta: nuestra fe. Pero que tengamos un motivo más no quiere decir que no podamos coincidir con quienes carecen de ese motivo adicional, ni impide que ellos coincidan con nosotros. Lo que no es lícito es considerar que lo que defendemos los cristianos no puede defenderse en una sociedad libre y plural pues eso supondría imponer una moral religiosa a los demás. Cuando un cristiano se opone al aborto, al asesinato, a la violación o al robo, no está queriendo imponer su moral, sino queriendo defender la dignidad humana. Por tanto, en las iniciativas a que se refiere su pregunta podemos coincidir sin problemas los hombres de fe y quienes no la tienen, como podemos coincidir en nuestra oposición a la violación o a la tortura. Sin embargo, es cierto que en nuestra época cada vez es menos frecuente encontrarnos con personas sin fe que defiendan íntegramente la dignidad humana con todas sus implicaciones, por culpa del relativismo moral y el irracionalismo que priman en esta triste posmodernidad tan ayuna de convicciones firmes. Lo que resulta inadmisible -por totalitario- es pretender acallar y prohibir las voces de los cristianos por el hecho de ser cristianos. Las opiniones de los cristianos fundadas en su fe sobre las cuestiones civiles son, al menos, tan legítimas como las opiniones de los que fundan sus opiniones en su ideología. Es una perversión de la democracia negar la legitimidad de las voces de las personas de convicciones firmes (por motivos religiosos o no), como si para ser buen demócrata hubiera necesariamente que ser relativista moral: ésta es la nueva intransigencia totalitaria de los presuntamente transigentes; ésta es la agresiva intolerancia de los que pretenden hablar en nombre de la tolerancia; ésta es la trampa en que el moderno laicismo "sonriente" quiere atrapar a los cristianos para excluirlos de la vida pública. --La cultura de la muerte ha ido ganando terreno y una muestra palpable es el cúmulo de iniciativas pro aborto que se multiplican por todas partes del mundo. Aun así, todavía brillan algunas luces de esperanza: la oposición popular reciente en California para reconocer sólo como matrimonio a la unión entre un hombre y una mujer, el veto del presidente de Uruguay a la ley que despenalizaba el aborto en ese país, el blindar a la familia y al concebido en buena parte de países centroamericanos. ¿Vislumbra el futuro como una continua dicotomía entre quienes están a favor y quienes están en contra de un mismo tema? ---Esa dicotomía está presente en toda la historia de la humanidad pues es el resultado inevitable de la libertad. Sólo si todos los hombres fuésemos santos -cosa no muy probable nunca- no habría dicotomía sobre lo esencial. No hay que escandalizarse de que sea así; lo que hay que hacer es trabajar para proponer la verdad una vez y otra para ir ganando más apoyos de más gente que libremente se adhiera a lo más noble y bueno... pero sin olvidar que no somos ángeles. --El rechazo popular al "matrimonio" homosexual en California fue ciertamente algo bueno y trascendente. De hecho, Florida y Arizona corrieron, en ese tema, la misma suerte que California. Sin embargo, fue también el voto popular el que se opuso a restringir el aborto en Dakota del Sur; el que rechazó que las menores de edad deban tener permiso de sus padres para abortar, en California; el que dio su sí al suicidio con cooperación médica en Washington; el que dijo que la definición legal de persona, en Colorado, no comienza desde la concepción; el que asintió a la experimentación con células madre embrionarias, en Michigan y Massachussetts, etc. ¿Todo depende de los consensos? ¿Cómo distinguir en las iniciativas políticas los interese creados? ¿Hay principios no negociables? --Creo que conviene distinguir varios planos. Obviamente, ni la verdad ni el bien se definen por consenso pues forman parte de la realidad de las cosas que el hombre puede y debe conocer pero no puede crear. Cuestión distinta es que las reglas de ordenación de la sociedad deben ser decididas por los hombres y éstos -sean los dictadores o las mayorías parlamentarias- pueden equivocarse y ser injustos. Lo ordenado por una ley es justo o injusto por su contenido, no por el procedimiento de aprobación que se haya seguido. Dicho esto, debemos tener en cuenta que la libertad es un valor humano y moral fundamental. Por ello, opino que los modernos sistemas democráticos para decidir quién gobierna, son un tesoro moral inapreciable y de más calidad moral que cualquier dictadura. Ahora bien, lo anterior no implica que todo lo que se decida por los procedimientos democráticos sea justo y bueno., pues eso dependerá de la intrínseca racionalidad de lo decidido, no del procedimiento seguido para adoptar la decisión. En una monarquía, el hijo del Rey fallecido es el gobernante legítimo, pero sus decisiones serán justas o injustas según su contenido y adecuación a la razón y a la moral. En una democracia pasa lo mismo: lo que decida el parlamento será justo o injusto según su racionalidad y moralidad intrínsecas. El consenso en las modernas sociedades pluralistas es un buen método para tomar decisiones políticas pero no para definir lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso. Si un parlamento decide, por ejemplo, que el no nacido, el de otra raza o color, o los rubios, no son humanos, se equivoca igual que sí eso lo decidiese un dictador. La dignidad humana y sus proyecciones esenciales, es decir, los derechos humanos, la libertad y la justicia, nunca son negociables; pero de hecho puede ser atacada por las decisiones que se adopten por los gobernantes, sean éstos democráticos o no. Cuando tales ataques se producen, los hombres de bien siguen trabajando por la libertad y la justicia, proponiendo la verdad una vez y otra, sin cansancio ni desánimo, sabiendo que la verdad se propone, no se impone. Hay un consenso sobre lo posible que es a lo que se llega en cada situación o época; pero si ese consenso posible no es el óptimo moral, hay que seguir trabajando para lograr un consenso sobre lo mejor. El gran error de nuestros días es creer que el consenso logrado de hecho por los sistemas mayoritarios de decisión es fuente de la moral y la verdad. --Recientemente usted compareció ante la subcomisión que en España está analizando una posible ampliación de las posibilidades de aborto. En esa comparecencia recordó que "La despenalización del aborto es una solución machista que, a costa de la mujer, hace al hombre irresponsable de su conducta sexual y sus consecuencias. Ahora sólo la mujer paga el precio de lo imprevisto: si aborta, porque lo hace por que ella lo decide; y si no aborta, porque fue decisión suya "tenerlo". En la vida real, la posibilidad legal del aborto se ha convertido en una forma de "violencia de género", de chantaje a la mujer en las relaciones de pareja". ¿Ha fallado la educación sexual de los niños y adolescentes? ¿Por qué tipo de educación sexual se debe apostar hoy? --Efectivamente, el aborto "legal" es la abdicación moral de toda una sociedad que prefiere dejar sola a la mujer abocándola al aborto antes que hacer frente al drama humano que genera la cultura de la promiscuidad sexual a la que no se quiere renunciar. Con el aborto pretendemos tapar -en el silencio doloroso de una pseudo-clínica- una injusticia estructural construida sobre la irresponsabilidad sexual, siendo las víctimas el niño que no nace y la mujer que carga con la "decisión" de haber abortado. La cultura actual en materia de sexualidad parte de un error antropológico: la promiscuidad sexual sería inevitable desde la más tierna adolescencia; éste sería un campo en que el ser humano no es libre; estaríamos abocados a practicar sexo desde que es corporalmente posible y, por lo tanto, el gobernante debe implicarse en que eso no tenga consecuencias permanentes. Así piensa la modernidad; así piensa la ONU; así piensan tantos pedagogos, educadores, psicólogos y demás despistados que están generando un inmenso dolor y frustración personal que luego quieren tapar en sus consecuencias con la "fácil" solución del aborto. Lo que falla en la educación sexual actual es el dar por supuesto que la promiscuidad sexual es inevitable, es lo normal, es lo humano. Llevamos cuarenta años de campañas financiadas con millones de dólares y euros, insistiendo en el preservativo y los anticonceptivos y no paran de crecer los embarazos imprevistos y los abortos, a la par que no se contienen ni el SIDA ni las enfermedades de transmisión sexual. Estamos ante el mayor fracaso de una política de salud pública de la historia y, sin embargo, seguimos empeñados en ella sin querer reconocer su clamoroso fracaso. ¿Por qué esta irracionalidad? La respuesta me parece clara: mientras la "educación sexual" consista en animar a mantener relaciones sexuales, con cuantos más mejor y cuanto antes mejor, dando por supuesto que esto es inevitable o incluso bueno, la cadena de embarazos no previstos, abortos, SIDA y enfermedades de transmisión sexual será creciente e imparable... y el dolor humano y las vidas frustradas -como consecuencia- también. Hay que partir de bases antropológicas nuevas: el sexo es una dimensión fundamental de la personalidad humana y por ello debe inspirarse su uso en lo más humano: la libertad responsable. Nuestra sexualidad no es un producto de libre mercado para dar, comprar y vender al instinto del momento, como no lo son nuestra capacidad de comer, pensar o beber. En el sexo comprometemos nuestra personalidad y, por tanto, no puede ser algo de "quita y pon". La entrega de nuestra capacidad sexual es la entrega de nuestra personalidad y por tanto debe hacerse en un contexto proporcionado a la dignidad de la persona humana, en un contexto en que se pone en juego todo lo humano: amor, libertad, responsabilidad, capacidad de dar la vida, compromiso. Con el sexo no se puede jugar como no se puede jugar con nada humano. Estamos hablando de algo demasiado serio. --¿Cuál es la relación del Foro Español de la Familia con los demás institutos europeos de la familia? ¿Cómo apoya el Foro Español de la Familia las iniciativas que en latinoamérica van encauzadas a proteger y velar por la familia y por la vida? --El Foro Español de la Familia nació espontáneamente por iniciativa de padres y madres de familia españoles que sintieron la necesidad de responsabilizarse de la sociedad en que vivían. Se trata de familias conscientes de que hoy no basta con hacer familia en el ámbito del hogar, sino que es necesario ayudar a que se cree el ambiente social en que hacer familia no tenga que ser algo heroico sino que sea algo apoyado y aplaudido por la sociedad y los poderes públicos por que es de justicia que se apoye a quienes aportan mucho a la sociedad: el ámbito ecológicamente idóneo para las nueva vidas y esa solidaridad primaria y eficaz que hace de la familia el ámbito de acogida por excelencia. Por ello, inicialmente no teníamos ninguna relación con instituciones de otros países. Pero ahora intentamos reforzar la creación de un "foro mundial de la familia", pues nuestras necesidades son comunes y los retos que debemos afrontar también. Tenemos un especial interés en relacionarnos y compartir experiencias con las asociaciones familiares de Latinoamérica porque los debates sobre la familia en esos países son idénticos a los que vivimos en España y por tanto podemos apoyarnos e ilustrarnos mutuamente. . --Quien lo desee, ¿cómo puede conocer vuestro trabajo, cómo sumarse y ayudar, etc.? --El Foro de la Familia articula una extensa red de voluntarios que colaboran con el Foro de diversas formas: 1) En cada Comunidad Autónoma se ha constituido una representación del Foro Español de la Familia para trabajar físicamente. Y después para todos los que deseen colaborar en la distancia: 2) A través de Internet: la red de voluntarios del foro está repartida por toda España y desde la central (en Madrid) se habla con ellos y se les distribuye el trabajo, que puede abarcar desde llamadas telefónicas para convocar reuniones, medios, etc., hasta la dirección de un grupo que se de dedique a escribir cartas de opinión a medios. 3) Foros de trabajo del Foro Español de la Familia, Facebook y la web www.forofamilia.org Benigno Blanco Rodríguez es asturiano, está casado y tiene tres hijos. Es licenciado en derecho por la universidad de Oviedo. Fue asesor del grupo parlamentario popular en el congreso de los diputados (1987-1990), director de servicios jurídicos de Iberdrola (1990-1996) y ha colaborado en el ministerio de Medio Ambiente y Fomento (1996-2000). Además, ha dictado semanarios sobre derechos humanos en la universidad complutense de Madrid y en otras muchas universidades españolas. Es fundador de la Asociación Asturiana en Defensa de la Vida, Asesor Jurídico de la Federación Española de Asociaciones en Defensa de la Vida y Miembro de la Pontificia Academia Pro Vita. Actualmente es Presidente del Foro Español de la Familia.
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