En la presentación del Congreso Católicos y Vida Pública
Cañizares: "Estamos en una sociedad agnóstica que no se ha hecho libre sino desesperada"
El cardenal y arzobispo de Toledo, monseñor Antonio Cañizares, afirmó ayer que la solución a la crisis que padece el mundo no tiene sólo soluciones técnicas, sino que pasa necesariamente por un cambio profundo de actitudes. Cañizares hizo esta consideración en la ponencia que desarrolló en la Universidad San Pablo-CEU, durante el acto institucional de presentación de la X edición del Congreso Católicos y Vida Pública que se desarrollará en este centro a partir del próximo 21 de noviembre bajo el enunciado "Cristo, la esperanza fiable".
(Efe/ReL) El cardenal primado se refirió en su intervención a la quiebra de valores y "al gran desconcierto moral" que vive la sociedad, que delata, dijo, "que estamos en una sociedad en la que el hombre está seguro de su poder" y en la que no necesita de Dios, "ni espera en el Amor" generándose "un lugar propicio para la desesperación". Es una "sociedad agnóstica que no se ha hecho libre sino desesperada porque se encuentra huida de Dios", es base a un proyecto que no es nuevo, "pero que se está radicalizando, en base a una ruptura antropológica total, y que se cimenta en tres pilares: el relativismo moral, el laicismo y la ideología de género". Y en contra de este proyecto, afirmó, "los principales obstáculos son la Iglesia católica y la familia". Monseñor Cañizares desgranó entonces lo que a su juicio son los principales males a los que está conduciendo esta situación: la cultura de la muerte, la experimentación con embriones, las clonaciones de seres humanos, las voces en favor de la eutanasia, las guerras, el terrorismo y "el hambre que no remite". Son, afirmó, los sufrimientos y dolores que afligen a la humanidad en todas partes, "el largo "vía crucis" que estamos viviendo, en una sociedad en la que "se prima el tener sobre el ser", donde se fomenta la especulación, "se gasta más de lo debido" y que apunta cada vez más a "una crisis de valores y a una crisis de lo auténticamente humano, en la que se ha perdido el sentido de la eternidad y nos lleva a un mundo cerrado y sin esperanza". Aunque cada vez "se hace más difícil al hombre ver la jerarquía de valores", dijo el cardenal primado, "yo no soy pesimista aunque tampoco optimista, soy ante todo un hombre de fe ante este panorama" y que "cree que aunque el mundo se aleje de Dios, Él está más cercano en su misericordia y compasión". Por ello, dijo, hay que vivir con esperanza, lo que "no significa negar e ignorar las dificultades, porque cuanto mayores son estas, mayor es la esperanza en Dios", que aparece como "la verdadera y única meta en todo... porque Él no deja en la estacada al hombre, ni deja en la estacada a la Iglesia, a pesar de las tinieblas y la tempestad".
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