Martes, 24 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Una joven mujer rumana recibió los tres sacramentos de iniciación

Primer bautizo ortodoxo en Vigo

Los rumanos residentes en Galicia no lo tienen fácil para cumplir con sus preceptos religiosos. Y no tanto porque carezcan de templo, que también, sino porque en toda la comunidad no hay ni un solo sacerdote ortodoxo. Solo el empeño de la Asociación de Inmigrantes Rumanos que preside Mircea Drosu, que lleva meses trabajando para cambiar esa situación, posibilitó ayer la celebración del primer bautizo ortodoxo de la provincia, y el tercero de Galicia.

(Soledad Antón/La Voz) Para ello ha sido necesario cuadrar las agendas de Florin Nocolae Goia, el sacerdote, que viajó expresamente desde Asturias donde desarrolla habitualmente su trabajo pastoral y reside con su mujer y sus dos hijos; de la familia de la joven bautizada, Victoria Vasile, que reside en Pontevedra, y de la parroquia viguesa de San Pablo, que fue la que abrió sus puertas para que pudiera celebrarse la ceremonia. Un trabajo logístico nada desdeñable, que volverá a repetirse dentro de unos días, ya que hay al menos otros seis niños en la provincia que esperan ser bautizados. El colectivo de rumanos confía en que el encuentro que ayer, poco antes de la ceremonia, mantuvo Florin Goia con el obispo, José Diéguez, se traduzca en la inmediata asignación de un templo en el que poder oficiar sus ritos cristianos ortodoxos. Es el primer paso para que su obispo, Timotei Lauran, residente en Madrid y con jurisdicción para España y Portugal, les asigne un preot (sacerdote). En la actualidad, un total de 45 preots desarrollan su ministerio en España. Hay algunas similitudes entre un bautizo católico y uno ortodoxo, pero también hay muchas diferencias. Una no menor es la inusual duración de la ceremonia, algo más de una hora. "Nuestros ritos son todos largos, el oficio religioso semanal dura hora y media", explica el sacerdote. Tal vez ese sea el motivo de que solo se pueda realizar uno al día como máximo. Desde el momento en que Victoria Vasile, flanqueada por Nadia y Florin, los padrinos, se descalzó, el sacerdote inició una lista interminable de lecturas. La mayoría en rumano, pero también alguna en español, especialmente cuando pidió por "el bienestar de las santas iglesias de Dios" y "por su majestad Juan Carlos y la Reina Sofía". Entre cántico y cántico, el sacerdote empezó por ungir a la joven con aceite en la frente, el pecho, la nuca, las orejas, la parte interna de las muñecas y los pies. En cada una de las partes del cuerpo le hizo tres cruces. Llegó a continuación el momento de dar tres vueltas al altar de la mano de los padrinos y, por fin, de verter el agua sobre la cabeza, de la que el preot fue cortando varios mechones de cabello antes de cubrir a Victoria con una toalla blanca a modo de velo. Como los cristianos ortodoxos realizan tres ritos en uno, cuando el bautismo se consuma, se pasa a los siguientes, la comunión y la confirmación. Para ello la recién bautizada, tenga la edad que tenga, se cambia de ropa. Se escenifica así, según explicó el sacerdote, que ya forma parte de la Iglesia Ortodoxa rumana. La comunión se recibe con cucharilla ya que, antes de bendecirse, se empapan en vino unas migas de pan. "No me falta nada más en mi vida", afirmó Ángel Vasile, el padre de Victoria cuando remató la ceremonia ante la atenta mirada de su mujer, Georgiza. "Es todo muy complicado", añadió luego en respuesta a los que querían saber por qué habían esperado doce años para bautizar a su hija. La complicación fue primero económica y luego fruto de la obligada separación familiar. Ángel vive desde hace cuatro años en Pontevedra, antes residió en otros lugares, pero hasta hace un año no pudo reunir a toda la familia. Cuando remató la ceremonia, y mientras los padrinos repartían bombones y galletas entre los invitados, Florin Nicolae Goia se acercó a Guillermo Juan Morado, sacerdote católico de la parroquia de San Pablo, para agradecerle su colaboración. Lo hizo con un regalo que calificó de muy especial, un frasquito de mir, una mezcla de aceite de oliva y 50 plantas aromáticas que todos los obispos de la Iglesia Ortodoxa bendicen una vez al año, en el Jueves Grande, y que los fieles reciben una vez en la vida. Amén.
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