La convocatoria del Concilio Vaticano II marcó su pontificado
Se cumplen 50 años de la elección como Papa del beato Juan XXIII
(RV) El papa Juan XXIII quiso que este Concilio supusiera realmente una oportunidad de debate. El 11 de octubre de 1962 fue inaugurado el Concilio Vaticano II, un Concilio que como recordó en 2005 Benedicto XVI quería decirnos que “María está tan unida al gran misterio de la Iglesia, que ella y la Iglesia son inseparables, como lo son ella y Cristo. María refleja a la Iglesia, la anticipa en su persona y, en medio de todas las turbulencias que afligen a la Iglesia sufriente y doliente, ella sigue siendo siempre la estrella de la salvación. Ella es su verdadero centro, del que nos fiamos, aunque muy a menudo su periferia pesa sobre nuestra alma”. Una de las características que acompañaron el pontificado de Juan XXIII, fue la llamada a la paz. De hecho, en la primavera de 1963 se le concedió el Premio Balzan por la paz, precisamente por su compromiso a favor de la paz con la publicación de las encíclicas Mater et Magistra (1961) y Pacem in terris (1963), además de por su intervención decisiva en la crisis de Cuba en el otoño de 1962. El amor que los fieles profesaban por este pontífice quedó patente cuando personas de todo el mundo manifestaron su pésame por su fallecimiento el 3 de junio de 1963. El papa Juan XXIII fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de septiembre del 2000. Su fiesta litúrgica quedó fijada el 11 de octubre, día de la apertura del Concilio Vaticano II. La causa de beatificación fue introducida por Pablo VI en 1965, después de la clausura del Concilio Vaticano II. Juan XXIII nació en Sotto il Monte, en provincia de Bergamo, el 25 de noviembre de 1881, y fue el primer hijo varón de Marianna Mazzola y Giovanni Battista Roncali. La noche misma de su nacimiento fue bautizado con el nombre de Angelo Giuseppe. El 7 de noviembre de 1892 ingresó en el seminario de Bergamo, dada su vocación que demostró desde su tierna infancia. Prosiguió sus estudios de Teología en Roma en 1901. Pocos años después, en 1904 fue ordenado sacerdote y desde el año siguiente en Bergamo, comparte responsabilidades con el obispo Radini Tedeschi, donde aprende a cultivar aún más el amor a Dios. Luego vendría la etapa más dolorosa de la vida de Ángelo, al estar realizando estudios de Capellán durante la I Guerra Mundial, cosa que lo afectaría en gran parte ya que convivió con los desdichados de aquella terrible guerra. De hecho, en julio de 1918 se dedicó a prestar ayuda a los soldados con tuberculosis, sabiendo que con ello arriesgaba su vida. Después es nombrado visitador apostólico en Bulgaria y consagrado obispo en el año 1925; donde desarrolla una trayectoria impecable que le hace ascender a cardenal en el año 1958. El 27 de noviembre de 1934 fue nombrado delegado apostólico en Turquía y Grecia, países que hasta entonces no mantenían relaciones diplomáticas con el Vaticano. Ante el estallido de la II Guerra Mundial, Roncalli se puso al servicio de los judíos, salvando a miles de ellos del exterminio, y ayudando al pueblo griego que sufría por aquel entonces una gran hambruna. Una vez pasado el conflicto bélico, fue trasladado a la sede de Venecia. A la edad de 77 años fue elegido Papa, demostrando ser un Pontífice con visión de cambios, caracterizado por la búsqueda continua de la paz.