El obispo oscense condena el aborto y critica la EpC
Monseñor Sanz Montes: "¿Para cuándo unas leyes que defiendan a los niños no nacidos?"
El obispo de Huesca y de Jaca, monseñor Jesús Sanz Montes, dirigirá la semana que viene una carta a los fieles de las dos diócesis oscenses en la que critica duramente las intenciones legislativas del gobierno español, que profundizarán en la cultura de la muerte propia de "los genocidas de tan reciente recuerdo y estrago en la Europa del siglo pasado". Sanz Montes aborda también la cuestión de Educación para la ciudadanía al asegurar que "quienes respetuosamente nos repiten que no pueden conducir por nosotros, pierden ese pudor para educar a nuestros hijos por nosotros".
(ReL) Reproducimos la carta "SOS: especie en extinción" de monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, obispo de Huesca y de Jaca: S.O.S.: especie en extinción Queridos hermanos y amigos: Paz y Bien. Este título, podría parecer de algún grupo ecologista que propone una campaña a favor de la abutarda ibérica, del pimpollo silvestre o de la ballena Wally pero no se refiere a la fauna o la flora más desprotegida de nuestro país amenazada por los depredadores de una criaturilla de Dios. Parece increíble pero el título se refiere a la especie humana, que por estos lares empieza a ser una especie no sólo desprotegida, sino en flagrante extinción. Nos hemos desayunado al volver a lo cotidiano tras el descanso estival, con una serie de medidas gubernamentales que dejarán más boquiabiertos a nuestros vecinos europeos. Participando recientemente fuera de España en algunas mesas redondas y conferencias con intelectuales, parlamentarios europeos y ministros de algunos países de Europa, la pregunta que me hacían era la misma: no damos crédito a lo que sucede en España, y ustedes están pasando del hazmerreír a la verdadera compasión. No son las debatibles medidas que todo gobierno responsable puede y debe proponer en aras del bien de los ciudadanos a cuyo servicio están, sino otras que sobrepasan el ámbito puramente administrativo para introducirse en las cuestiones de índole moral. Así, quienes respetuosamente nos repiten que no pueden conducir por nosotros, pierden ese pudor para educar a nuestros hijos por nosotros, para facilitar todo lo que hace vulnerable la familia e imposible la vida en el caso de los niños no nacidos o de los ancianos y enfermos en situación terminal. Es la cultura de la muerte, en la que siempre terminan no ya los agentes especiales con licencia para matar, sino los genocidas de tan reciente recuerdo y estrago en la Europa del siglo pasado. No necesitamos que nadie eduque por nosotros, que nadie mate indirectamente con el arma negra de una ley contra la vida. Lo que necesitamos es que respeten la libertad que nos hace buscadores de la verdad que nos hace libres. Lo que necesitamos es que se apoye la vida en todas sus fases, especialmente las más indefensas: la gestación en el vientre materno, la situación de enfermedad o ancianidad terminales, y la vida intermedia en la que gozando de buena salud se puede sufrir por falta de recursos para llevarla con dignidad. ¿Quién ha sacado el carnet de 007 a estos señores y qué pretenden al remedar los peores totalitarismos del siglo anterior? En el decadente Imperio romano, cuando había crisis se entretenía al pueblo con pan y circo, pero ahora que escasea el pan se aumenta el circo. Estas medidas en curso quizás no pretenden sólo distraer circensemente la crisis que nos está dejando sin pan, sino que aprovechando la crisis ir colando leyes que minan moralmente la libertad y el derecho a la vida. Toda una serie de medidas para proteger a los profesionales de la salud y a las madres gestantes cuando van en ambos casos incomprensiblemente contra la vida. ¿Para cuándo unas leyes que defiendan la vida de los niños no nacidos, los enfermos y ancianos, la familia, que apoyen a las madres y que dignifiquen la preciosa e indispensable profesión médica? Como siempre, nuestra mejor batalla contra la cultura de la muerte es la apasionada defensa de la vida. La primera es tercamente suicida, y acaba por devorarse y destruirse a sí misma en su triste esterilidad. La segunda es fecunda, siempre joven, que tiene la bondad de las cosas buenas y la belleza de las cosas hermosas. La defensa de la vida es el ininterrumpido canto de Dios, que con música y letra debemos seguir entonando contracorriente nuestra generación. Recibid mi afecto y mi bendición. + Jesús Sanz Montes, ofm
Comentarios