Conocer la Iglesia en Kirguistán: así viven la fe entre altas montañas las 1.000 familias católicas
El jesuita Johannes Kahn nació en la Unión Soviética y se crio en Kazajistán, donde experimentó la precariedad de la Iglesia, las dificultades para vivir la fe y la escasez de iglesias y sacerdotes. Décadas después conoce perfectamente aquellas repúblicas exsoviéticas pues ha estado ejerciendo su ministerio en Tayikistán, en Siberia, en Kazajistán y por último durante diez años en Kirguistán
Este país muy desconocido para muchos alberga una minúscula minoría de católicos que viven repartidos en un territorio repleto de altas montañas de hasta 7.000 metros de altura y que siguen sufriendo los mismos problemas que hace décadas. Esta es la entrevista que le realiza ACN:
-¿Cómo conoció la fe en tiempos de la Unión Soviética?
-A mí me enseñaron la fe mi madre y mi abuela. En mi familia rezábamos mucho, antes de las comidas, antes de dormir, pero también entre medias. En el norte de Kazajistán, donde vivíamos, no había sacerdotes. Esto cambió cuando mi familia se trasladó en 1978 al centro de Kazajistán, donde se celebraban servicios religiosos con regularidad y donde profundicé en mi fe. Así maduró en mí el deseo de hacerme sacerdote. Tras el servicio militar obligatorio de dos años en el ejército soviético, pude entrar en el seminario.
-Fe y ejército: ¿Cómo encajan lo uno con lo otro?
-En el ejército ser creyente no siempre estaba exento de peligros, pero tuve suerte. Pude rezar mucho durante ese tiempo. Además, como ruso-alemán no se me permitía hacer el servicio militar con uso de armas, lo que me venía bien. Además de trabajar en la oficina, también fui conductor de camión, donde con frecuencia, deliberadamente, me asignaban la tarea de conducir durante las festividades cristianas.
-¿Y después del servicio militar?
-Después de prestar el servicio militar, ingresé en el único seminario católico de la antigua Unión Soviética, situado en Letonia; los seminaristas procedían de todas las repúblicas soviéticas. El 1 de marzo de 1991, decidí hacerme jesuita. Tras unos años en Letonia, la Orden me envió a estudiar a Innsbruck (Austria). Al terminar mis estudios volví a Oriente, primeramente a Tayikistán, luego a Siberia (Novosibirsk), más tarde a Kazajistán y, por último y durante más tiempo, a Kirguistán.
-¿Por qué Kirguistán?
-Mi hermano mayor, Alexander Kahn, también teólogo y jesuita, era superior en Kirguistán y buscaba sacerdotes porque había muy pocos. Así fue como llegué a ese hermoso país con montañas de hasta 7.000 metros de altura y mucho sol. Los católicos viven dispersos por todo el país como una pequeña minoría, unas 1.000 familias forman un grupo heterogéneo, en el que también hay católicos coreanos y rusos. En total tienen 8 sacerdotes, un fraile y 6 religiosas. Habría más, pero hace meses que se les niega la entrada en Kirguistán debido a la normativa referente al COVID-19, en el propio país no ha habido vocaciones hasta ahora.
-¿Existe libertad religiosa?
-Sobre el papel sí, en la práctica no siempre. Hay grandes obstáculos administrativos para ser reconocidos como comunidad religiosa, pues se requiere un número mínimo de creyentes, que los católicos no cumplen. Los clérigos extranjeros han de contar siempre con la posibilidad de perder el permiso de residencia. También está restringido el libre ejercicio de servicios religiosos, lo cual no tiene nada que ver con las medidas de protección relacionadas con el coronavirus.
A los católicos se nos tolera, pero se nos ponen muchos obstáculos, en todo Kirguistán sólo hay una iglesia católica, la capilla del hermano Klaus en Talas. Hasta ahora, no nos han dado autorización para construir ninguna otra iglesia. Sin embargo, cada vez hay más indicios de que la Iglesia recibirá pronto el permiso para construir una iglesia en la capital, Biskek. Los musulmanes, que suponen el 80% de la población, y los ortodoxos rusos no sufren ninguna restricción. En los países de la antigua Unión Soviética, Rusia sigue ejerciendo su influencia, de lo que se aprovecha notablemente la Iglesia ortodoxa rusa.
-¿Por qué esas reservas hacia los católicos?
- La Iglesia católica se encuentra en una situación complicada en Rusia y, por tanto, también en Kirguistán. No es apreciada debido a que actúa en el campo social, lo cual molesta a Rusia; por eso, el Estado ruso ejerce presión sobre la Iglesia católica a través de Kirguistán. Además, en Kirguistán también hay musulmanes radicales que están en contra de todo lo que no sea musulmán. De Turquía y Pakistán se recibe dinero destinado a promover una interpretación cada vez más radical del islam. Hasta ahora, Kirguistán era considerado pacífico y tolerante.
-¿Cómo se involucra Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN)?
-La fundación apoya a las personas que trabajan en la pastoral con ayudas de subsistencia. Y siempre se necesitan coches nuevos, ya que los sacerdotes tienen que recorrer largas distancias. En invierno puede llegar a hacer hasta 40 grados bajo cero, por lo que es vital contar con coches buenos y robustos.
- ¿Qué opinión le merece la situación política?
- A principios de enero de 2021 se celebraron elecciones presidenciales. El nuevo presidente Sadyr Shaparov fue elegido con el 79% de los votos. No se sabe qué se puede esperar de él. En el pasado, Kirguistán era considerado un país pacífico y hospitalario. Esperamos que esto no cambie con Shaparov.