La «partera de Auschwitz» ayudó a nacer a 3.000 bebés en el horror nazi: Stanislawa Leszcynska
Se llamaba Stanislawa Leszczynska. Era polaca y vivía una profunda vida religiosa, al mismo tiempo que ejercitaba su profesión de comadrona. En la Polonia de preguerra, todos la recordaban por su disponibilidad, cuando caminaba durante kilómetros para atender a las parturientas.
Casada y madre de dos hijos, fue deportada al campo de concentración de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial y destinada a la llamada «sala de maternidad» que, paradójicamente, era una sala de aniquilación de niños.
En el campo nazi, las madres eran necesarias para trabajar, los hijos eran una carga molesta y, por consiguiente, el célebre «doctor» nazi Mengele dio la orden de matarlos al nacer, ahogándolos en un cubo de agua. Estas operaciones fueron realizadas por «Schwester» Klara, partera alemana –que al término de la guerra fue encarcelada por infanticidio– y sus ayudantes.
Pero Stanislawa se opuso a la orden criminal y se enfrentó a Mengele: «No, nunca», afirmó. Nadie sabe por qué en ese momento la partera polaca no fue asesinada. Pudo volver a la sala de maternidad y continuar con su trabajo.
Leszczynska ayudó a traer al mundo a más de 3.000 bebés, a los cuales administraba el bautismo antes de entregárselos a sus madres.
Bautizaba a los niños
María Oyrzynska, superviviente, recuerda que un día, mientras que asistía a Stanislawa con un parto, ésta tomó al bebé, lo lavó, lo envolvió en papel –las condiciones de la sala y del campo eran infrahumanas– y dijo: «Ahora lo más importante: bautizaremos al niño».
«Stanislawa vertió un poco de agua en la cabeza del bebé y lo bautizó. En vista de las condiciones del campo vivió bastante: tres semanas enteras», recuerda María.
De los 3.000 niños que ayudó a nacer Stanislawa –«todos ellos sanos y con ganas de vivir»– sólo sobrevivieron 30.
Cerca de 1.500 fueron ahogados por «Schwester» Klara; más de 1.000 murieron de frío y de hambre. En 1943 la situación cambió algo, y unos 150 bebés –sólo aquellos «arios» de ojos azules– fueron enviados a orfelinatos o fueron entregados a padres alemanes.
Desde su muerte, acaecida en 1974, las peregrinaciones a la tumba de Stanislawa son constantes, mientras se aguarda su proceso de beatificación.