Cuando Dios perdona, también olvida, y el Papa Francisco anima a que todos perdonemos así, olvidando
El tiempo de Cuaresma “nos prepare el corazón” al perdón de Dios y debemos perdonar nosotros como Él lo hace, es decir, “olvidando” las culpas de los demás. Así lo deseó el papa Francisco al finalizar la homilía de la misa celebrada en la mañana del martes en Santa Marta.
De este modo, advirtió que la perfección de Dios tiene un punto débil exactamente allí donde la imperfección humana tiende a no hacer descuentos: la capacidad de perdonar.
Reflexionando sobre las lecturas del día, el Santo Padre indicó que el Evangelio presenta la célebre pregunta de Pedro a Jesús: ¿cuántas veces debo perdonar a un hermano que ha cometido una culpa en mi contra?
La lectura del profeta Daniel, está centrada en la oración de joven Azarías, condenado a muerte en un horno por haber rechazado adorar a un ídolo de oro, invoca entre las llamas la misericordia de Dios para el pueblo, pidiéndole contemporáneamente perdón para sí. Tal y como precisó el Papa, esta es la forma correcta de rezar. Sabiendo poder contar con un aspecto particular de la bondad de Dios.
Así, precisó en la homilía que “cuando Dios perdona, su perdón es tan grande que es como si olvidase”. Y añadió que es todo lo contrario a lo que hacemos nosotros con los chismorreos: “’pero este ha hecho eso, ha hecho eso, ha hecho eso’…y nosotros tenemos de tantas personas la historia antigua, media, medieval y moderna ¿eh? y no olvidamos”.
¿Por qué? El Pontífice explicó que es porque no tenemos el corazón misericordioso. La lecturas del joven Azarías es un llamamiento a la misericordia de Dios, para que nos dé el perdón y la salvación y olvidemos nuestros pecados.
Por otro lado, en el pasaje del Evangelio para explicar a Pedro que es necesario perdonar siempre, Jesús cuenta la parábola de los dos criados, el primero que obtiene el perdón de su rey, aún debiéndole una cifra enorme, y él mismo incapaz poco después de ser igualmente misericordioso con otro que le debía una pequeña cifra.
Al respecto, el Santo Padre señaló que “en el Padre Nuestro rezamos: ‘perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden’. Es una ecuación, van juntas. Si tú no eres capaz de perdonar, ¿cómo podrá perdonarte Dios? Él te quiere perdonar, pero no podrá si tú tienes el corazón cerrado y la misericordia no puede entrar. ‘Pero, Padre, yo perdono pero no puedo olvidar esa cosa fea que me han hecho…’. ‘Entonces pide al Señor que te ayude a olvidar’: pero esto es otra cosa. Se puede perdonar, pero olvidar no siempre se consigue. Pero ‘perdonar’ y ‘me la pagarás’: ¡eso no!
El Santo Padre indicó que es necesario perdonar como lo hace Dios, perdonar al máximo. Y añadió que “el perdón que nos da Dios siempre es misericordia”.
Finalmente, manifestó su deseo para que la cuaresma “nos prepare el corazón para recibir el perdón de Dios”. Pero recibirlo y después hacer lo mismo con los otros: perdonar de corazón. “Quizá no me saludes nunca, pero en mi corazón yo te he perdonado. Y así nos acercamos a esta cosa tan grande, de Dios, que es la misericordia”, observó.
Al concluir, el Pontífice reconoció que perdonando abrimos nuestro corazón, Porque la misericordia de Dios entra y nos perdona, a nosotros. Porque todos nosotros tenemos motivos para pedir perdón: todos. Perdonemos y seremos perdonados. Tengamos misericordia con los otros y sentiremos esta misericordia de Dios que, cuando perdona ‘olvida’”.
De este modo, advirtió que la perfección de Dios tiene un punto débil exactamente allí donde la imperfección humana tiende a no hacer descuentos: la capacidad de perdonar.
Reflexionando sobre las lecturas del día, el Santo Padre indicó que el Evangelio presenta la célebre pregunta de Pedro a Jesús: ¿cuántas veces debo perdonar a un hermano que ha cometido una culpa en mi contra?
La lectura del profeta Daniel, está centrada en la oración de joven Azarías, condenado a muerte en un horno por haber rechazado adorar a un ídolo de oro, invoca entre las llamas la misericordia de Dios para el pueblo, pidiéndole contemporáneamente perdón para sí. Tal y como precisó el Papa, esta es la forma correcta de rezar. Sabiendo poder contar con un aspecto particular de la bondad de Dios.
Así, precisó en la homilía que “cuando Dios perdona, su perdón es tan grande que es como si olvidase”. Y añadió que es todo lo contrario a lo que hacemos nosotros con los chismorreos: “’pero este ha hecho eso, ha hecho eso, ha hecho eso’…y nosotros tenemos de tantas personas la historia antigua, media, medieval y moderna ¿eh? y no olvidamos”.
¿Por qué? El Pontífice explicó que es porque no tenemos el corazón misericordioso. La lecturas del joven Azarías es un llamamiento a la misericordia de Dios, para que nos dé el perdón y la salvación y olvidemos nuestros pecados.
Por otro lado, en el pasaje del Evangelio para explicar a Pedro que es necesario perdonar siempre, Jesús cuenta la parábola de los dos criados, el primero que obtiene el perdón de su rey, aún debiéndole una cifra enorme, y él mismo incapaz poco después de ser igualmente misericordioso con otro que le debía una pequeña cifra.
Al respecto, el Santo Padre señaló que “en el Padre Nuestro rezamos: ‘perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden’. Es una ecuación, van juntas. Si tú no eres capaz de perdonar, ¿cómo podrá perdonarte Dios? Él te quiere perdonar, pero no podrá si tú tienes el corazón cerrado y la misericordia no puede entrar. ‘Pero, Padre, yo perdono pero no puedo olvidar esa cosa fea que me han hecho…’. ‘Entonces pide al Señor que te ayude a olvidar’: pero esto es otra cosa. Se puede perdonar, pero olvidar no siempre se consigue. Pero ‘perdonar’ y ‘me la pagarás’: ¡eso no!
El Santo Padre indicó que es necesario perdonar como lo hace Dios, perdonar al máximo. Y añadió que “el perdón que nos da Dios siempre es misericordia”.
Finalmente, manifestó su deseo para que la cuaresma “nos prepare el corazón para recibir el perdón de Dios”. Pero recibirlo y después hacer lo mismo con los otros: perdonar de corazón. “Quizá no me saludes nunca, pero en mi corazón yo te he perdonado. Y así nos acercamos a esta cosa tan grande, de Dios, que es la misericordia”, observó.
Al concluir, el Pontífice reconoció que perdonando abrimos nuestro corazón, Porque la misericordia de Dios entra y nos perdona, a nosotros. Porque todos nosotros tenemos motivos para pedir perdón: todos. Perdonemos y seremos perdonados. Tengamos misericordia con los otros y sentiremos esta misericordia de Dios que, cuando perdona ‘olvida’”.
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