Sábado, 02 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La indignación es un lujo que solo pueden permitirse los vanidosos y orgullosos, dice el Papa

Zenit / Radio Vaticana

Francisco en las eucaristías de Cuaresma en la Residencia Santa Marta
Francisco en las eucaristías de Cuaresma en la Residencia Santa Marta
El Papa Francisco, en la homilía de la misa celebrada en la mañana del lunes en la residencia Santa Marta, recordó que la salvación de Dios no viene de las cosas grandes, del poder o del dinero, sino de las cosas pequeñas y sencillas.

Tal y como señaló el Papa, las lecturas del día nos hablan de la indignación: se indigna un leproso, Naamán el sirio, que pide al profeta Eliseo que lo cure, pero no aprecia la forma sencilla en la que esta sanación debería suceder.

También se indignan los habitantes de Nazaret frente a las palabras de Jesús, su conciudadano. Es la indignación frente al proyecto de salvación de Dios que no sigue nuestros esquemas. Por eso, el Pontífice advirtió que no es “como nosotros pensamos que sea la salvación, esa salvación que todos queremos”.

Jesús siente el “desprecio” de “los doctores de la Ley que buscaban la salvación en la casuística de la moral” y en muchos preceptos, pero el pueblo no tenía confianza en ellos. De este modo indicó que los saduceos buscaban la salvación en los compromisos con los poderes del mundo. Y la gente no les creía. Pero sí creían en Jesús, “porque hablaba con autoridad”.

Y ¿por qué esta indignación? El Papa respondió que se debe a que en nuestra imaginación, “la salvación debe venir de algo grande, de algo majestuoso; solo nos salvan los poderosos, los que tienen fuerza, que tienen dinero, que tienen poder: estos pueden salvarnos”. Pero –recordó– el plan de Dios es otro. “Se indignan porque no pueden entender que la salvación solamente venga de lo pequeño, de la sencillez de las cosas de Dios”.

En esta línea, Francisco prosiguió asegurando que cuando Jesús hace la propuesta del camino de salvación nunca habla de cosas grandes sino de cosas pequeñas. Son “dos pilares del Evangelio” que se leen en Mateo, las bienaventuranzas, y en el capítulo 25, el Juicio Final.

Asimismo, invitó, como preparación a la Pascua, a leer las bienaventuranzas y Mateo 25 y así “pensar y ver si algo de esto nos indigna, me quita la paz. Porque la indignación es un lujo que solo pueden permitirse los vanidosos, los orgullosos”.

Finalmente, el Santo Padre recordó que nos hará bien tomar un poco de tiempo para leer las bienaventuranzas, leer Mateo 25 y estar atentos a qué sucede en nuestros corazón: “Si hay algo de indignación, pedir la gracia al Señor de entender que el único camino de la salvación es la ‘locura de la Cruz’, es decir la aniquilación del Hijo de Dios, del hacerse pequeño. Representado aquí, en el baño en el Jordán o en el pequeño pueblo de Nazaret”.
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