El prelado Komarica se queja de la indiferencia
«Europa nos ha olvidado», denuncian los católicos bosnios. Eran 150.000... ahora sólo 12.000
Es el antes y después de la fratricida guerra de los Balcanes. Denuncian la indiferencia del continente ante la tragedia.
«Estamos desapareciendo, quieren extinguirnos», denuncia el obispo Franco Komarica, prelado de Banja Luka, la segunda ciudad más grande de Bosnia-Herzegovina.
Y es que en un país que se divide no por tanto por la religión (nadie pone en discusión la convivencia religiosa), como por la etnia, al final los grupos nacionales tienen un origen religioso. Así, croata quiere decir católico. Y de los cuarenta mil croatas que vivían allí hace años, hoy solo quedan tres mil.
El prelado lo ha explicado hace poco más de diez días en Sant Gallen, en Suiza, en la conferencia de obispos europeos. Y antes de eso en el Europarlamento. Y durante años ha repetido una y otra vez lo mismo: «No nos han dado la oportunidad de sobrevivir», denuncia.
En esos salones, ha explicado monseñor Komarica, ha recibido a delegaciones europeas, americanos, a la OTAN... Y una de tantas personalidades con las que se ha entrevistado, alguien muy importante, ha exclamado: «Para nosotros, vosotros valéis como mucho lo mismo que los caballos del establo». Por prudencia, el prelado no quiere revelar el nombre. Pero, asegura, piensa contar esto a todos: «Al menos ha dicho la verdad», asegura tristemente.
Una minoría sólo defendida por la Iglesia
El mapa étnico de la zona es hoy verdaderamente desolador. El país fue dividido en dos regiones: la federación de Bosnia-Herzegovina y la República Srpska, ambas pertenecientes igualmente al país. En esta última, antes de la guerra había 152.000 católicos. Hoy sólo quedan 11.900, la mayoría ancianos, puesto que para los jóvenes no hay trabajo.
Doscientos kilómetros hacia el sur, en Sarajevo, los católicos son también minoría, y esta vez entre los musulmanes. Eran 30.000 antes de la guerra y ahora son la tercera parte. Obviamente, con el paro situado en el 44% y la posibilidad de conseguir un pasaporte por menos de cien euros para poder escapar al resto de Europa, es normal huir del país.
El trueque de bienes raíces entre los refugiados es habitual, pero más aún el engaño y el fraude contra los croatas/católicos, que no encuentran amparo, al menos no todavía, en la Justicia. «Aquí sólo pelea y los defiende la Iglesia», asegura Darja Rakic, el único magistrado croata de Banja Luka.
Y es que los croatas y su existencia en la zona no se puede comprender sin la Iglesia católica. Una comunidad de 440.000 personas, 358 sacerdotes, 475 franciscanos, 158 seminaristas e iglesias llenas todos los domingos. Ni siquiera la católica Polonia en porcentaje puede tanto. En Banja Luka Cáritas ha restaurado tres mil casas, ha construido una casa de retiro, ha creado cooperativas de campesinos... Un gran trabajo que parece no tener fin, dado el olvido de la Comunidad Europea. «Para los serbios somos como un hueso en la garganta: no puede tragar y no puede escupir», se lamenta Komarica.
Aún así, no todos son pesimistas
El padre Franjo Tomic piensa que «uno ve lo que quiere ver». Este sacerdote e intelectual alimentó durante la guerra a la gente y dio alojamiento a la corresponsal de la CNN en la zona, Christian Amanpour. Hoy está al frente de la asociación cultural bosnia más grandel país: conciertos, muestras, un equipo de fútbol en segunda división donde una gran parte es musulmana... «Dios nos ha hecho diferentes», asegura el sacerdote, muy popular entre los musulmanes. «Por desgracia, también la gente religiosa mira todo con ojos nacionalistas».
Y es que en un país que se divide no por tanto por la religión (nadie pone en discusión la convivencia religiosa), como por la etnia, al final los grupos nacionales tienen un origen religioso. Así, croata quiere decir católico. Y de los cuarenta mil croatas que vivían allí hace años, hoy solo quedan tres mil.
El prelado lo ha explicado hace poco más de diez días en Sant Gallen, en Suiza, en la conferencia de obispos europeos. Y antes de eso en el Europarlamento. Y durante años ha repetido una y otra vez lo mismo: «No nos han dado la oportunidad de sobrevivir», denuncia.
En esos salones, ha explicado monseñor Komarica, ha recibido a delegaciones europeas, americanos, a la OTAN... Y una de tantas personalidades con las que se ha entrevistado, alguien muy importante, ha exclamado: «Para nosotros, vosotros valéis como mucho lo mismo que los caballos del establo». Por prudencia, el prelado no quiere revelar el nombre. Pero, asegura, piensa contar esto a todos: «Al menos ha dicho la verdad», asegura tristemente.
Una minoría sólo defendida por la Iglesia
El mapa étnico de la zona es hoy verdaderamente desolador. El país fue dividido en dos regiones: la federación de Bosnia-Herzegovina y la República Srpska, ambas pertenecientes igualmente al país. En esta última, antes de la guerra había 152.000 católicos. Hoy sólo quedan 11.900, la mayoría ancianos, puesto que para los jóvenes no hay trabajo.
Doscientos kilómetros hacia el sur, en Sarajevo, los católicos son también minoría, y esta vez entre los musulmanes. Eran 30.000 antes de la guerra y ahora son la tercera parte. Obviamente, con el paro situado en el 44% y la posibilidad de conseguir un pasaporte por menos de cien euros para poder escapar al resto de Europa, es normal huir del país.
El trueque de bienes raíces entre los refugiados es habitual, pero más aún el engaño y el fraude contra los croatas/católicos, que no encuentran amparo, al menos no todavía, en la Justicia. «Aquí sólo pelea y los defiende la Iglesia», asegura Darja Rakic, el único magistrado croata de Banja Luka.
Y es que los croatas y su existencia en la zona no se puede comprender sin la Iglesia católica. Una comunidad de 440.000 personas, 358 sacerdotes, 475 franciscanos, 158 seminaristas e iglesias llenas todos los domingos. Ni siquiera la católica Polonia en porcentaje puede tanto. En Banja Luka Cáritas ha restaurado tres mil casas, ha construido una casa de retiro, ha creado cooperativas de campesinos... Un gran trabajo que parece no tener fin, dado el olvido de la Comunidad Europea. «Para los serbios somos como un hueso en la garganta: no puede tragar y no puede escupir», se lamenta Komarica.
Aún así, no todos son pesimistas
El padre Franjo Tomic piensa que «uno ve lo que quiere ver». Este sacerdote e intelectual alimentó durante la guerra a la gente y dio alojamiento a la corresponsal de la CNN en la zona, Christian Amanpour. Hoy está al frente de la asociación cultural bosnia más grandel país: conciertos, muestras, un equipo de fútbol en segunda división donde una gran parte es musulmana... «Dios nos ha hecho diferentes», asegura el sacerdote, muy popular entre los musulmanes. «Por desgracia, también la gente religiosa mira todo con ojos nacionalistas».
Comentarios