Admirar lo que hace en quienes le dejan actuar
Hoy la Iglesia celebra a San Antonio de Padua, uno de los santos más queridos en todo el mundo. Detengámonos a contemplar brevemente su figura, porque los santos son como una piedra preciosa que el Espíritu Santo ha hecho, y es bueno detenerse a admirar lo que hace el Espíritu Santo en aquellos que lo dejan actuar.
El popular San Antonio de Padua, muy conocido como un poderoso intercesor, era sobre todo un insigne y valiente predicador. La leyenda cuenta que en una ciudad donde no quisieron escucharle, sació su incontenible necesidad de anunciar el Evangelio predicándole a los peces. Se trata de un símbolo para expresar una misión que toma por entero el corazón y toda la vida de un ser humano.
Llevó no solamente el hábito, sino también la vida pobre y desprendida de San Francisco de Asís.
Debido a los innumerables frutos de conversión de su predicación, acompañada por frecuentes y numerosos prodigios, fue canonizado sólo once meses después de su muerte y venerado con un gran fervor popular.
Antonio, como fiel discípulo de Francisco de Asís, fue muchas veces instrumento de paz y de reconciliación con su predicación apasionada. Sin embargo, este anuncio de paz no significaba consentir el pecado y la mediocridad. Antonio era muy duro con los pecados de injusticia de los ricos y poderosos. Sus sermones en Padua son muy valorados por su fuerte contenido social, que muestran que, para Antonio, la paz era inseparable de la justicia y la solidaridad.
Pidamos al Espíritu Santo que, así como hizo cosas tan bellas en la vida de San Antonio, también las haga en nuestras vidas.
El popular San Antonio de Padua, muy conocido como un poderoso intercesor, era sobre todo un insigne y valiente predicador. La leyenda cuenta que en una ciudad donde no quisieron escucharle, sació su incontenible necesidad de anunciar el Evangelio predicándole a los peces. Se trata de un símbolo para expresar una misión que toma por entero el corazón y toda la vida de un ser humano.
Llevó no solamente el hábito, sino también la vida pobre y desprendida de San Francisco de Asís.
Debido a los innumerables frutos de conversión de su predicación, acompañada por frecuentes y numerosos prodigios, fue canonizado sólo once meses después de su muerte y venerado con un gran fervor popular.
Antonio, como fiel discípulo de Francisco de Asís, fue muchas veces instrumento de paz y de reconciliación con su predicación apasionada. Sin embargo, este anuncio de paz no significaba consentir el pecado y la mediocridad. Antonio era muy duro con los pecados de injusticia de los ricos y poderosos. Sus sermones en Padua son muy valorados por su fuerte contenido social, que muestran que, para Antonio, la paz era inseparable de la justicia y la solidaridad.
Pidamos al Espíritu Santo que, así como hizo cosas tan bellas en la vida de San Antonio, también las haga en nuestras vidas.
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