Conversaciones serias, reconstruir tras la enfermedad... un cura en los hospitales del Covid-19

España ha pasado de tener casi mil muertes diarias por coronavirus a menos de cien al día. Más de 27.000 personas han muerto por la pandemia en algo más de dos meses. Muchos capellanes de hospital lo han visto de cerca, testigos de lo peor de la enfermedad.

Sebastià Aupí, de 43 años, es uno de los sacerdotes capellanes que en los primero momentos del estallido se asustó cuando le obligaron a guardar 4 días de aislamiento, por haber tenido contacto con un infectado. “Fue un batacazo emocional. Lloré mucho en el trayecto en coche a casa. Había miedo esos primeros días. Pero la evidencia de este susto –dio negativo en la prueba– me permitió tener un respeto a la situación”, explica a La Vanguardia.

Hace ya doce años que sirve como capellán en el hospital Josep Trueta de Gerona. También es párroco de 10 parroquias de pueblos (Fellines, Orriols...). Sabe que la enfermedad es un momento de vulnerabilidad, y también un momento de plantearse aspectos importantes de la vida espiritual.

Muchos enfermos dicen que están enfadados con Dios. Tras charlar un rato con el sacerdote de sus temores y frustraciones, “se dan cuenta de que esta reacción es otra manera de rezar. Yo los acompaño”, comenta.

Vulnerabilidad y sinceridad

Explica lo que vivió en los momentos más duros en el hospital. “Vimos como el hospital se giraba de arriba abajo. Todo era un gran servicio de medicina interna, UCIs y respiratorios”, indica. “El hospital es un lugar al que nadie desea venir. Con la enfermedad emerge la vulnerabilidad y la sinceridad. Mi misión es ayudarlos a que su autenticidad, esa manera singular de vivir la vida, no se rompa y si se ha roto ayudar a reconstruirla”.

Él habla del kintsugi, la famosa técnica japonesa de reparar objetos rotos con oro: lo quebrado puede ganar en belleza. “Me dedico a acompañar a la gente desde la espiritualidad y religiosidad. A reconstruir la quebradiza que hayan podido sentir”, describe.

Conversaciones profundas

Este acompañamiento no es sólo con pacientes. “He dado apoyo a los compañeros. He sido una oreja cuando han querido explicar sus preocupaciones y una sonrisa ante los pequeños éxitos”, comenta. “Hemos creado un vínculo. Ha surgido una gran amistad. Se han dado conversaciones profundas que nunca se habrían dado”, describe Sebes.

Para evitar que los enfermos de la Covid-19 (sin visitas, ni contactos) cayeran en el anonimato, este cura junto a dos psicólogas del hospital Trueta, con quienes forman un equipo de apoyo emocional, pidieron tabletas digitales para mejorar la comunicación y el ánimo de los afectados y sus familiares.

En el hospital Trueta de Gerona y en el Parc Hospitalari Martí i Julià de Salt el equipo de acompañamiento hecho unas 2.500 intervenciones estos días. De ellas, 387 son acompañamientos religiosos o espirituales.

“Me hubiera gustado que Dios lo hubiera puesto más fácil. Pero todo conlleva un aprendizaje”, dice el sacerdote.

Hace unos días entregó dos comuniones: a una mujer de 103 años en el Trueta y a un hombre de 90 en el Parc Hospitalari, donde también trabaja. La nueva normalidad asoma. “Hemos subido al Everest y hay que volver al campo base a afrontar nuestras normalidades. No sé como lo hallaremos. Si hay que reconstruirlo, lo haremos”, asegura.