Uno de cada cuatro seminaristas de Madrid son mayores de 30 años: es algo que antes casi no se daba
Lo ha explicado Jesús Vidal, el rector del Seminario Conciliar de Madrid, a Laura Daniele, la redactora de temas de Religión del diario ABC: "El número de aspirantes con una vida hecha, es decir, mayores de 30 o 35 años- van en aumento. Hace dos décadas cuando yo entré en el seminario suponían el 10%, hoy en el Seminario Conciliar de Madrid son el 25%».
Lo que antes era un caso excepcional, ahora empieza a ser común (aunque aún no mayoritario). Y los seminarios, que durante siglos se estructuraron para trabajar con muchachos veinteañeros o más jóvenes, ahora tienen que formar a un tipo de persona muy distinta: adultos, con mucha vida experimentada y un bagaje vital amplio.
Han experimentado éxitos y fracasos
Los hay que han sido ejecutivos, o ingenieros, o deportistas de élite... A veces han dejado buenos sueldos y una vida acomodada. O también han visto fracasar empresas mundanas y saben lo que es vivir una crisis personal, laboral, existencial.
Un ejemplo que recoge ABC, de los más mayores, es el de José Pablo Oroz, de 48 años, licenciado en Administración de Empresas. Lleva tres años en el seminario diocesano de Madrid.
«No tengo ninguna duda de que el Señor me llama al sacerdocio porque es la única explicación para que yo pueda vivir en el seminario por las renuncias que significa para mí. Estaba acostumbrado a una independencia económica y a una vida muy distinta», asegura.
Un anhelo de siempre, y un cambio en la vida
José fue gerente de Compra, División y Logística de Soluziona, una consultora que fue comprada por Indra en 2007. Todo le iba bien, aunque reconoce que «siempre había tenido un anhelo espiritual» de encontrarse «con el Señor».
A los 40 años la ruptura con su novia le planteó muchos interrogantes sobre el sentido de la vida y decidió hacer un máster en Humanismo y Trascendencia en la Universidad de Comillas. Pero el detonante para decidir dar un vuelco definitivo a su vida vendría meses después en una Nochevieja en el Monasterio de Leire (www.monasteriodeleyre.com).
«Empecé a darme cuenta de que el Señor me llamaba al sacerdocio y me dí cuenta de que en mi infancia había habido signos de esa vocación». Desde entonces se forma en el seminario diocesano de Madrid a la espera de poder ordenarse sacerdote.
Lo que antes era un caso excepcional, ahora empieza a ser común (aunque aún no mayoritario). Y los seminarios, que durante siglos se estructuraron para trabajar con muchachos veinteañeros o más jóvenes, ahora tienen que formar a un tipo de persona muy distinta: adultos, con mucha vida experimentada y un bagaje vital amplio.
Han experimentado éxitos y fracasos
Los hay que han sido ejecutivos, o ingenieros, o deportistas de élite... A veces han dejado buenos sueldos y una vida acomodada. O también han visto fracasar empresas mundanas y saben lo que es vivir una crisis personal, laboral, existencial.
Un ejemplo que recoge ABC, de los más mayores, es el de José Pablo Oroz, de 48 años, licenciado en Administración de Empresas. Lleva tres años en el seminario diocesano de Madrid.
«No tengo ninguna duda de que el Señor me llama al sacerdocio porque es la única explicación para que yo pueda vivir en el seminario por las renuncias que significa para mí. Estaba acostumbrado a una independencia económica y a una vida muy distinta», asegura.
Un anhelo de siempre, y un cambio en la vida
José fue gerente de Compra, División y Logística de Soluziona, una consultora que fue comprada por Indra en 2007. Todo le iba bien, aunque reconoce que «siempre había tenido un anhelo espiritual» de encontrarse «con el Señor».
A los 40 años la ruptura con su novia le planteó muchos interrogantes sobre el sentido de la vida y decidió hacer un máster en Humanismo y Trascendencia en la Universidad de Comillas. Pero el detonante para decidir dar un vuelco definitivo a su vida vendría meses después en una Nochevieja en el Monasterio de Leire (www.monasteriodeleyre.com).
«Empecé a darme cuenta de que el Señor me llamaba al sacerdocio y me dí cuenta de que en mi infancia había habido signos de esa vocación». Desde entonces se forma en el seminario diocesano de Madrid a la espera de poder ordenarse sacerdote.
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